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sábado, 24 de marzo de 2018

Placas fotográficas de “La fundación de Buenos Aires” de José Moreno Carbonero en el Museo de Málaga


“La fundación de Buenos Aires” [1924], placa fotográfica sobre cristal. Museo de Málaga



En el año 2014 redacté un breve texto para responder a la consulta sobre una investigación que documentaba un repostero textil propiedad del Instituto de Historia y Cultura Militar con representación de una escena que se pensó formaba parte de las colecciones del Museo de Málaga, inspirada en “La fundación de Buenos Aires” del pintor malagueño José Moreno Carbonero (Málaga, 1858 – Madrid, 1942), realizado por J. León Jordán. A parte de confirmar que la obra era propiedad del Ayuntamiento de Málaga, concluí que la composición más próxima al repostero es la versión que el pintor realizó en Madrid en 1910, actualmente reproducida en un lienzo del Museo de Bellas Artes de la capital Argentina.

Ese texto es base de la presente entrada, donde desentrañamos las razones en la selección del maestro malagueño para enfrentar esta gran composición histórica en torno a la segunda fundación de la ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre, hoy Buenos Aires, el sábado 11 de junio de 1580 por la expedición encabezada por Juan de Garay en nombre de su soberano, Felipe II. La obra estuvo destinada a la presidencia del Salón de Honor del Palacio Municipal bonaerense durante los actos conmemorativos del centenario de la revolución del 15 de mayo de 1810, origen de la independencia de la República Argentina. Para la celebración de tan destacado evento, el gobierno español  envió una comisión en representación del país bajo la presidencia de la infanta Dª Isabel de Borbón, tía paterna de Alfonso XIII, en cuya comitiva la obra llegó a Argentina el día 11 de junio de 1910, lo que ha creado la confusión -difundida en algunos textos consultables en la red- de que se trató de un regalo del monarca español al pueblo argentino, cuando está perfectamente documentado el encargo al pintor por la municipalidad de Buenos Aires del cuadro, que le abonó treinta mil pesetas de la época.

 El encargo de dicha obra a un artista español se le encomendó al historiador argentino Juan Peña, quien se había desplazado a España en 1909 para realizar una exhaustiva investigación sobre la figura de Juan de Garay en los archivos históricos españoles, especialmente en el Archivo General de Indias en Sevilla. Tras informarse sobre los más afamados pintores españoles en composiciones de historia, decidió que el contrato de ejecución debería formalizarse con José Moreno Carbonero por indicación de Vicente G. Quesada, ministro plenipotenciario en España de Argentina. Ambos personajes coincidieron en que la necesaria meticulosidad en la representación de los acontecimientos históricos de 1580 aconsejaban el encargo a Moreno Carbonero, obsesivo en la inspiración sobre relatos y crónicas coetáneos a los hechos históricos y en la reunión de aquellos objetos de anticuario que dotasen de veracidad fidedigna a la ambientación de la obra. Moreno Carbonero inició en su residencia madrileña su composición y ejecución. Por su estudio desfilaron numerosos modelos con la indumentaria de época e incluso se pintaron en los jardines del madrileño hotelito para reproducir con fidelidad al aire libre los efectos lumínicos de la escena. 



“La fundación de Buenos Aires” [Madrid, 1910], Museo de Bellas Artes de Buenos Aires


Numerosas armas y cruces de las empleadas para composiciones de historia 
en la residencia de Moreno Carbonero. ABC de Sevilla, 18 de febrero de 1934 
(foto Duque). © Hemeroteca de ABC

No obstante, la premura con que el consistorio bonaerense reclamó la obra no permitió la meticulosidad histórica que Moreno Carbonero acostumbraba. La llegada a Buenos Aires de la primera composición firmada en 1910 fue de gran éxito público y numerosas las enhorabuenas recibidas por el pintor, siendo los primeros parabienes los de Alfonso XIII y su tía paterna, Dª Isabel de Borbón, que visitaron el estudio del artista para contemplar el cuadro antes de su salida hacia Argentina, visita que fue determinante para la difusión masiva en prensa de la composición original entre abril de 1909 y junio de 1910. Rodrigo Gutiérrez y Elisa Radovanovic nos informan de que la fascinación del rey por la obra fue tal que en su dormitorio colgó uno de los bocetos ejecutados por Moreno Carbonero como modelo del retrato con reluciente yelmo de Juan de Garay, un estudio preparatorio para la composición de su primera versión, pues en la posterior desaparece el aspecto militar de Garay por una imagen más cortesana. Ya en Buenos Aires, formó parte de su Exposición Internacional de Bellas Artes antes de su presentación en el Salón de Sesiones del Banco Municipal, donde se suscitó una agria polémica que determinó el cambio de composición y representación de personajes por Moreno Carbonero.

