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martes, 18 de septiembre de 2018

Enrique Jaraba Jiménez (Málaga, 1871 - 1926). “En la cocina” del Museo de Málaga





“En la cocina” [La Viñuela, Málaga, c. 1900 - 1920], óleo sobre lienzo, 88,40 x 55,40 cm.
Museo de Málaga.



La presentación de la colección permanente del Museo de Málaga en su nueva sede del Palacio de la Aduana ofrece una amplia panorámica sobre los fondos pictóricos malagueños de la segunda mitad del siglo XIX. En su ordenación expositiva subyace una secuencia cronológica de autores y obras, en la que es difícil deducir por el público en general las relaciones de magisterio entre los pintores representados: aquella mayoría de autores que tuvieron como maestros y referentes a Bernardo Ferrándiz y Badenes y Antonio Muñoz Degrain —éste tanto en Málaga como en Madrid—; los que fueron discípulos malagueños de José Denis Belgrano y Joaquín Martínez de la Vega; y aquéllos que recibieron en Madrid el magisterio de José Moreno Carbonero y de José Nogales Sevilla en Málaga.

En esa telúrica relación de pupilaje, hoy queremos presentar el magisterio ejercido por José Moreno Carbonero entre alumnos malagueños, unos que rechazaron de plano su autoridad y modelo artístico académico como Pablo Ruiz Picasso y otros que lo tuvieron como indiscutible referente de éxito profesional, como Enrique Jaraba Jiménez. Sus obras se exponen conjuntamente en un mismo espacio del museo malagueño con estéticas estrictamente sincrónicas, que no permiten preludiar los resultados finales del camino hacia la genialidad del primero y la correcta profesionalidad del segundo en la vía de una figuración de estirpe decimonónica. 


Área de Arte de planta primera del Museo de Málaga en el Palacio de la Aduana.
Enrique Jaraba Jiménez, “En la cocina” (La Viñuela, Málaga, c. 1900-1920), óleo sobre lienzo, y Pablo Ruiz Picasso, “Pareja de ancianos” / “Evocaciones” (La Coruña, 1895), óleo sobre tabla.

Menos longevo que Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 1881 - Mougins, Francia, 1973), Enrique Jaraba Jiménez nació en Málaga el 7 de julio de 1871, donde cursó sus estudios artísticos en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Telmo como alumno de Emilio Ocón y Rivas, Joaquín Martínez de la Vega y el joven José Moreno Carbonero. Su carrera profesional no circuló por los cauces tradicionales de los pintores españoles decimonónicos, pues no obtuvo brillantes resultados en los certámenes artísticos nacionales que facultaban para la obtención de la ansiada beca romana, lo que no fue obstáculo para poder desarrollar una intensa labor docente en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Málaga desde 1895, primero como profesor auxiliar interino en dibujo lineal y artístico y desde 1907 como ayudante numerario, hasta su traslado como profesor de término a Sevilla en 1920. Por permuta de plaza con el pintor Manuel González Santos, Jaraba pudo retornar a Málaga pocos años después, manteniendo su plaza hasta su prematuro fallecimiento el 5 de febrero de 1926.

El pintor destacó principalmente por sus composiciones de género o de costumbres, que superó las poéticas decimonónicas ya periclitadas a finales de siglo gracias a la sabia combinación del imperante realismo academicista heredado de la segunda mitad de la centuria con el fresco aire luminista levantino y unas tímidas propuestas en la línea modernista de la pintura catalana. La brillante paleta de Enrique Jaraba, la intensa iluminación de sus composiciones y su jugosa y deshecha pincelada aportaron a su producción un especial predicamento entre el mercado artístico burgués, afecto a este tipo de temática bien de carácter amable, como en Las faeneras de la naranja (c. 1915), o de cierta denuncia social como: En la puerta del cuartel (Cuartel de Caballería, c. 1895). Parte de la dicción plástica de Enrique Jaraba se aprecia en los trabajos costumbristas y literarios quijotescos de José Moreno Carbonero (Málaga, 1858 – Madrid, 1942), debido al enorme predicamento de su autoridad como gran figura nacional. Éste siempre se sintió orgulloso del magisterio y amistad con que Moreno Carbonero le distinguió, y se aprestó a la ejecución en 1924 del título de Hijo predilecto de Málaga, ofrecido en homenaje al insigne pintor por el Ayuntamiento de la ciudad.  



