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jueves, 3 de octubre de 2013

Personalidades Museológicas: Isidoro Coloma Martín.



Cena homenaje por la jubilación del profesor Isidoro Coloma Martín.
Martes, 01 de octubre de 2013.
Colección Museográfica del Vidrio y Cristal de Málaga.

En un entrañable acto, se rindió homenaje por su jubilación de la rutina laboral al profesor de la Universidad de Málaga D. Isidoro Coloma Martín. Y bien digo de su rutina laboral, pues poseo el convencimiento de que la talla intelectual y el tesón personal en el compromiso con los proyectos que inicia no finalizan en un mero acto administrativo, que no supone más virtud que la liberación de la tiranía de los relojes y de las ataduras a un espacio finito entre las paredes de un despacho, que si lo pensamos bien no es una virtud menor. Estoy convencido de que el profesor Coloma continuará en activo desde la libertad de cátedra que le permite impartirla allí donde se encuentre su persona. 

La cena, con la que se dio cumplido tributo de amistad, magisterio y reconocimiento profesional, tuvo una convocatoria reducida por la celebración en los locales de la Colección Museográfica del Vidrio y el Cristal de Málaga, gracias al ofrecimiento de su director Gonzalo Fernández Prieto, quien a lo largo de la velada demostró un sincero agradecimiento al profesor Coloma por su desinteresada colaboración con la institución de reciente creación y por el magnífico engarce de dos personalidades coincidentes en sus idearios generacionales y en su intenso amor por la cultura en general y los museos, en particular. Al Sr. Fernández Prieto le debemos una velada que resultó mágica por la confluencia constante de los bienes culturales que nos rodeaban, con otras artes mayores como fueron la música y no menores, como la gastronomía.
Recital acompañado al piano en la planta alta de la Colección Museográfica del Vidrio y el Cristal. 

En el marco de una colección que rinde culto a las Artes Decorativas o Aplicadas a la vida humana, la velada estuvo íntegramente aplicada a ofrecer al señor Coloma un homenaje “ad hoc”, confeccionado meticulosamente a medida de su personal pragmatismo castellano, no exento de senequismo aquilatado en tierras andaluzas, tan dadas a la exageración y a la desbordante expresión de sentimientos y pasiones, que contuvimos. ¡Bien me hubiera gustado verter algunas lágrimas y ofrendarlas en un lacrimarium de los de la colección Fernández Prieto, para que acompañasen a mi maestro en su paraíso vallisoletano!
 
Gran mesa de gala en la planta baja de la Colección Museográfica del Vidrio y el Cristal. 
"Mi maestro", no es poca expresión para referirse a alguien que ha supuesto tan firme timón en mi formación profesional, presidida por una tozuda defensa de mis convicciones profesionales en un mundo, el museológico, tan dado a la fácil complacencia al político, al mecenas, al promotor y al cliente. Desde que decidí realizar mi tesis doctoral en Museología y Museografía con el profesor Coloma, tras finalizar mi licenciatura en los umbrales de la década de los noventa del ya pasado siglo, ambos nos tomamos de la mano y comenzamos a caminar por un sendero entonces aún poco hollado, donde la bibliografía era exigua y algunos museos comenzaban a desperezarse, convulsionados por una “escolarización” de estas instituciones culturales que la democratización social y cultural del país querían convertir en perfectos complementos a los centros de educación formal. Ello motivó lo que en la década de los noventa se conoció como “desescolarizar” los museos, a favor de su extensión al público en general.

El público, con los deseos de conocimiento y caracterización con respecto a los museos como sus naturales usuarios, tanto reales como potenciales, eran las preocupaciones de una década que decidió no escatimar en recursos económicos, técnicos y humanos para lograr situarse con celeridad a la par de las naciones más desarrolladas de Occidente.  El profesor Coloma acababa de publicar en el Boletín de Arte 10 del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Málaga, en la que introdujo las enseñanzas museológicas y museográficas, su artículo: “El museo y su clientela”, tras cuya lectura detenida, subrayada, anotada y a duras penas asimilada, me decidió a realizar mi tesis doctoral en este elemento museístico que se destacaba dentro de los pilares constitutivos de un Museo, incluso por delante de las colecciones mismas.

