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miércoles, 19 de junio de 2019

Intervenciones para "Pedro de Mena. Granatensis Malacae" (Málaga, 2019)


Magdalena penitente [Málaga, 1664]
© Valladolid. Museo Nacional de Escultura


La exposición temporal Pedro de Mena. Granatensis Malacae, celebrada en el Palacio Episcopal de Málaga y la Santa Iglesia Catedral entre el pasado 16 de marzo hasta el próximo 14 de julio del presente año, se ha enriquecido con un ciclo de conferencias con la denominación genérica de: Las tardes de Pedro de Mena, bajo la coordinación del catedrático en Historia del Arte de la Universidad de Málaga Juan Antonio Sánchez López y el comisario de la exposición y técnico de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, José Luis Romero Torres.

El nutrido ciclo, clausurado el pasado jueves 13 de junio en el Salón de Actos del Museo de Málaga, sede de las ponencias en la línea colaborativa que ha prestado a la diócesis malacitana la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía, contó el pasado jueves 6 de junio con la organización de una Mesa Redonda en torno a los: Aspectos técnicos y problemas conservativos de la escultura de Pedro de Mena, donde se invitó a distintos expertos restauradores de entre aquéllos que han enfrentado hasta veinticinco intervenciones sobre obras originales del escultor, reunidas para esta exhibición monográfica de carácter antológico. La presente entrada tiene por objeto resumirles las interesantes ponencias públicas en torno a los procedimientos técnicos característicos que Pedro de Mena y su taller emplearon en la confección de sus conocidas esculturas en madera policromada, así como reflexionar sobre las principales decisiones tomadas en las concretas restauraciones de algunas de sus tallas. 


Portada del Palacio Episcopal de Málaga durante la celebración de la exposición
© Autor, 2019
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El catedrático Sánchez López dio inicio a las ponencias, con el principal fin de presentar a sus autores, deslizando la interesante reflexión sobre la imprescindible difusión de los resultados obtenidos durante los meticulosos procesos de intervención, donde tanto los estudios y análisis preliminares como las memorias finales de intervención son fuentes capitales para poder realizar ajustadas valoraciones histórico-artísticas y definir las características plásticas singulares de un autor, en gran parte determinadas por la personal elección de aquellos procedimientos disponibles de entre las técnicas artísticas propias de su contexto histórico y artístico. En este sentido, siempre he sido un obstinado defensor de la necesaria publicación por los restauradores de los resultados de sus intervenciones, quienes no se han mostrado proclives en una mal entendida inferioridad de sus procedimientos técnicos frente a las elucubraciones académicas de los historiadores del Arte, así como sobre añejos prejuicios en torno al menor interés público de sus trabajos. Actualmente, creo felizmente superada esta convención y les confieso que me es imprescindible el trabajo facultado conjunto con las restauradoras y restauradores con los que he compartido y comparto mi labor diaria en el marco de los museos, de los que siempre he procurado y procuro aprender. 


Seguidamente, José Luis Romero apuntó la necesaria integración en los proyectos expositivos de estos profesionales, ya que gran parte del valor museográfico de las piezas depende de su buen estado de conservación. Así, las obras que se incorporan finalmente al guión expositivo han sido o serán intervenidas por sus titulares o a expensas de sus promotores para su pública exhibición. Otras no presentan el estado de conservación deseado, debiendo adoptarse decisiones sobre su definitiva incorporación, pues puede darse el caso de que sus titulares no consientan en su intervención, como ha ocurrido con dos de las piezas finalmente presentes en esta exposición. Finalmente, sobre otras excesivamente intervenidas se requerirá de una sopesada valoración sobre su pertinente participación en dicho proyecto. Además, en exposiciones tan complejas como la presente, las tareas inherentes a la valoración sobre tales intervenciones pueden hacer aflorar resultados inéditos, caso del San José con el niño de las Carmelitas Descalzas de Madrid. La talla presentaba un policromado liso de las túnicas de ambos personajes, que una intervención de Yolanda López ha recuperado en sus completas policromías originales, cambiando radicalmente las claves de su lectura. 