Título de hijo predilecto del ilustre pintor y malagueño José Moreno Carbonero, obra de Enrique Jaraba Jiménez (1924) y solemne entrega por el Ayuntamiento de Málaga.

Como ejemplo de la cercanía entre maestro y discípulo, presentamos al lector una anécdota vivida y narrada por Salvador González Anaya en el: Homenaje al glorioso maestro Moreno Carbonero, publicado por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (Málaga, 1943). En 1917, siendo alcalde de la ciudad el señor González Anaya, se decidió encargar algunas pinturas de malagueños ilustres para decorar el Salón de Fiestas, hoy de los Espejos, de la Casa Consistorial recién inaugurada en los terrenos anexos al nuevo Parque de Málaga. Para retratar a José Moreno Carbonero se realizó el encargo por la cantidad de mil doscientas diecinueve pesetas a su discípulo Enrique Jaraba, que no era el primero que realizaba, aprovechando una estancia de Moreno Carbonero en Málaga para su ejecución del natural. El orgulloso pintor decidió ser retratado con el uniforme de gala de la madrileña Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, para lo que el escultor Mariano Benlliure envió a Málaga su propio uniforme, luciendo su pechera con todas las condecoraciones nacionales e internacionales recibidas durante su extensa vida. La sesión terminó con la firma por Jaraba del retrato cuando, volviéndose al anciano modelo y tendiéndole el pincel, le dijo:

-  Don José, tome y añada y quite lo que quiera: que lo que usted pinte y enmiende será lo único bueno que haya en la obra.
No se hizo de rogar el requerido y tomando de manos de su exdiscípulo [sic] los útiles de la pintura, se contempló en imagen por largo tiempo, mientras que encomiaba el trabajo.
-  Está muy bien; muy bien, de veras … Si acaso … permítame … solo una pincelada —. Mezcló colores, mojó el pincel y, así, jugando, sin dar importancia al propósito … se tiñó el bigote de oscuro.
Cuando Moreno Carbonero se fue a Madrid, Jaraba —¡claro!— fiel a las enseñanzas de su maestro que le inculcó paleta en mano, en la cátedra y el estudio, la interpretación exactísima del natural en la pintura, volvió a encanecer al maestro.

Esta anécdota sobre el proceder coqueto del maestro creo es ejemplo de la intimidad y estima con que se trataron hasta la prematura muerte de Jaraba, tanto desde la formal cátedra docente como en la camaradería de compartir estudio-taller, como expresara González Anaya. En este sentido, queremos presentar esta proximidad en la obra: En la cocina. 


Enrique Jaraba Jiménez, “En la puerta del cuartel” [c. 1895], óleo sobre lienzo, 80,00 x 60,00 cm.
Enrique Jaraba Jiménez, “Las faeneras” [Las faeneras de la naranja, c. 1915], óleo sobre lienzo, 52,00 x 82,00 cm.
Museo de Málaga.


Esta obra de aspecto abocetado, más próxima quizás a una composición inconclusa que a una de técnica conscientemente deshecha, puede tal vez relacionarse con la obra Cocina de campo, que Francisco Cuenca (La Habana, 1923) presenta como exhibida en la Exposición Provincial de 1920, descrita en términos muy similares a los empleados en el Catálogo General del Museo de 1933: llamarada graciosa y mancha valiente. Sería osado afirmar que se trata de la misma obra, más allá de la coincidencia de título, pero si pensamos en las piezas dadas por Jaraba por buenas que han alcanzado el Museo de Málaga, la técnica del pintor  se encuentra en la línea de una composición abocetada con valientes pinceladas que describen sucintamente figuras que se confunden con el descarnado soporte, sobre todo hacia los extremos perimetrales de la escena, así como figuras inconclusas bien aún por definir o bien arrepentimientos por terminar de cubrir, lo que disminuye la osadía de su coincidencia. 


Detalle central “En la cocina” [c. 1900-1920 ].
Museo de Málaga.
   

