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lunes, 22 de abril de 2019

Yacente de Francisco Palma Burgos (1918-1985) en el Museo de Málaga


Yacente (Málaga, 1963). Vaciado en yeso policromado, Museo de Málaga
© Elena Moreno Reyes, 2008


Resulta una oportuna ocasión ofrecer un sencillo homenaje recién pasada la festividad del Viernes Santo a Francisco Palma Burgos (Málaga, 1918 – Úbeda, Jaén, 1985), quizás el imaginero más afamado entre los autores de singulares tallas del pasado siglo que realizan estación de penitencia en la Semana Santa andaluza. De todos son bien conocidas las reinterpretaciones que Palma Burgos realizó sobre el Cristo de la Buena Muerte de Pedro de Mena o del singular grupo de La Piedad realizado en 1929 por su padre, cuyos originales desaparecieron durante los luctuosos sucesos de la noche del 12 de mayo de 1931, ambas populares imágenes procesionales malagueñas, mientras que desarrolló una intensa actividad nacional menos conocida entre nosotros.

Verdadero portento de Arte, Francisco Palma Burgos tuvo su cuna en el taller escultórico paterno de la calle Cobertizo del Conde, aledaño al malagueño barrio de La Victoria, donde nació el 12 de febrero de 1918, primogénito entre ocho hermanos del matrimonio formado por el escultor antequerano Francisco Palma García y Purificación Burgos. Emulando el oficio paterno, comenzó a modelar casi jugando con los mismos modelos de su padre, y se cuenta que a los once años sorprendió con un busto del gran poeta y entrañable amigo de Palma García, Salvador Rueda, en las mismas fechas que se data el busto en bronce que conserva el Museo de Málaga dedicado con entrañable admiración por el antequerano al poeta de Benaque (Macharaviaya, Málaga). Tras completar su formación en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Málaga, ingresó en 1938 como profesor asistente en modelaje y escultura del centro docente, en el mismo año que tuvo que ponerse al frente del taller abocado por la prematura muerte de su padre, en un momento crucial en que se dispararían los encargos en Málaga tras los devastadores efectos del anticlericalismo republicano y los posteriores desastres generalizados durante la Guerra Civil. De este año es su primera gran talla procesional, el Cristo de los Milagros de la Hermandad de Zamarrilla, encargo que heredó de su padre para su reorganización en la Parroquia de San Felipe Neri en 1939, a los que inmediatamente siguieron: el Cristo de la Buena Muerte y Agonía, más conocido como Cristo de Mena; La Piedad; el crucificado de la Archicofradía de La Sangre —todas de 1941—; y el Cristo de La Humillación en 1942. Son años de intensa actividad, que Palma Burgos compaginó con estancias en Italia, gracias a la obtención de bolsa de viajes del Ministerio de Asuntos Exteriores, para completar su formación en contacto con sus círculos artísticos en la línea de los pensionados decimonónicos.


Cristo atado a la columna (Málaga, c. 1945), madera tallada y policromada
© Úbeda (Jaén), 1947

La fama nacional le llegó en el año 1943, cuando obtuvo por concurso el encargo para la ejecución del trono procesional del madrileño Cristo de Medinaceli, estableciendo taller en la capital. Dos años más tarde, Paco Palma se desplazó a Úbeda (Jaén) para enfrentar la confección del Cristo de la Columna y el grupo escultórico para la Hermandad del Santo Entierro de Cirsto, cuya talla de la Virgen obtuvo medalla de Segunda Clase en la madrileña Exposición Nacional de Bellas Artes de 1945. La ciudad jienense cautivó al imaginero, quien primero instaló taller en su calle Guadalquivir y, más tarde, tuvo la oportunidad de emplear como estudio y taller las naves de la Iglesia de Santo Domingo, centro de formación de numerosos jóvenes escultores, que acudieron a la ciudad al reclamo de las gubias de Palma Burgos. La actividad debió de ser frenética, al añadirse el taller del malagueño a las tareas de reconstrucción de Obras Devastadas del nuevo gobierno franquista.