La primera intervención corrió a cargo de Francisco Naranjo en torno a la restauración del Crucificado del Perdón de la Santa Iglesia Catedral Basílica de La Encarnación de Málaga, una excelente pieza certeramente documentada por José Luis Romero. La intervención que recupera obra tan destacada ha dado como resultado mejorar el conocimiento de los procedimientos técnicos característicos de Pedro de Mena. Tras su imprescindible estudio radiológico, se ha documentado el empleo de un único bloque o embón central en madera de pino, al que se ensamblaron los brazos y se añadieron embones más pequeños en mechones de pelo con policromía acabada, en una suma de piezas sueltas hasta concluir el resultado final buscado. Al alma de madera tallada se le sellaba su porosidad característica mediante la aplicación de un aparejo de cola orgánica y sulfato cálcico como base, sobre la que se aplicaba una capa de minio para recibir la policromía en las extensas carnaciones. Éstas se realizaban al óleo pulimentado, al que se le añadían veladuras para resaltar volúmenes y se terminaba con la aplicación de empastes al óleo para detalles, como intensos hematomas y sangrados. Las técnicas empleadas en la aplicación del color fueron muy variadas, desde el empleo de grandes barridos a pequeños estarcidos en veladuras y empastes. 

Los estudios preliminares mostraron anteriores intervenciones, desde un simple adecentamiento superficial realizado por el pintor Luis Ramos Rosas (Málaga, 1903 – 1965), a una nueva intervención pseudorestauradora más profunda, en la que se llegaron a reintegrar mechones, dedos y algunas faltas del perizoma con una evidente ausencia de respeto hacia la escala de los elementos originales y un ensamblado deficitario. Para comprobar la existencia y estado de las policromías originales se realizaron catas en superficies discretas de la escultura y unos pocos levantamientos superficiales que dieron las pautas para realizar limpiezas con disolventes, aplicados en compresas con agentes químicos, y remociones mecánicas a punta de bisturí, terminando por ajustar el modelado y la escala de las antiguas reintegraciones mediante la supresión de nocivos elementos metálicos y su sustitución por espigas en madera y adhesivos reversibles.


Cristo del Perdón junto a la Dolorosa de Campo Nuevo en su presentación conjunta en la exposición
© Santa Iglesia Catedral de Málaga

Del mismo conjunto escultórico de la Catedral, Mª Ángeles Mulero se encargó de exponer la intervención de la Dolorosa de Campo Nuevo en 2018, quien corrobora los mismos procedimientos técnicos empleados en sus esculturas por Pedro de Mena, presentados anteriormente por su compañero. La imagen se talló en un único embón de madera de pino ahuecado, sobre el que se aplicó una capa de yeso fino, integrada por cola orgánica y sulfato de calcio. Las carnaciones poseen como base una capa de minio, para la aplicación de un óleo fínamente pulimentado y veladuras finales, mientras que túnica y manto se cubren al temple, con policromías mate y corladuras realizadas a pincel. A estas imágenes se les añadían ojos de cristal pintados al óleo en el reverso, pestañas naturales y uñas de asta o marfil. 

La obra fue intervenida en el siglo XIX, posiblemente por el taller de los Gutiérrez de León, no mencionándose por la ponente ninguna intervención posterior. No obstante, la recuperación de la pieza en relación con sus policromías originales ha sido significativamente menor. Mientras que las carnaciones han podido ser recuperadas en gran proporción, en los entelados ha sido imposible recuperar el temple original por el empleo de un repinte al óleo, cuya base oleosa ha penetrado en la porosidad de la técnica primigenia sin poder revertirse. En algunas zonas interiores del manto se han mantenido las originales corladuras de Pedro de Mena, quien empleaba una base de polvo de oro fijado a pincel con cola orgánica, y termina con una corla al barniz también aplicada a pincel. Finalmente, se le han repuesto parte de las uñas fracturadas o perdidas. 