Así, la escena de cocina de campo se concentra sobre dos figuras centrales que proyectan enigmáticas sombras indefinidas en su corporeidad espectral, más como proyecto inconcluso de un tercer personaje que como la proyección sobre los paramentos de sus siluetas corpóreas. El modelo masculino barbado, que distendidamente se apoya sobre el respaldo de una silla, parece más interpelar a la figura femenina desdibujada a su lado que a la finalmente resultante, que parece desplomarse con hosca mirada sobre el respaldo de otra silla. La silueta erguida desechada y la cabizbaja parecen responder a un mismo modelo femenino, cubierto con mantoncillo alfombrado y flores al pelo, sujetas por peinas, en una imagen muy folclórica, que subraya la existencia de amplias pulseras en su muñeca que cubren parte de su rostro. El cambio de pose de la modelo quizá responda a una transformación en la intención narrativa de la escena, que el pintor rápidamente corrige de una relación más cotidiana entre dos figuras erguidas hacia una inquietante interacción entre el modelo masculino de actitud dominante frente a la modelo femenina, agazapada y de enigmática lectura. 



Detalle banco corrido y cantarera de “En la cocina” [c. 1900-1920].
Museo de Málaga.



Llama poderosamente la atención la disposición de la estancia rural, de intensa iluminación desde un amplio ventanal a su derecha que produce intensos destellos en la espalda del personaje masculino, sentado sobre un amplio banco corrido de obra, que abruptamente se transforma en una especie de cantarera en la que se mantiene en inestable equilibrio un gran cántaro de cobre. El extremo contrario lo ocupa un amplio hogar, cuya chimenea solo la intuimos por la amplia viga que se emplea como estante para un conjunto de menaje culinario, recortado sobre una intensa masa vegetal. El bodegón se completa, intentando animar el fondo sobre los pesados hombros de la figura femenina, de una pequeña balda en la que esboza con una única pincelada circular con pasta grisácea el contorno de dos cacharros cerámicos, mientras una sospechosa mancha de color sucio parece haber cubierto otro arrepentimiento sobre el que se dibuja una alcuza en verde manganeso escorzada que da la sensación de encontrarse en descuidada caída, para estrellarse en pedazos sobre el suelo. Cada uno de los grupos descritos con masas de color puro, en rápidos toques de pincel que dejan al descubierto amplias zonas del soporte, permitiendo incluso que la propia pintura tome protagonismo en descuidados chorreones, me permite coincidir con la descripción de mis colegas en los años treinta, describiéndola como: macha valiente.

 

Detalle del bodegón en el lateral superior derecho de “En la cocina” [La Viñuela, Málaga, c. 1900-1920].
Museo de Málaga.
  

En este punto, interesa recuperar la relación de amistad y de autoridad artística con José Moreno Carbonero antes apuntada, con quien debió de encontrarse durante cada una de las estancias madrileñas de Jaraba, como indudablemente durante las residencias malagueñas del maestro. En ese sentido, traemos a colación una obra de José Moreno Carbonero que fue reproducida en el homenaje que la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo le tributó al año de su fallecimiento (AA.VV., 1943; 31), y que en aquellos años formaba parte de la colección de su presidente Salvador González Anaya: Una cocina campestre en La Viñuela (Málaga). 

 

“Cocina campestre en La Viñuela (Málaga)” de José Moreno Carbonero y “En la cocina” de Enrique Jaraba Jiménez.
Colección Salvador González Anaya (c. 1943) y Museo de Málaga.
 
Con ligeras variaciones de perspectiva y decoración, creo no cabe duda que la estructura del espacio doméstico es idéntico y podría responder a sesiones donde ambos artistas tomaron apuntes del natural con similares efectos de luz respecto al espacio arquitectónico, donde poder componer distintas escenas a posteriori. En el Museo de Málaga hemos aceptado como una datación razonable el amplio rango de los primeros veinte años del siglo pasado, en pleno período de madurez de ambos artistas, donde se incluye mucha de su mejor producción. Ninguna de las dos obras poseen data cronológica y localización: aunque suponemos que pueden haberse realizado entre 1900 y 1920 para la primera, durante algunas estancias en las que Moreno Carbonero estuvo por Sevilla y Málaga pintando su Romería del Rocío a principios de la centuria obra publicada a doble página en La Ilustración Española y Americana en 1905 (Madrid, año XLIX, núm. VI) y los homenajes recibidos en su ciudad natal en las fechas ya mencionadas en torno a su primer cuarto; y, para el segundo, damos la localización para ambas en la localidad axárquica de La Viñuela, según título publicado de la primera.