El origen de la polémica pivotó en torno a la renovación de una antigua historia que suponía la existencia de un retrato auténtico de Juan de Garay, obra que en 1877 había adquirido el coronel Luis Jorge Fontana, cuya autentificación se encargó a los pintores Bernardo Troncoso y Antonio Contrucci y a un comité de expertos historiadores quienes tras meticulosos análisis concluyeron sobre la autenticidad de la obra y su datación en el siglo XVI, acusando al pintor malagueño de inventar un rostro más propio de un “honrado peón del arsenal de Madrid” que del héroe nacional. En este punto, son coincidentes los relatos de Gutiérrez y Radavanovic con las investigaciones de la profesora Teresa Sauret Guerrero, quienes atribuyen el aumento de la virulencia en la polémica a la participación del investigador Martiniano Leguizamón, quien vertió serias dudas sobre la interpretación de Moreno Carbonero en torno a la figura de Juan de Garay, precipitándose a la hora de emplear modelos más propios del Duque de Alba o del militar Antonio de Leiva. A esta polémica sobre la verdadera representación del personaje principal de la narración plástica se sumaron serias dudas sobre la iluminación de la obra, ya que al realizarse en España no tuvo en cuenta las diferencias entre ambos hemisferios, así como errores en la representación vegetal y en la indumentaria del único indio aborigen pintado.    

En cualquier caso, todos estos aspectos quedaron en suspenso hasta octubre de 1921, cuando la obra se expuso en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires. En ese año, José Moreno Carbonero solicitó por carta de 8 de agosto de 1922 a su director, el Dr. Juan A. Echayde, la devolución de la obra por la municipalidad bonaerense para su reelaboración, enviando un apunte donde pudiese valorarse la notable reforma que pretendía sobre la composición. En diciembre de este año se tomó el acuerdo municipal de remitir el lienzo a España, saliendo de Argentina el 2 de julio de 1923 junto a una serie de anotaciones y apuntes del Dr. Echayde para el pintor sobre la correcta iluminación de la escena según la hora del día en que se produjo la fundación en ese hemisferio, el exacto color que el río de La Plata y la línea de costa debían ofrecer y sobre el número y atuendo de los indios que era necesario incorporar a la composición en aras de la fidelidad histórica de la escena. La entrega en Madrid le correspondió en un gesto muy protocolario a don Carlos Estrada, embajador plenipotenciario de la Argentina en España, poniéndose rápidamente al trabajo Moreno Carbonero, quien terminó la reforma en pocos meses. En marzo del año 1924 se dio a conocer la nueva versión en Argentina, gracias a un artículo de José María Salaverria en la revista Plus Ultra.  


“La fundación de Buenos Aires” [Madrid, 1924]. Salón Blanco del Palacio Municipal de Buenos Aires

La obra fue recrecida por el pintor y se modificó sustancialmente la figura central de Juan de Garay y la disposición de todo su primer término, donde desaparecieron los pocos expresivos enseres y pertrechos entre perros para incorporar un nutrido grupo de indios, situados de espaldas al espectador. Además, es interesante señalar un apunte significativo a lecturas de género sobre la obra: la inclusión de Ana Díaz. La composición original no contó con ningún personaje femenino, cuando las crónicas mencionaban la presencia de una mujer entre el grupo de personajes fundadores, afirmándose además que Ana Díaz recibió por ello en repartimiento un importante lote de tierras. Así, Moreno Carbonero la incluyó entre don Alonso Martel de Guzmán y el padre Rivadeneyra, que quedan más prietos por el recrecimiento del grosor de la picota que centra la composición del original de 1910.  

