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viernes, 14 de junio de 2013

La bendición de los campos 1800. Salvador Viniegra, Roma, 1887.




Salvador Viniegra y Lasso de la Vega, Salvador (Cádiz, 1862 - Madrid, 1915).

Bendición de los campos en 1800 [Roma, 1887].



Salvador Viniegra se trasladó a Roma el año 1882, cuando su profesor en la Escuela de Artes Industriales y Oficios Artísticos de Cádiz, José Pérez Siguimboscu, convenció al padre del pintor de que le financiase una estancia de estudios en la capital italiana. Instalado en el taller de su amigo, el pintor sevillano José Villegas Cordero, Viniegra inició una etapa de residencia en Roma y continuos viajes a Cádiz, donde obtuvo una medalla de Primera Clase en la Exposición Artística Provincial de 1885 por el Entierro de Isabel la Católica, adquirido por el Ayuntamiento gaditano y motivo fundamental por el cual fue recibido como académico de número en la Academia de Nobles Artes de Cdiz﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽demia de Nobles Artes de Cno y motivo fundamental por el cual es recibido como acaádiz el 3 de octubre de 1886.
Tras estos éxitos locales, el joven y ambicioso Viniegra decidió este último año comenzar un enorme lienzo de historia para presentar a la Exposición Nacional de Bellas Artes madrileña del año siguiente, a lo que su padre declaró de auténtica locura por la escasa edad del pintor y su escasa trayectoria artística, solicitando de su compañero Villegas que hiciese desistir al joven de tan alocado empeño.
Inútiles fueron los esfuerzos por hacer desistir al pintor de su empeño, y Viniegra comunicó en ese mismo año a su padre que la composición había variado la temática histórica al uso, hacia un tipo de obra más cercana al género de costumbres: La bendición de los campos en 1800, donde el protagonista serían los efectos de luz, pues es la iluminación de amanecer o atardecer desde atrás de las figuras el efecto que interesa a Viniegra captar, lo que aún preocupó más a D. Salvador Viniegra Valdés.
A el Palacio de Industria y de las Artes de Madrid llegó la obra desde Roma para la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887, a la que concurrieron hasta quinientos cincuenta y un artistas. La obra fue muy admirada por la crítica artística y recibió una unánime medalla de Primera Clase y el compromiso de adquisición por el Estado.
En el Diario de Cádiz de 5 de julio de 1887, Carlos Fernández Shaw publicó una estimable alabanza de la obra: Ha sido un cuadro de inmenso coste. Basta decir que hasta el último detalle estuvo tomado siempre del natural: casullas, cruces, faroles, ciriales, sobrepellices, estolas, llenaban el estudio del pintor gaditano. En Roma se le llamaba ‘La Sacristía’. En la revista ilustrada El buscapiés de Puerto Rico, el corresponsal en Madrid presentó una extensa crítica, donde se decía: El público, con su natural buen sentido, al agruparse enfrente del cuadro de Viniegra, le ha otorgado el primer premio. Yo voto, en esta ocasión, con el pueblo soberano. Porque si el cuadro de Benlliure asombra, el de Viniegra, encanta. Veamos el asunto. Bajo un cielo en que parece volcada la pureza de un alma; sobre un pedazo de tierra, donde las prematuras hierbecillas de abril cubren de clara esmeralda la escena, se desarrolla la sencilla acción de bendecir los campos el venerable sacerdote. A su alrededor la gente del pueblo, a la usanza, de principios de siglo, póstrase elevando sus preces con el ministro del Señor, para que los beneficios del Altísimo se derramen pródigos fecundizando el suelo. La imagen de la Virgen, traída en andas, en medio de la llanura, hállase rodeada de piadoso grupo, en que se destacan figuras de variado carácter, desde el anciano al niño. Todos los emblemas de las cofradías, todos los adminículos de las ceremonias procesionales, aparecen en este escenario, sin que la riqueza de objetos, ni la multitud de personajes, hagan errar la vista por los accidentes, distrayendo la atención del conjunto culminante en la acción principal.
Este es el pensamiento y la composición del bellísimo lienzo, pintado de modo intachable. El mágico esplendor de la primera hora de una mañana de primavera, con sus albores centelleantes, su atmósfera luminosa, su ambiente diáfano, sus brisas frescas, su cielo pálido, casi blanco, están trasladados al lienzo, no con la exactitud matemática del copista, sino con el arte del poeta que embellece y presta vida a sus creaciones. El cuadro es un prodigio de luz, por más que algunos lo tachen de una tendencia falsa. Nadie se ha apercibido aún, de que el joven artista Salvador Viniegra, es un afiliado a la novísima escuela del ‘plein air’ ya popular en París.
Eva V. Galán (Granada, 1994; 399-400) nos informa que la obra fue posteriormente expuesta en la Muestra Internacional de Bellas Artes de Viena y en la Exposición Internacional de Münich, ambas de 1888, en las que obtuvo sendas medallas de Oro, y en la Exposición de Budapest en 1890. Por todos los galardones reunidos con la obra, se le concedió a Viniegra la Encomienda de Isabel la Católica y concesión de beca para la Academia española en Roma, que obtuvo por oposición en 1889.
Finalmente la obra fue adquirida por el Estado por Real Orden de 8 de agosto de 1896, pasando a los locales del Museo Nacional de Arte Moderno.
El enorme interés suscitado por la obra llevó a Barcelona a solicitar su depósito en su museo, a lo que el omnipotente prócer Federico de Madrazo informó en los términos que siguen: No puedo convenir en la cesión del cuadro La bendición de los campos en 1800, puesto que habiendo obtenido primera medalla, en el último certamen oficial, conviene que permanezca en este museo, como una de las mejores y últimas producciones del arte pictórico español, bajo cuyo concepto ha de pasar en su día al edificio en construcción para la biblioteca y museo, actual edificio que ocupan la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico Nacional en el madrileño paseo de Recoletos.
Durante la presidencia de Salvador González Anaya de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y Patronato del Museo de Bellas Artes de Málaga y la ocupación de Ricardo de Orueta de la Dirección General de Bellas Artes en Madrid, se logró lo que Barcelona no había conseguido: el depósito de la que se llamó La procesión del Rocío en Málaga mediante Orden Ministerial de 17 de octubre de 1931, junto a la medalla de Primera Clase en 1892 de Enrique Simonet y Lombardo: Flevit super illam.
Las obras no llegaron al Museo hasta 1933, según facturación de la empresa encargada del transporte La España Artística, artículos para Bellas Artes Vda. de A. Macarrón.
Existen varios dibujos preparatorios de la obra, así como otras dos versiones muy inferiores: otra obra firmada también en Roma, propiedad al menos en 1989 de un familiar del pintor en Jerez de la Frontera; y un segundo de iguales dimensiones y firma, regalo del pintor a un amigo doctor en Medicina, que debe ser fue vendido en torno a 1979 y puede relacionarse con el existente en la colección Bellver. Si no fuese así, según investigación de Germán Viniegra Guernica (Cádiz, 1989) deberíamos hablar de una tercera versión.