Tan sólo resta informar que la obra fue donada al Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga por la hija del pintor en el año 1927, tras el fallecimiento del artista, con el expreso deseo de que estuviese representado entre los autores que se exponían en la sede que ocupó en el antiguo colegio jesuita, pudiendo ser admirado en su galería de entrada. El actual conjunto en la exposición permanente del área de Arte de la primera planta del Palacio de la Aduana muestra el incremento posterior de fondos de este artista malagueño, que confieso enfrenta las composiciones de parejas en humildes ambientes de cocina de Jaraba y Picasso por una sugestiva insinuación ofrecida en un artículo por el profesor Francisco Palomo Díaz (PALOMO DÍAZ, 1988; 268). 
 

Enrique Jaraba Jiménez, “En la cocina” (La Viñuela, Málaga, c. 1900-1920), óleo sobre lienzo, y Pablo Ruiz Picasso, “Pareja de ancianos” / “Evocaciones” (La Coruña, 1895), óleo sobre tabla.

Bibliografía:

AA VV, Moreno Carbonero. Homenaje al glorioso maestro, Málaga, Publicaciones de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, de Málaga, 1943.
ÁLVAREZ RUBIERA, Amor y TENORIO VERA, Ricardo, Primeras Donaciones: 1916-1930. Museo de Málaga, Madrid, 2000, p. 46 [reproducción nº cat. 48].
CÁNOVAS VALLEJO, Antonio, Apuntes para un diccionario de pintores malagueños del siglo XIX, Madrid, 1908, pp. 31.
CUENCA, Francisco, Museo de pintores y escultores andaluces contemporáneos, La Habana, 1923 [facsímil Málaga, 1996], pp. 203-205.
DIRECCIÓN GENERAL DE BELLAS ARTES, Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga, Málaga, 1961, p. 21 (sala XI) [Mencionada como ‘Cocina campestre].
FABRA ESCAMILLA, Eduardo, Enrique Jaraba Jiménez. Un pintor empresario en la Málaga de principios del siglo XX, Málaga, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga (SPICUM), 2002.
MURILLO CARRERAS, Rafael, Catálogo del Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga, Málaga, 1933, pp. 99-100 [reproducción en fotograbado nº 85, p. 99].
OLALLA GAJETE, L. F., Museo de Málaga. La pintura del siglo XIX, Madrid, 1980, pp. 147-148 (cat. nº 106, p. 56) [Reproducción lám. XXXVII].
PALOMO DÍAZ, Francisco, Historia social de los pintores del siglo XIX en Málaga, Málaga, 1985, pp. 77-78.
PALOMO DÍAZ, Francisco, “ La pintura costumbrista del siglo XIX en Málaga”, Boletín de Arte 9, Málaga, Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Málaga, 1988, pp. 259-277.
SAURET GUERRERO, Teresa, “Panorámica de la pintura malagueña en el nacimiento de un genio”, en Centenario Picasso Málaga I. Una sociedad a fines del siglo XIX, Madrid, Ministerio de Cultura, 1981.




domingo, 9 de septiembre de 2018

Salvador Calvo: erotismo órfico en las colecciones del Museo de Málaga




“La joven” [Mujer ante el espejo, c. 1968-1974], óleo sobre lienzo, 131,00 x 80,00 cm.
Museo de Málaga.



El Museo de Málaga en su concepción institucional podría considerarse como depositario natural del patrimonio cultural de la provincia malagueña, desde su constitución hace poco más de un siglo. Es por ello que el recorrido por sus almacenes nos permiten transitar desde la inicial ocupación antrópica del terreno malagueño hasta lo que hoy somos en el concierto mundial, incluso podríamos vislumbrar lo que deseamos ser.

En esta ocasión, deseo rescatar una obra inquietante del pintor malagueño Salvador Calvo, un óleo sobre lienzo que su autor anotó en la desnuda tela de su reverso con el enigmático título de: La joven. La inquietud posiblemente proceda del carnal erotismo que la poliédrica figura femenina nos provoca, en una misteriosa combinación de largas pinceladas sinuosas y colores vibrantes, que parecen ir tomando forma corpórea mientras las observamos o bien derretirse ante la intensidad de nuestra mirada.