Antes de su devolución a Argentina, la composición se expuso en el Salón de Fiestas del Ayuntamiento de Málaga en el mes de junio de 1924, durante los actos en honor de José Moreno Carbonero electo como Hijo Predilecto de la ciudad, para cuyo agradecimiento realizó una réplica de la obra y la donó a la corporación municipal, de lo que es expresiva su firma: “J. Moreno Carbonero / Al municipio de Málaga, 1924”. Las dimensiones de la obra malagueña son muy inferiores a la bonaerense, ya que la primera mide 69,00 x 105,00 centímetros frente a los 240,00 x 400,00 centímetros de la segunda, una vez recrecida, aunque es fiel reproducción de la reforma de la obra realizada entre 1923 y 1924. La original fue presentada en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires como deferencia al Dr. Echayde el 4 de septiembre de 1924, pasando de nuevo al Salón de Honor del Palacio Municipal el año 1942, coincidente con el fallecimiento del pintor en Madrid. 


“La fundación de Buenos Aires” [Madrid, 1924]. Salón Blanco del Palacio Municipal de Buenos Aires


Por otra parte, en el año 1936 ingresó en el Museo Histórico Municipal, hoy Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, el boceto de la obra que guarda actualmente memoria de la primera composición de 1910, aunque creo que no posee firma, ni atribución directa a José Moreno Carbonero. 

En el Homenaje al glorioso maestro, publicado por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo en 1943, se reprodujeron ambas versiones en sus láminas cuarenta y seis y cuarenta y ocho, donde Rafael Murillo Carreras, primer director del Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga, explicó que: la primera fue el encargo original de 1910, sobre la que posteriormente el autor introdujo grandes reformas; y la corregida por Moreno Carbonero a sus expensas en 1924, la segunda, y cuyo boceto –creo que empleada la palabra en su acepción de rápida composición o cuadro de gabinete, no como obra preparatoria- fue el que se regaló al Ayuntamiento de Málaga. 



“La fundación de Buenos Aires” [Madrid, 1924]. Ayuntamiento de Málaga
Museo del Patrimonio Municipal de Málaga (MuPAM)


Murillo Carreras evitó en su texto dar pábulo a las polémicas suscitadas entre los eruditos argentinos sobre la invención en la representación de la escena, sino que atribuye a Moreno Carbonero el prurito de desear mejorar la obra a sus expensas tras revolver archivos y bibliotecas durante un año, realizar gran cantidad de apuntes sobre retratos antiguos, telas y armaduras de época e indagar en la existencia de los indios guaraníes. También acude a palabras del pintor para describir la composición: 