La década de los sesenta se inaugura con un giro copernicano en la vida profesional de Francisco Palma Burgos, estableciéndose en el italiano Castel Sant’Elía, cercano a Viterbo, para poder dedicarse al ejercicio de la pintura que se había visto obligado a abandonar en sus años juveniles por la necesidad de enfrentar la dirección del taller paterno, donde también trabajaron sus hermanos escultores: José María y Mariano Palma Burgos. De su éxito italiano fue expresiva la obtención de la Medalla de Oro del Ministro della Difensa en la Exposición Internacional de Gubbio (Italia). De regreso en España, presentó sus obras pictóricas en la Galería Marqués de Larios entre el 9 y el 20 de septiembre de 1965, donde lucieron sus laureles italianos. 



Díptico Paco Palma, Artes Gráficas Alcalá [Málaga, 1965]
Portada: Medalla de Oro, Premio Ministerio della Difensa, Exposición Internacional de Gubbio (Italia)


Los años setenta afianzan el prestigio internacional del escultor, al recibir en 1978 el premio “Leonardo D’Vinci” al Mérito Artístico en Roma, y se dedicó con pasión a la teoría plástica y crítica artística, publicando ilustraciones y artículos en prensa, así como colaborando con La Voz de Úbeda con su serie radiofónica: El artista y su entorno. Dos años antes, había recibido un cálido homenaje en su ciudad de adopción con la instalación de su busto en bronce, realizado por su hermano José María, en las proximidades de la Iglesia de El Salvador. En el primer lustro de los años ochenta, Paco Palma realizó sus últimas esculturas, caso del Cristo Yacente para la localidad canaria de Santa Cruz de la Palma y el Cristo del Perdón de Almería, pocos años antes de fallecer el 21 de diciembre de 1985, dando signos de su intensa religiosidad al ser amortajado con hábito de la Hermandad del Cristo de la Noche Oscura, de la que fue fundador y había tallado su titular en 1966.

Aunque durante su vida tuvo talleres en su ciudad natal, Andújar, Madrid, Úbeda y Viterbo (Italia), no podemos albergar dudas sobre su vinculación malagueña, donde fue profeta con apenas veintidós años, cuando fue recibido por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, en los mismos años en que su admirado maestro Mariano Benlliure fue distinguido como académico de honor por sus singulares encargos locales en escultura urbana y procesional, durante la presidencia de Salvador González Anaya. No obstante, es escasamente conocida la vinculación que el escultor posee con el Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga a principios de los años sesenta. 


Yacente (Málaga, 1963). Vaciado en yeso policromado, Museo de Málaga
© Elena Moreno Reyes, 2008

En el Museo de Málaga se tutela un vaciado en yeso policromado de Cristo yacente, de cuya exhibición en la institución dieron cuenta el malagueño Diario Sur y el granadino Ideal en 1964. La obra ejecutada en su taller malagueño, que los articulistas relacionaron con la Cofradía del Santo Entierro de Úbeda, se exhibió en el Museo Provincial del que dio cuenta una bella crónica en el Diario Sur de Gracián Quijano, académico de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, bajo el expresivo título: Espiritualidad y materia. El cronista destaca el toque italianizante de la talla, combinado con la indeleble marca de buena imaginería española de esta serena imagen, afirmando que: Paco Palma vino de Roma para hacer este “Cristo Yacente”, trabajando, sufriendo, casi llorando al plasmar en madera toda la armonía y toda la grandeza que bebió en la Ciudad Eterna, para poder dejar en tierras jiennenses [sic], la fuerza de su gubia, la delicadeza de su sentir, y la maestría de su saber hacer 



Gracián Quijano, “Espiritualidad y materia”, Sur, 4 de septiembre de 1964


La obra debió de encontrarse en los talleres malagueños de los Palma Burgos, cuyo sereno modelado y ajustada policromía se atribuyen a las gubias expertas del maestro en 1963, que se exhibió en el Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga al año siguiente para disfrute de los malagueños antes de expedir la obra a Úbeda, con destino en la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares para integrarse en la Cofradía del Santo Entierro de Cristo y Santo Sepulcro. La obra fue encargo de los hemanos cofrades como titular de la segunda advocación, sumada al primer grupo escultórico de 1945 para procesionar en solitario: un yacente en su Santo Sepulcro. 