Salvador Calvo Martín, pintor nacido en la localidad serrana de Istán (Málaga) en el mes de abril de 1948, comenzó su carrera artística en el segundo lustro de los años sesenta en el Patronato de Enseñanzas Medias de Ronda, bajo el magisterio del pintor Cristóbal Aguilar. El alumno no debió de progresar nada mal bajo las directrices artísticas recibidas, pues en 1968 obtuvo el segundo premio en el Certamen de Pintura al Aire Libre celebrado en la localidad de Ronda y el primero en el Certamen Juvenil de Artes Plásticas provincial.  La siguiente década se inició con instructivas estancias en París y Londres, instalando su residencia en Madrid a partir del año 1972 para completar sus estudios artísticos. Salvador Calvo es uno de los artistas más polifacéticos del ambiente artístico actual, posiblemente producto de sus amplios intereses plásticos demostrados ya durante sus años de formación. Las clases oficiales en pintura y escultura fueron intensamente complementadas con la asistencia a los talleres de otros artistas o con asiduas visitas al Museo Nacional del Prado, donde el pintor ha declarado se dejó seducir por los grandes maestros que le han servido de referentes, sin embargo también la fotografía y las técnicas gráficas fueron procedimientos artísticos de los que Salvador Calvo quiso conocer sus más secretos arcanos, asistiendo a la Escuela Photo Centro y al taller de grabado Tres en Raya, donde compartió tórculo con el maestro Manolo Ayllón. El fruto de sus indagaciones plásticas durante estos años fue su presentación pública en una exposición colectiva en la madrileña Galería de Arte Baleno el mismo año de su llegada, y ya en solitario en esta galería y en la Villares-Toro y nuevas colectivas en las Toisón y Osma, todas en Madrid durante 1974.

1978 es crucial en la biografía del pintor, pues numerosos son los galardones obtenidos por toda España en ese año: los levantinos II Certamen de Pintura “Villa de Gandía” (Valencia), II Certamen de Pintura “Villa de Pego” (Alicante) y VIII Salón de Otoño de Sagunto (Valencia); los madrileños Premio de Pintura "Francisco de Goya" y Certamen de Pintura “Ciudad del Manzanares”; y, en Ávila, el IV Premio Nacional “Adaja”. Sin embargo, más decisiva fue su internacionalización, al ser convocado por la revista Arte Fotográfico para formar parte del proyecto: “Fotografía actual española”, exposición colectiva itinerante entre las ciudades alemanas y rusas de Berlín, San Petersburgo y Moscú; y su presentación al público norteamericano en Yolanda Gallery (Chicago, Illinois, USA), donde preparó su primera individual en 1983 y con la que dio inicio a una intensa carrera expositiva por todo el país.

Salvador Calvo debió de adivinar el éxito que sus propuestas plásticas tendrían entre el público estadounidense, pues en el año 1982 decidió trasladar su residencia a Chicago (Illinois, USA). En la carrera desarrollada durante sus años americanos ha tenido una fuerte presencia la fotografía artística, así como una especial incidencia la práctica del grabado, de cuya técnica completó su formación asistiendo al Evanston Art Center (Evanston, Illinois, USA), sin olvidar su vocación pictórica y las investigaciones sobre nuevos materiales escultóricos, incorporando a sus iniciales trabajos en madera, la piedra y el metal, de la que puede ser muy buen ejemplo su obra: La Esfera, homenaje a su localidad natal, en cuya Plaza del Calvario se instaló la pieza en el año 2003.  


“La Esfera” [instalación octubre 2003]. Mármol verde, blanco y metal oxidado.
Plaza del Calvario, Istán (Málaga).

De regreso a España en el año 2007, desde donde no ha dejado de tener una importante presencia en los ambientes artísticos norteamericanos, estableció su definitiva residencia en la localidad costera de Marbella. En ella destaca su presencia no solo como creador plástico, sino como perspicaz ensayista en torno al mundo que mejor conoce: las Artes. Bajo esta última faceta, de su tan extraordinariamente polifacética personalidad artística, quiero traer a colación sus palabras para continuar introduciéndome en el enigma de: La joven.

Debemos mirarla [las obras artísticas, en general] como un ente con autonomía propia, como un objeto o forma desconocidos que hemos encontrado. Esta es la manera más idónea para iniciar un diálogo inmediato. La obra, igual que le sucede al autor en el proceso creativo, nos comunicará, entre otros conceptos, misterio, sugerencia e interrogantes a través de sus líneas, color, ritmos y formas.