Conjunto de distintos modelos de imágenes devocionales de la Inmaculada Concepción

La tercera intervención estuvo a cargo de la doctora Dolores Blanca López, del Taller Diocesano de Restauración de Granada. Fundación Abadía del Sacromonte, quien ha realizado una interesante tesis doctoral sobre la técnica del escultor Pedro de Mena. La doctora Blanca presentó la Inmaculada Concepción granadina del Oratorio del Palacio Arzobispal de Granada, fechada en 1658 justo en el año en que Mena se trasladó a Málaga. La doctora Blanca deslizó al principio de la intervención una reflexión creo que muy pertinente, directamente vinculable con los Proyectos de Conservación que deben de presentarse a la Administración Pública andaluza para su autorización, en virtud de las prescripciones que marca nuestro actual ordenamiento jurídico en materia de Patrimonio Histórico, y que en algunos casos carecen de la incorporación de los análisis y estudios preliminares que intervenciones de esta envergadura necesariamente requieren. La ponente comenzó advirtiendo que los análisis físicos y estudios preliminares vienen mediatizados por su elevado coste económico. En otras palabras, los costes destinados a la restauración de bienes culturales han sufrido drásticos recortes, lo que en muchos casos puede dificultar la contratación de estos estudios y análisis de costosa ejecución, que encarecen tanto los costes a expensas de los profesionales que no alcanzan a cubrirlos con los exiguos presupuestos licitados.

Así, los promotores de estas intervenciones deben ser absolutamente conscientes de la singularidad e interés de los bienes culturales implicados, debiendo ajustar los costes a posteriori de los presupuestos para la actuación y, una vez reunidos, evitar las bajas temerarias o los proyectos en los que no se contemplen esta serie de estudios y análisis previos, absolutamente primordiales para enfrentar con solvencia una intervención. En el caso de la doctora Blanca, el empleo de estudios radiológicos demostró la existencia de un embón ahuecado a modo de tapadera, lo que procura aligerar su peso y reforzar las posibilidades de conservación de la pieza, pues permite el natural movimiento de la madera como material altamente higroscópico. Así mismo, se trabajaban los rostros con mascarilla para poder incorporar ojos de cristal y dientes de marfil o hueso a posteriori. Los querubes de la peana, de dimensiones reducidas, sin embargo son tallados sobre embones macizos. Los estudios de ultravioleta detectaron la presencia de repintes en las superficies policromadas de la imagen, siendo característico de Pedro de Mena desde su etapa de formación granadina el empleo de colas orgánicas y yeso como base, sobre las que se empleaba para las policromías el óleo pulimentado sobre base de minio. Para el manto, Pedro de Mena tuvo predilección por el empleo de azul de cobalto al temple, lo que indujo a descartar un repinte al óleo en azul Prusia, cuyo empleo se data en una fecha muy posterior, hacia 1750. Por ello, se optó por eliminar el repinte al óleo. El manto presentaba en zonas menos visibles de su plegado una cenefa en corladura a punta de pincel, que no correspondía a las cenefas más visibles del manto, que fueron limadas para la aplicación de láminas de pan de oro, decoradas a puntos, tomándose la decisión de no eliminarlas, sino ocultarlas bajo un policromado en la tonalidad general del manto. 


Inmaculada Concepción [Granada, 1658]
© Granada. Oratorio del Palacio Arzobispal


Ocultación de cenefa en pan de oro sobre limado superficial original y recuperación de la original a pincel.
© Granada. Oratorio del Palacio Arzobispal
 

Aspectos originales de la cenefa en pan de oro y los restos de cenefas originales a pincel
© Granada. Oratorio del Palacio Arzobispal


Las hermanas Dolores y Lourdes Blanca, de la Fundación Abadía del Sacromonte de Granada, han intervenido la Inmaculada Concepción del Seminario de Málaga, que presentaba una errónea antigua atribución a su discípulo Miguel de Zayas (1661 - 1729). La pieza presenta la misma ejecución en madera de pino ahuecada, con ensambles al hilo, en la que se han empleado los mismos procedimientos y criterios de intervención de la anterior. Se menciona por vez primera el empleo de protección, mediante la aplicación de una capa final a base de barniz de resina acrílica con efecto mate, en la línea de los acabados de Pedro de Mena. 