Desde ese momento, el profesor Coloma desarrolló toda una interesante línea de investigación en este campo, posiblemente fruto de la larga praxis museográfica que vino desarrollando en el Museo de Málaga, Sección de Bellas Artes, desde principios de la década de los ochenta, asumiendo labores de subdirección junto a Rafael Puertas Tricas, director del citado museo. Al equipo de jóvenes profesionales que trabajaron en lo que hoy definiríamos como un nuevo Plan Museográfico, lideró el profesor Coloma para dotar al reinaugurado Museo de Bellas Artes en el Palacio de Buenavista a mediados de los ochenta de una nueva presentación permanente de sus fondos, modernizando discursos, aplicando las normas primarias por indispensables en conservación preventiva de las colecciones y  mejorando los escasos servicios que en aquellos momentos podían los museos ofrecer a su clientela. Junto a la renovación expositiva, todos los integrantes de este nutrido grupo de entusiastas colaboradores, hoy todos ellos reconocidos profesionales en patrimonio histórico-artístico, realizaron importantes labores internas de documentación, investigación y restauración de las colecciones, creando un importante banco de datos sobre los que el Museo de Málaga ha sesteado hasta el presente, dormido en aquellos laureles de los que esperemos despierte tras su reinstalación en el Palacio de la Aduana.

“La iluminación: un problema primario en la exhibición museística” (Boletín de Arte 11, Málaga, 1990) fue fruto de aquellas experiencias profesionales en el Museo de Málaga, donde los problemas de iluminación adecuada a la conservación del deterioro fotoquímico de sus colecciones, a la par que permitía su correcta visualización por el público, con no pocos problemas de buscar soluciones a la instalación de los equipos técnicos respetando las armaduras, artesones y techos históricos del Palacio, constituyeron un trabajo hercúleo para mi profesor.

En los años noventa fue además encargado por el consistorio de pertrechar un completo Programa Museológico, siguiendo con la nomenclatura hoy al uso, para el Museo de la Ciudad que se proyectaba instalar en el recuperado Mercado de Mayoristas de Málaga, hoy CAC Málaga. Su resultado también fue publicado en el Boletín de Arte 12 (Málaga, 1991), bajo el título: “Anteproyecto del Museo de la Ciudad de Málaga”.

De su mano comencé a dar a la luz mis primeros artículos en la misma revista, y reconociendo la carencia de la provincia en guías para acompañar la visita de los numerosos museos y colecciones públicas —traducción de lo que hoy la legislación autonómica recoge como colecciones museográficas—, elaboró unas fichas para cada institución que nos sirvieran de base para la publicación conjunta con el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga en 1986 de: Museos y Colecciones Públicas de Málaga, con varias reediciones, y prácticamente plagiada en posteriores publicaciones locales del mismo tenor sin mencionarla, como el astuto lector podrá fácilmente comprobar.




Tras la presentación de mi tesis doctoral y mi ingreso en el Cuerpo Superior Facultativo de Conservadores de Museos, los caminos de ambos divergieron por mis destinos fuera de la provincia, pero no así mi admiración y sincera devoción por mi maestro y profesor. Siempre atento a recibir noticias del profesor Coloma me fui construyendo un perfil íntimo de la persona, un estereotipo de conducta profesional donde cualquier dificultad, nuevos retos o proyectos se acompañaban de: ¿cómo lo hubiese enfrentado Isidoro? Mi íntima respuesta es: siempre con seriedad, elevación de miras y honestidad con los principios científicos y técnicos a aplicar, sin aceptar presiones espúreas, ni ceder a personales simpatías con los proyectos o sus promotores.

Colmado de cariño, de gratitud inmensa por haber marcado mi camino y de una sincera admiración, le deseamos al profesor Coloma una nueva etapa que le colme de satisfacciones personales y le permita enfrentar con la misma ilusión, entusiasmo y dedicación nuevos proyectos.

Un saludo.