 

M. Adarvez, “Exposición de la escultura de Cristo yacente del artista malagueño Paco Palma en los 
Salones del Museo de Bellas Artes“, Ideal viernes 4 de septiembre de 1964

 

Cofradía del Santo Entierro de Cristo y Santo Sepulcro
Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, Úbeda (Jaén)
© Daniel Villafruela, 2011

Sabemos, gracias a la documentación conservada en el Museo de Málaga, que debió de quedar en la ciudad un vaciado en yeso de la obra, autorizando el entonces director de la institución, Manuel Casamar Pérez, el traslado de la pieza al Museo Provincial en calidad de depósito el día 9 de noviembre del año 1968. Al año siguiente la obra fue intervenida por el alumno del gran maestro, el escultor Antonio Leiva Jiménez, quien facturó al Museo de Málaga mil quinientas pesetas en concepto de restauración del modelo en escayola y la ejecución de su policromía para su exhibición pública en la unidad expositiva en segunda planta del Palacio de Buenavista, conocida popularmente como la capilla. 


Exposición del yacente de Francisco Palma Buegos [c. 1970]. Museo de Málaga

Quizá sea esta intervención la que resta calidad plástica al modelo del gran imaginero, con una policromía excesivamente uniforme en matices y olivácea en su entonación general, que no comparece con la perfecta anatomía del yacente. Es evidente la vinculación de la pieza con las obras de Francisco Palma Burgos en el modelado del rostro, dominado por la masa craneal que tras un intenso sufrimiento ha dejado un profundo cuenco de las órbitas oculares, especialmente oscurecidas en su recorte de la estructura ósea craneal, una perfecta nariz aguileña y boca entreabierta, que deja intuir la última exhalación por la posición de su lengua. Cabello y barba, partida en dos equilibrados mechones, caen en tiránico dominio de la ley gravitatoria. Posiblemente, el rostro del yacente sea lo más característico de la producción de Palma Burgos, mientras que su cuerpo responde a una anatomía idealizada en sus nuevas influencias italianas, tal y como recordó Gracián Quijano, con la sensualidad que aporta la desnudez del cuerpo masculino, cuya genitalidad cubre grueso paño de pureza bajo la mano depositada sobre el terso vientre de la figura, mientras su diestra descansa paralela al cuerpo con la presentación dolorosa de una intensa herida, producto de la clavazón de la carne al madero en la tradicional iconografía que sitúa las llagas en el centro de las palmas de sus manos entre intensas laceraciones.

 

Izquierda rostro del vaciado, Museo de Málaga, y derecha rostro del yacente original en Úbeda
© Izda. Elena Moreno Reyes, y dcha. Fernando Salas Pineda


En líneas generales, el vaciado y su talla original no difieren excesivamente en composición y tratamiento de los volúmenes, aunque el acabado final de la talla jienense presenta una fina policromía que desmerece la que cubre su modelo en escayola, en parte por la materia base sobre la que se aplica y, por otra, por lo descuidado de su ejecución. El yacente presenta una serena asunción de la muerte, casi en la línea de un profundo y reparador sueño, donde las secuelas del padecimiento pasionista se circunscriben a la enjuta carnalidad craneal y a los escasos rastros del sangrado provocado por las espinas de su grotesca coronación con zarzas y el intenso hematoma que nos recuerda el peso del madero portado. La cabeza descansa en natural torsión hacia su derecha sobre el extenso almohadillado de su cabello, frente a la estricta frontalidad del cuerpo, extendido sobre el sudario. El modelo se encuentra muy cercano al yacente tallado en 1949 para la Venerable Hermandad del Santo Sepulcro, que tiene su sede en la Iglesia Parroquial del Apóstol San Bartolomé de Andújar (Jaén), que recupera con ligeras variaciones en una presentación más mórbida de la muerte, que deja el cuerpo más abatido y sumisamente abandonado a su glorioso destino. 