“El sitio donde se desarrolla la escena es la Plaza de Mayo actual; por el efecto de la luz solar se puede calcular las nueve o diez de la mañana; el espectador mira al Norte, que corresponde al centro del cuadro. En este sitio está elevado el símbolo de la ciudad representado por el rollo público como árbol de la Justicia o picota, que así se denominaba. En muchos pueblos de España aún existen esas grandes columnas de piedra con sus graderías, en la plaza pública. De la misma forma se ven dibujadas en antiguos planos de ciudades de América. Se ordenó, entonces, que donde no hubiera piedras para su construcción se hicieran de madera, para lo cual emplearían el tronco de un árbol grande que recordara por su forma el tradicional emblema; y así se hizo en Buenos Aires. Clavado en el madero hay un pergamino con el bando que Garay mandó publicar, que decía así Ninguna persona sea osado a le quitar, batir ni mudar so pena de muerte natural y así lo proveyó y mandó ante testigos el capitán general Juan de Garay, —Pedro de Xerez, escribano público del Cabildo y Gobernación. En la línea de la costa que va hacia el Norte se ven las barrancas que dan frente al río; el recodo que forma el final corresponde al sitio llamado hoy el Retiro; viéndose, a lo lejos, anclada en las turbias aguas, la carabela San Cristóbal, de Buenaventura, en cuya bandera blanca vese la Cruz de San Andrés. Este fue el primer barco que se construyó en Paraguay, y que condujo desde la Asunción a la mayor parte de los expedicionarios, pues, por tierra, vinieron al mando del capitán Vera y Aragón, sobrino del Adelantado, los conductores de gran cantidad de ganados, así como de carros, pertrechos, alimentos, ropas e indios servidores, pues, por privilegio real, los pobladores de las provincias del Plata eran encomenderos. Estos indios pertenecían a la casta guaraní, pues los pobladores del territorio los querandíes, eran enemigos acérrimos de todo dominio extranjero. A la izquierda se extiende la llanura cubierta de pastos y las tolderías de los indios. En la actitud de Garay había que dar idea del retrato moral que nos han legado sus contemporáneos del gran conquistador, capitán valeroso y esforzado (así decían de él sus soldados) insigne gobernante, leal vasallo del Rey, hombre sencillo y desprendido con los necesitados, y terror de los indios enemigos. Esta figura, creo, expresa mejor que la anterior de este personaje, que tendría entonces cincuenta años. Su actitud en la ceremonia de la fundación es: cuando ante el estandarte real y la Cruz alzada, tendida por el franciscano padre Rivadeneyra, y según dice el acta levantada por el escribano público Pedro de Xerez … echó mano a su espada y cortó yerba y tiró cuchilladas y dixo que si había alguno que se lo contradiga y parezcan presente…; no pareció nayde que contradixere…, tomó posesión, entonces, en nombre del Rey Felipe II, el sábado 11 de junio de 1580. Viste Garay sayo de armas y capotillo vizcaíno de paño pardo, por el cuello entreabierto se ve el gorjal y la coraza de hierro con la banda carmesí de capitán general. Las mangas son de malla, y las calzas atacadas, de piel, cubriendo su cabeza el bonete con plumas. Tiene Pedro de Quirós el estandarte real como regidor más antiguo, viste coleto de terciopelo carmesí, con mangas y trusa azules, bohemio con mangas, echado sobre el hombro, calzas atacadas de cuero y sombrero de rizo. A la izquierda, cerca del rollo, Don Álvaro Martel de Guzmán, segundo alcalde ordinario, natural de Sevilla, viste coleto acuchillado de ante, traje negro y capa de paño verde, lleva en la derecha el alto bastón de su cargo; a su lado, Ana Díaz, madre de uno de los pobladores, única mujer que entró en el repartimiento; cerca del padre Rivadeneyra, se ve algo de su compañero el padre Picón, y aparece también la cabeza de un mestizo. Detrás de Pedro de Quirós hay un arcabucero; cubre la cabeza con copete de hierro y plumas; viste coleto de cuero y cruzado con la bandolera de los cartuchos y polvoreros, gregüescos amarillos y armado de arcabuz y espada; a su izquierda, está Pedro Fernández, uno de los supervivientes de la expedición de Mendoza, fundador en 1535 de la primera Buenos Aires, destruida por los indios; era escribano público y acompañó a Garay para indicarle el sitio donde se fundó, y que Garay desechó por el actual. A su izquierda, Rodrigo Ortiz de Zarate, primer alcalde ordinario con su atributo; éstos, por sus apellidos, eran señores de noble origen, y para ese acto llevarían sus trajes de fiesta, aunque muy deteriorados. En primer término, uno de los soldados paleros, y detrás regidores, arcabuceros y toda clase de colonos. A la derecha del cuadro, Pedro de Xerez, levantando el acta; viste la garnacha propia de su cargo, y en la cabeza, el capelete negro; a su lado, Juan Fernández de Enciso, procurador. Un indio tiene de la brida el caballo andaluz de Juan de Garay, y detrás, sobre un alazán, Alonso de Vera y Aragón (por mote Cara de Perro), capitán de la caballería. Entre estos grupos, y a lo lejos, se ven los obreros que hacen las zanjas para las nuevas edificaciones. Esparcidos y rastreando por el suelo, casi como fieras, algunos indios presencian la escena con curiosidad: son de rostros feroces, tienen armada una tienda de cuero de caballo y una india amamanta a su crío. Se envuelven en mantas con cuero de guanacos, vicuñas y otros animales. De las vinchas que les sostienen los lacios cabellos arrancan las vistosas plumas; sus armas son arcos y flechas y algunos llevan las boleadoras arrolladas sus cuerdas a la cintura sobre el chiripá, arma terrible en sus manos. Algunas caras aparecen embadurnadas con pinturas y tatuajes y adornadas con medias lunas y orejeras de metal. En primer término he colocado los utensilios de trabajo y la maroma con que elevaron el grueso madero. He procurado que al primer golpe de vista se destaquen, sobre todo, los símbolos de la colonización, o sean la Religión, la Justicia y la Conquista, representadas por la cruz, el rollo y la espada de Garay ante el estandarte real de España”. 