Así, comienzo mi diálogo con la obra sin reparar en que sobre su ángulo inferior izquierdo se ha dejado constancia de su autoría con la firma: ‘S. Calvo’, y me dejo seducir por la ausencia de rostro de una figura que me increpa directamente, sin poder aún mirarme tal y como yo la observo. Quizá no he sido suficientemente sigiloso para entrar a hurtadillas, interrumpiendo un metamórfico acto íntimo que se está produciendo desde uno de los ángulos inferiores del lienzo, donde amplios cuerpos de estirpe vegetal, compuestos de pétalos y tallos en referencias de color y forma, parecen estar gestando en su seno la figura femenina que nos ofrece, creo que agazapada, la carnosa visión trasera de su vulva-corola. Esta figura es la más enigmática e inquietante, tanto por su carnalidad brutal como por romper misteriosamente la unicidad humana de su título: La joven. Podemos contar hasta tres figuras en el lienzo: las posaderas que se ofrecen medio cubiertas por las formas que se deslizan para dejar al descubierto su carnal desnudez; el torso que se enmarca en un espacio oval, recortado sobre una mancha de color de la que parece recibir su luz toda la escena; y el personaje que nos descubre y nos mira sin rostro, avergonzado ante la sacrílega intrusión en el acto metamórfico y que recoge sus manos para cubrir su sexo en un púdico gesto ya clásico. 


Las tres figuras femeninas que conforman la presencia de una única joven.
Museo de Málaga.

La razón nos impone su tiránica obsesión por dar sentido figurativo a lo que vemos, tal vez la causa por la que el título original de la obra fue variado al incorporarse a las colecciones del museo, recibiendo el más explícito: Mujer ante el espejo. Así, hemos dotado de sentido al personaje del segundo plano de la composición: la figura que, enmarcada en un espacio oval, duplica en su superficie lunar a la joven que nos increpa, espejo del seno que en su original solo se perfila y de la informe masa de dorados cabellos, que en su doble enmarcan el vacío rostro. Sin embargo, el enigma no se resuelve por completo y perdura el misterio en la evanescente sensación de que no hemos terminado de descifrar su arcano.

Técnicamente, la obra se resuelve con una pincelada larga y sinuosa, definiendo en masas de color puro la extraña volumetría de los cuerpos, donde los toques de luz no definen la ortodoxa traducción bidimensional de la realidad sensible. Aquí es donde reside el aspecto órfico que atribuimos a la obra, pues Salvador Calvo, evitando la estricta abstracción, nos impone una realidad artística personal en la búsqueda de un arte puro, autónomo de su trasunto real. El autor nos ofrece la posibilidad de dejarnos seducir por una propuesta plástica que conforma un metamórfico políptico de alumbramiento de nuevas formas con referentes femeninos exclusivas a la alquimia artística. 

“La joven” [Mujer ante el espejo, c. 1968-1974], óleo sobre lienzo, 131,00 x 80,00 cm.
Museo de Málaga.

Su incorporación al Museo creo que la debemos datar en torno a finales de los años sesenta y primer lustro de los setenta, como la ejecución de la propia obra, que parece relacionarla con algunas otras que llegaron a la institución donadas o adquiridas de entre las exposiciones individuales o colectivas celebradas en Málaga en aquellos años, durante la dirección de don Manuel Casamar Pérez. Así, hoy constituye uno de los ejemplos de la plástica malagueña en torno a las numerosas propuestas de aquella generación de pintores nacidos en torno a los años cincuenta, que recuperaron la expresión plástica que le hubiese correspondido de no haberse interrumpido en España la evolución de la vanguardia internacional, transitando caminos tan personales como le inspiraron sus intuiciones de qué constituía y dónde residía en aquellos años la Modernidad. Hoy presentamos una de las obras menos conocidas de los fondos de arte contemporáneo, que el Museo de Málaga tutela de aquella valiente generación.   

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Bibliografía:
CALVO MARÍN, Salvador, “Sobre Clasicismo y Modernidad”, La Garbía. Revista crítica y cultural de la Costa del Sol Occidental 2, Marbella, marzo 2017, pp. 12-14.
RÍO, Meme del, “El artista Salvador Calvo instala una fuente-escultura en la plaza de Istán”, El País, Marbella 13 de octubre de 2003.
SANJUÁN, José Manuel, Pintura Contemporánea en Marbella. 50 nombres, Málaga, Ediciones Algorfa, 2013, pp. 40-41.
SANJUÁN, José Manuel, “Misterio sin resolver” (abril, 2017) en SANJUÁN, José Manuel, Sobre arte y otras lindezas, Málaga, Ediciones Algorfa, 2018, pp. 159-161.