Salvador Viniegra y Lasso de la Vega, Salvador (Cádiz, 1862 - Madrid, 1915).
Bendición de los campos en 1800 [Roma, 1887], Colección Bellver. 

La obra se exhibió en la sede del Museo: en el ex-colegio jesuítico de la actual Plaza de la Constitución malagueña desde 1933 a 1961; en el Salón Central –Sala Orueta, según relación de obras existentes en el Museo en 1953 de su director, Rafael Murillo Carreras; en la Sala de Pintores del XIX desde 1961 a 1984; y, posteriormente, en la Sala de las Exposiciones Nacionales hasta 1997, ambas en el Palacio de Buenavista, hoy Museo Picasso Málaga.


Museo de Bellas Artes de Málaga. Plaza de la Constitución, Sala Ricardo Orueta, posteriormente pintores del siglo XIX (1933 – 1961). 

Museo de Málaga. Palacio Buenavista, Sala Exposiciones Nacionales (1984-1997). 
Museo de Málaga. Palacio de la Aduana (diciembre 2016).


Si desde 1933 el Museo de Málaga ha exhibido como excepcional producción del realismo academicista decimonónico la gran tela de Salvador Viniegra en espacios muchos más exiguos del que se dispondrá en el Palacio de la Aduana, esperamos que el diseño museográfico de sus salas dé adecuado acomodo a una obra que consideramos central no sólo para la plástica artística nacional del siglo XIX, sino de la propia historia de la institución. Si no fuera así, quizá podríamos colegir que el diseño no será el acertado y necesario.

Bibliografía recomendada:
GALÁN, E. V. Pintores del Romanticismo Andaluz, Granada, Universidad de Granada, 1994.
VINIEGRA GUERNICA, G., Un pintor gaditano en Europa: Salvador Viniegra y Lasso de la Vega, Cádiz, Caja de Ahorros de Cádiz (Serie Arte, 5), 1989.

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