No me resisto a que conozcan la íntegra descripción de la obra en palabras de Moreno Carbonero, trascritas por su coetáneo Murillo Carreas en 1943.  

Para la ilustración de esta publicación en homenaje al pintor se reunieron hasta 170 fotograbados en el año 1942 de sus obras, conservados en planchas fotográficas sobre cristal en el Museo de Málaga y restauradas a principios de 2005, cuando se incorporaron a los fondos museográficos de la institución desde el archivo documental donde no se encontraban inventariadas, entre las que destaca el legado fotográfico de Rafael Murillo Carreras, primer director del Museo, pintor y fotógrafo. 


“La fundación de Buenos Aires” [Madrid, 1910], plancha fotográfica sobre cristal
Inventario 2115, Museo de Málaga


“La fundación de Buenos Aires” [Madrid, 1924], plancha fotográfica sobre cristal
Inventario 2117, Museo de Málaga


Bibliografía:
BALMACEDA, Daniel (2011), Biografía no autorizada de Sudamérica. 1910, Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
GUTIÉRREZ VIÑUALES, Rodrigo y RADOVANOVIC, Elisa (1995), “Moreno Carbonero, pintor de la historia fundacional de Buenos Aires”, Boletín de Arte, 16, Málaga, Universidad de Málaga, Departamento de Historia del Arte, pp.
MORALES FOLGUERA, José Miguel y SAURET GUERRERO, Teresa (1990), Patrimonio artístico y monumental [V Aniversario de la constitución del Ayuntamiento de Málaga, 1489-1989], Málaga, Ayuntamiento de Málaga, Catálogo nº 30, pp. 293-294.
PUBLICACIONES DE LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN TELMO DE MÁLAGA (1943), Moreno Carbonero. Homenaje al glorioso maestro. Originales literarios de S. González Anaya, M. Prados y López, R. Murillo Carreras, A. Pons y R. de Verger, A. de Burgos Oms, L. Cambronero Antigüedad, J. Temboury y Álvarez, J. Prados López. Marqués de Lozoya, F. Bermúdez Gil, F. Bejarano Robles, J. Díaz Serrano, A. Ramírez Tomé y M. Tercero, con ciento setenta reproducciones en fotograbado. Fotografía de Laurent, Lacoste, Roig, Moreno, Ruiz Vernacci, Murillo Carreras, Zubillaga, Ruiz del Portal y otros. Fotograbados de Espasa Calpe s.a. y Furnells. Málaga, Imprenta Ibérica.
SAURET GUERRERO, Teresa (2008), José Moreno Carbonero. Homenaje en el 150 aniversario de su nacimiento 1858-1942 [Catálogo Exposición Museo del Patrimonio Municipal de Málaga, 16 de octubre de 2008 al 18 de enero de 2009], Málaga, Ayuntamiento de Málaga, Área de Cultura.


sábado, 3 de marzo de 2018

Los Museos y la Mujer



Portada “Los museos y la mujer”, Museum 
(Revista trimestral publicada por la UNESCO, nº 3, 1991)

Para el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, deseo actualizar los contenidos del número que Museum 171, revista trimestral publicada por la UNESCO como órgano de comunicación del Consejo Internacional de los Museos en París, dedicó a la relación existente entre los museos y las mujeres. La coordinación del presente número se encargó a la museóloga danesa Lise Skjøth, integrante del comité consultivo de redacción de la revista. La visión de género aplicada a la institución y profesión museológicas había sido tratada el año anterior en la reunión de trabajo en Copenhague, entre los días 21 y 27 de junio, de las que se dedujeron en aquellos años las principales líneas de reflexión para el número hoy rememorado y donde se planteaban las siguientes cuestiones:

- La visión que las exposiciones de los museos dan de la mujer.

- Cómo se desenvuelven las mujeres en las profesiones relacionadas con los museos.

- Qué se puede hacer para mejorar las perspectivas de las mujeres en esas profesiones.

- De qué modo podrían ayudar los museos en la mejora de la condición de la mujer en general.