Rostro del yacente del Museo de Málaga, con impronta indiscutible de Francisco Palma Burgos
© Elena Moreno Reyes, 2008


El modelado anatómico presenta una idealización que aligera a nuestros ojos sus profundos padecimientos, con el empleo de una correcta anatomía en la que no abusa de la merma muscular y subrayado esquelético del yacente. El empleo efectista de los restos sangrantes está minimizado, así como de laceraciones y hematomas cutáneos, donde solo se presenta la lanzada del costado como uno de los datos de reconocimiento iconográfico de la figura de la que no es posible sustraerse en este tipo de encargos, así como las ya mencionadas llagas de sus manos, extremidades magníficamente talladas en su carnalidad verosímil. Sus piernas mantienen la característica flexión que perpetúa el uso iconográfico de un solo clavo en los pies del Crucificado. 

Donde se observa una radical diferencia entre ambas composiciones es en el tratamiento de los paños que cubren la genitalidad de la figura masculina yacente, mucho más osada en el vaciado del Museo de Málaga, donde la presencia se circunscribe a un grueso lienzo blanco de duro plegado que la cubre mínimamente. Mientras, el costado derecho se mantiene en plena desnudez sensual, que subraya el terso vientre sobre el que la mano izquierda se posa en relajado y natural ademán. Este aspecto quizá nos informe sobre el destino del presente vaciado en escayola, que debió de emplearse como modelo elaborado por el escultor para mostrar y validar por sus comitentes, a quienes no debió agradar la sensualidad escasamente decorosa del empleo de un paño de pureza tan escaso. Así, la talla final presenta un menor desarrollo volumétrico de su plegado a favor de un paño que cubre perimetralmente a modo de calzón la cintura del yacente, evitando la sensación de desnudez completa del modelo malagueño, más insinuante en su sensualidad carnal que púdica en la ocultación de su masculinidad. El yacente del Santo Sepulcro terminó ejecutándose bajo las indicaciones de los cofrades jienenses, exhibiéndose en el Museo Provincial en 1964 y alcanzando Úbeda al año siguiente, quedando su inicial modelo en escayola en su taller malagueño. Éste último es el que fue trasladado por el escultor Antonio Leiva a la institución en 1968 y que hoy se tutela en su sede del Palacio de la Aduana. 
 
Con la presente entrada, añadimos una pieza más al acervo patrimonial malagueño en torno a la figura de Francisco Palma Burgos, muy poco conocida y a la que aún podríamos quizás añadir alguna otra más, actualmente sin atribución documental, que se suman en esta recién conclusa Semana Santa a las imágenes que han realizado estación de penitencia en muchos puntos andaluces, producción de la espiritualidad intensa y el arte excelso del imaginero malagueño.  


Bibliografía:
ADARVEZ, M., “Exposición de la escultura de Cristo yacente del artista malagueño Paco Palma en los Salones del Museo de Bellas Artes“, Ideal viernes 4 de septiembre de 1964.
QUESADA CONSUEGRA, Ramón, Úbeda: hombres y nombres, Madrid, Asociación Gavellar, Casa de Úbeda, 1982.
QUIJANO, Gracián, “Espiritualidad y materia“, Sur martes 14 de septiembre de 1964.
ROMERO TORRES, José Luis, La escultura en el Museo de Málaga, Madrid, Ministerio de Cultura, 1980, pp. 125-126, nº cat. 89,
SMERDOU, G. Y MENA, J. L. de, “En el Museo Provincial de Bellas Artes hay un nuevo Picasso, se trata de un dibujo a lápiz dedicado y firmado por su autor a Francisco Boigas, que fue pintor también“, Ideal, jueves 17 de abril de 1969.
TÉLLEZ LAGUNA, Manuel, Paco Palma. Escultor – Imaginero, 1887-1938, Málaga, Real y Excma Hermandad del Santísimo Cristo de los Milagros y María Santísima de la Amargura, 1985.