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lunes, 9 de diciembre de 2013

Centre Georges Pompidou en Málaga: un anuncio inesperado.


© Autor 2007. 

Nadie podría sospechar que el Centre National D’Art et de Culture Georges Pompidou pudiese haber puesto sus ojos para la instalación de la primera de sus franquicias internacionales en España, en un país en continua evaluación por las agencias internacionales para la calificación al céntimo de euro de su deuda, fortificado con las inmisericordes “concertinas” ante los embates de las paupérrimas hordas del sur y bajo “sospecha” en los tribunales de “derechos humanos” internacionales por la aplicación de sus inquietantes doctrinas judiciales, las afasias históricas con otras víctimas del terror y los nuevos marcos legales para la “tranquilidad anestesiada” de su ciudadanía aparentemente insatisfecha. Pero no sólo han puesto su lupa de aumento sobre España, ese país de alarmantes colas de parados en las oficinas de empleabilidad para pasar luego a aguardar su ordenada cola en los bancos de alimentos y en los comedores sociales en una proporción aún más inquietante, sino que la ha puesto sobre Málaga, capital de la Costa del Sol.

Quizá los gestores del Centre Georges Pompidou se hayan documentado en la prensa cultural de la ciudad de los últimos diez años para tomar esta decisión y, más concretamente, en aquella dedicada al panorama museológico de la provincia malagueña desde el cierre del Museo de Málaga en el último lustro del siglo XX. Si este fuese el caso, posiblemente les atraiga la amplia panoplia de fórmulas de gestión en los modelos malagueños ofertados por Fundaciones: Museo Picasso Málaga, Museo Carmen Thyssen Málaga o Museo Félix Revello de Toro; o las experiencias que ofrece la transferencia a empresas de gestión privada del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga o de directa titularidad y gestión privada del Museo Automovilístico de Málaga. Sin mencionar con cierto rubor asomando a las mejillas del museo Art Natura por acuerdo municipal con la Royal Collections, que por utilizar un titular de Antonio Javier López en el Diario Sur (domingo, 22 de enero de 2012) de no hace tanto tiempo: “brinda un retablo escandaloso sobre la gestión pública negligente”.

¿Es transferible el modelo museológico del Centre Georges Pompidou al cubo de cristal de unos 6.000 metros cuadrados en el nuevo área de ocio de las instalaciones portuarias de Málaga? No creo poseer la osadía de algunos representantes públicos consistoriales para dar una respuesta rotundamente afirmativa al respecto.

© Autor, 2007. 








© Autor, 2007.






























El gran proyecto de creación de un Centro de Arte y Cultura Contemporáneos en París requirió de un edificio ex novo: espectacular en su fisonomía, moderno y tecnológico en su concepción y tremendamente flexible en su proyección espacial, para poder dar respuesta a las innumerables corrientes plásticas y soportes artísticos de la segunda mitad del siglo XX. Tras un gran Concurso Internacional celebrado en 1972, los arquitectos que obtuvieron finalmente el proyecto fueron el italiano Renzo Piano y el británico Richard Rogers, quienes contaron para su compleja estructura “high tech” con la experiencia de Ove Arup and Partners. Así se inauguró el museo el 31 de enero de 1977, como gran telón de fondo a la Plateau Beaubourg, transformada en gran centro ciudadano de manifestaciones artísticas alternativas contemporáneas en la ciudad. ¿Existe algún paralelismo con una estructura ya concebida y construida a la que se pretende dar funcionalidad de forma perentoria?

Con una referencia clara en la arquitectura industrial, el Centre Pompidou se presentó como gran objeto expositivo que venía a aportar un nuevo modelo arquitectónico iconoclasta e innovador de los edificios museísticos al uso, lo que J.M. Montaner y J. Oliveras calificaron de: elemento arquitectónico destinado al juego, la diversión y la propaganda.

No obstante, lo que se presentó como una renovadora propuesta museológica para los nuevos centros de arte contemporáneo mundiales se demostró una auténtica pesadilla para los profesionales de los museos, los conservadores de sus colecciones, pues las salas de exposición difícilmente pudieron disponerse para el uso expositivo que requerían, tomando como referencia muy distintos puntos de vista (conservación, iluminación, etc.). Por ello, en menos de cinco años necesitó de una severa intervención interior de sus unidades expositivas por la arquitecta italiana más afamada en su momento, Gae Aulentí, quien entre 1980 y 1986 debió repensar su espacio interior y adaptarlo a la exhibición de obras de arte, por muy compleja que esta labor fuese.

A pesar de esta rotunda intervención, aún en el año 1991 Jean-Paul Améline denunciaba en círculos profesionales que el Centre Pompidou no sólo “enmascaraba al Museo” ante el público, sino que ocultaba insensiblemente las funciones patrimoniales para las cuales no había sido preparado suficientemente.

A los veinticinco años de su apertura, Juan Pedro Quiñonero ofrecía en el ABC Cultural una demoledora valoración del museo, que había pasado de ser un laboratorio de las artes contemporáneas a una factoría de chucherías. Según el autor:

Nacido, originalmente, como “catedral” y “templo” de la modernidad más vanguardista, apátrida y cosmopolita, el Pompidou fue muy pronto víctima de su éxito, arrollador. Quien haya visitado una gran exposición, un fin de semana, comprenderá hasta qué punto la masificación, la pedagogía y las mejores intenciones populistas pueden transformarse en un infierno, pisoteado, literalmente, por una horda trashumanteusee obtuvieron el hoy es umbralitado uy pronto  or fuese. aliana mata (conservacios edificios musee obtuvieron el hoy es umbral y sencillamente insensible a unos productos vagamente artísticos, producidos, consumidos, deglutidos y defecados sobre la marcha, vertiginosa, de unos ascensores mecánicos.

© Autor, 2007.
Del 2002 al 2007, año en que tuve la oportunidad de visitarlo, la situación no mejoraba mucho, aunque la banalización cultural de la factoría Pompidou se redime en el magnífico ambiente que se sigue concentrando en la Plaza Beaubourg, con su espacio de cultura alternativo y su congregación de ciudadanos interesados por las propuestas artísticas más diferentes y alternativas.
© Autor, 2007.

© Autor, 2007. 





































Hoy continúa siendo uno de los centros museísticos más visitados de París, cuya escala urbana creo no debe parangonarse más que con grandes capitales de su magnitud patrimonial y cultural. No deseo que se entienda esta reflexión como un ataque frontal al proyecto de incorporación de un museo más a la ya extensísima nómina de museos y colecciones museográficas capitalinas, sin necesidad de salir a visitar la provincia, sino que deseo insistir en que debe preocuparnos más su sostenibilidad en estos duros momentos económicos que sumar el nuevo albur de un sueño museológico más. Existen propuestas que, a pesar de los oropeles de su renombre, deben quedar olvidadas sin secuelas: subsede del Museo del Prado en calle Alcazabilla o Guggenheim en la Plaza de la Merced.

Bibliografía recomendada:

AMÉLINE, Jean Paul (1991), “Museo Nacional de Arte Moderno del Centro Georges Pompidou”, en El Arquitecto y el Museo, Sevilla.

LÓPEZ, Antonio Javier (2012), “Línea de Fuga. Humo”, Diario Sur, domingo 22 de enero, pág. 54.

MONTANER, J.M. y OLIVERAS, J. (1986), Los museos de la última generación, Barcelona.

QUIÑONERO, Juan Pedro (2002), “Crónica 2002. Un laboratorio Contemporáneo”, ABC Cultural, Madrid, Prensa Española, número correspondiente al 1 de enero, pág. 39.