En la actualidad podríamos seguir preguntándonos sobre las mismas cuestiones, pues a pesar de los pasos dados en el sentido de la igualdad de género en los discursos museológicos, la mejora profesional y la inclusión de los museos en la militancia activa filofeminista, aún vivimos en un entorno social con las estructuras patriarcales no sólo casi intactas, sino en profunda actualización por los comportamientos de las generaciones más jóvenes, y unos condicionantes económicos que continúan penalizando a las mujeres en función de las potencialidades biológicas en torno a la fertilidad y maternidad femeninas, a pesar de las necesarias políticas de fomento de la natalidad propugnadas en las naciones más envejecidas, la conciliación familiar y responsabilidad compartida del hogar entre ambos progenitores y cualquier razonable medida que se encamine a que a igual formación, dedicación y responsabilidad, igualdad salarial.

La respuesta sobre el número recuperado suscitó un llamamiento entusiasta, que presentó una extensa panorámica en la relación entre museos y mujeres en todos los ámbitos culturales del mundo. De las autoras que enfrentaron reflexiones sobre la situación de mensajes museológicos presentados en los museos, estado de la profesión femenina e implicación institucional del museo en la mejora general de la mujer en el mundo, algunas de ellas: se sorprendieron negativamente, al percibir una realidad que no habían supuesto en principio tan mala; mientras que otras descubrieron con optimismo síntomas del buen camino en que se transitaba hacia la igualdad de género.

La misma organización del Consejo Internacional de Museos tenía en torno a la presencia femenina un importante déficit: entre los años 1946 y la fecha de estudio no había existido ninguna mujer en la presidencia, ni del Consejo ni de su Comité Consultivo, desde 1962 en este último. Mejor panorámica mostraba la presidencia de los Comités nacionales e internacionales del ICOM para el año 1990, con un número muy equitativo en Europa y América del Norte, mientras que la realidad latinoamericana era un erial de varones frente a la masiva presencia de mujeres en todos los comités nacionales e internacionales, invirtiéndose la situación en el continente africano y asiático, donde sólo dos mujeres se integraron en comités nacionales africanos y una en los asiáticos y oceánicos.

En este sentido, dos mujeres pueden considerarse pioneras en la organización del Consejo Internacional de Museos: la norteamericana Grace Morley y la francesa Yvonne Oddon. 


Grace Morley (1900-1985) © ICOM
Grace McCann Morley (1900-1985) comenzó su profesión como directora de los museos estadounidenses de Arte de Cincinnati (1930) y de San Francisco (1934). Llamada en 1947 para la dirección de la División de Museos de la UNESCO, trabajó junto a sus colegas Chauncey Hamlin y Georges Salles en la creación del Consejo Internacional de Museos (ICOM) y en la formación de un instrumento de comunicación internacional del consejo: la revista Museum. Su ascendencia internacional indujo al gobierno de la India a nombrarla directora del Museo Nacional de Nueva Delhi, cargo que desempeñó entre los años 1960 y 1966. Al año siguiente, Morley alcanzó la jefatura de la Agencia Regional del ICOM para Asia, con sede en Nueva Delhi (India), cargo que ocupó hasta su jubilación en 1978. Durante estos años, Grace Morely procuró colocar el área asiática en el panorama museológico mundial, inspirada en los principios universalistas del ICOM, celebrando allí en la década de los setenta varias reuniones internacionales. Su trayectoria profesional fue recompensada por sus compañeros de la Asociación Americana de Museos en un homenaje en el año 1984. Los que conocieron y trataron a Morley destacan de ella su enorme capacidad de trabajo, y el poder de convicción en la transmisión de los principios fundacionales del Consejo Internacional de Museos por la creación de una comunidad porfesional mundial al servicio de sus bienes culturales y al servicio del derecho del público a su acceso en las mejores condiciones que la museografía pueda ofrecer.



Yvonne Oddon (1902-1982) ) © ICOM
La francesa Yvonne Oddon (1902-1982) tuvo una vida profesional más típica entre las mujeres de su generación, entrando en la profesión de la mano de Georges-Henri Rivière como bibliotecaria del Museo de Etnografía del Trocadero en el período entreguerras, en 1929. A esta mujer se debe la organización de la biblioteca del museo como centro bibliográfico y documental vital a la vida de la institución, que hasta su llegada prácticamente fue inexistente, y en cuyos trabajos se emponderó combinando una clara posición política en su mundo, con un ejercicio profesional enérgico y cargado de razones técnicas y museográficas. Por sus actividades en la resistencia francesa contra la ocupación alemana y el gobierno colaboracionista francés fue deportada a un campo de concentración alemán, siendo liberada en 1944. Recuperada para el ICOM, se encargó en el Hotel Majestic de organizar los archivos de su mentor Georges-Henri Rivière, poniendo sus conocimientos al servicio de la UNESCO en misiones por Haití, Nigeria o Chile. De regreso en París, se encargó de organizar el Centro de Documentación UNESCO-ICOM y, junto al profesor Stanislaw Lorentz, fueron los promotores de la creación del Comité Internacional del ICOM para la Documentación (CIDOC), encargándose durante muchos años de su Secretaría. Como docente se comprometió desde 1964 con el desarrollo de la profesión en el cono africano, donde impartió clases en el Centro Bilingüe de Formación de Técnicos de Museos de Jos (Nigeria). La mayoría de museológos del mundo reconocemos a Yvonne Oddon como la autora del tratado más importante sobre: Elementos de documentación museográfica (1968), texto francés que ha tenido traducción al inglés, español y portugués. 



Fuensanta García de la Torre © EuropaPress

En España, la profesional femenina que me resulta más inspiradora para un rendido homenaje en tan destacada fecha es la sevillana Fuensanta García de la Torre. La semblanza no resulta mermada un ápice tras las figuras reseñadas de Morley y Oddon, pues tanto en el terreno de la Historia del Arte como de la Museología españolas es un referente para aquellos que nos dedicamos profesionalmente al mundo de los museos, preguntándonos a cada paso qué haría en ese concreto caso García de la Torre. Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla en 1975, en su sección de Historia del Arte, su atracción por el mundo de los museos nació de las prácticas y colaboraciones profesionales con los museos sevillanos: Arqueológico, de Bellas Artes, de Arte Contemporáneo y de Costumbres y Artes Populares en un extenso arco cronológico entre 1972 y 1980. Durante este período, obtuvo una de las escasas pensiones por Museología para la Academia Española en Roma (1977-1978), cuyo aprovechamiento académico compaginó con su trabajo como Custo deausiliare en los romanos Museos Vaticanos. De regreso en España, compatibilizando aún colaboraciones en los museos sevillanos, tras una brillante oposición se integró en el Cuerpo Superior Facultativo de Conservadores de Museos estatal en el año 1981 con destino en la dirección del Museo de Bellas Artes de Córdoba, cargo que ha ocupado hasta su jubilación en el año 2012. De su mano, el museo cordobés transitó en los años ochenta de la obsolescencia de sus instalaciones y discursos a la renovación museográfica y de discursos museológicos hasta su actualización; las transferencias de gestión que la Constitución de 1978 procuraba en un nuevo modelo de estado autonómico; y, en los noventa y primeros años de la nueva centuria, en la transformación del museo tradicional centrado en su colección a un modelo de museo vivo y dinámico al servicio de su sociedad, con un entusiasmo mayor si cabe. Sin nunca despreciar los contenidos más técnicos de su profesión, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía le encargó la dirección del Programa de Conservación Preventiva de los Museos Andaluces, y los ha puesto a disposición de las nuevas generaciones como docente en la Universidad de Córdoba y en el Máster de Museología de la Universidad de Granada y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Pero más allá de las notas biográficas, los profesionales que hemos tenido la suerte de trabajar bajo su dirección debemos poner en valor el ejercicio de una Museología en femenino por cuanto corresponde a su persona un compromiso constante y sin desmayo por su profesión y la institución en la que trabajaba, el compromiso sin fisuras con el público de los museos a los que destinaba sus labores profesionales, la continua confianza hacia el personal que trabajamos con ella, respaldados en todo momento por una dirección empática, colaborativa y profesional. Con las limitaciones que el entorno socio-cultural impone al desarrollo de políticas de género en pos de una igualdad efectiva, la exclusiva semblanza profesional de Fuensanta García de la Torre hoy me conforta en la certeza de que existe un camino en este sentido con el éxito a su final. 

Bibliografía:
RIVIÈRE, Georges-Henri, La Museología. Curso de Museología / Textos y Testimonios, Madrid, Akal, 1993, pp. 254-255.
ODDON, Yvonne, Elements of Museum Documentation: Elément de documentation muséographique, [s.l.], Jos Museum, 1968.
PORTES, Elisabeth des y RAFFIN, Anne, “A propósito de las mujeres en el ICOM”, Museum 171 (nº 3, 1991), París, UNESCO, pp. 129-132.