San Pedro de Alcántara
© Lucena (Córdoba). Iglesia de franciscanos de Madre de Dios
 
La intervención del San Pedro de Alcántara (1669-1679), procedente de la Iglesia franciscana de Madre de Dios de Lucena (Córdoba), ha sido realizada por José María Muñoz y José Aguilera, de Santa Conserva Restaura. La pieza también está realizada sobre alma de madera de pino ahuecada, donde eran significativas algunas intervenciones anteriores, que habían restituido pérdidas y añadido piezas faltantes con evidentes desplazamientos mal ajustados. Así mismo, se había realizado un corte a ras de la trasera de la peana del santo, posiblemente para que encajase en una nueva hornacina, con el empleo de un tosco troncón para aportar equilibrio a la figura, con importantes signos de biodeterioro, que fue suprimido por evidentes razones en su deficiente integridad. La policromía, en bastante buen estado bajo los repintes y la intensa suciedad que cubrían la talla, ha sido recuperada con la aplicación en las faltas de cola de conejo y sulfato cálcico para su estucado, enrasado a bisturí y pigmentos al barniz. Con la finalidad de reintegrar a la pieza la estabilidad perdida, se ha reconstruido en la misma escala y aspecto formal la peana del santo en su trasera.


Yolanda López durante su intervención
© Autor, 2019
 
La última presentación corrió a cargo de la restauradora Yolanda López, que presentó la intervención de una escultura devocional de pequeño formato que representa a San José acompañado por el niño de la mano, una pieza intervenida por la Comunidad de Madrid de entre el ajuar de las Carmelitas Descalzas. La obra, publicada por José Luis Romero hace años con repintes lisos en las túnicas de ambos personajes masculinos, ha sido una auténtica sorpresa por la recuperación de los entelados originales de Pedro de Mena. La técnica es la característica en Pedro de Mena, con la aplicación a pincel de una fina capa de polvo de oro, que fija con barniz con color y termina pintando a pincel los motivos vegetales que decoran sayas y mantos. Las carnaciones se mantenían en bastante buen estado, así como los cabellos, para los que Mena emplea una característica que repite en la mayoría de modelos en pequeño y mediano formato presentados, con cabelleras castañas entre las que introduce mechones pintados con oro líquido para prestarles luminosidad y viveza.  


Estado previo a la intervención y resultado final de San José y el niño Jesús
© Madrid, Convento de Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de Jesús

En los mantos, Pedro de Mena ha combinado corlas en plata, que se han recuperado menos por el oscurecimiento característico de este metal, y corlas doradas. Como no se conocía la permanencia y extensión de las policromías originales conservadas, Yolanda López empleó un procedimiento de catas por correspondencia, comprobando enseguida que la policromía original se encontraba bastante bien conservada y podría ser recuperada prácticamente en su integridad. Por el escaso tamaño de la escultura, la restauradora empleó un costoso procedimiento de limpieza mediante geles de última generación, preferentemente para aplicación en restauraciones de papel, que le ha dado magníficos resultados. Las pequeñas restituciones han sido realizadas con Araldit madera para los dedos perdidos del niño y algunas de las finísimas terminaciones de los mantos, que Pedro de Mena realiza con tan extremada pericia y delicado resultado que son fácilmente fracturables, pues como afirma castizamente Yolanda López: a la más mínima presión, chascan como una patata frita. Otro de los problemas generales en las intervenciones de Pedro de Mena es el empleo de ojos de cristal pintados al óleo en su reverso, de las que no domina demasiado bien la técnica y terminan fracturados o descolgados, lo que ha sustentado toda una teoría espuria sobre las miradas en las esculturas de Pedro de Mena. 


Ponentes en el Salón de Actos del Museo de Málaga
© Autor, 2019
 
A modo de conclusión, sin pretender dejar agotado completamente el tema, las intervenciones efectuadas para la presente exposición temporal han tenido un significado profesional muy especial para mí, por lo que me interesó vivamente acudir a la presente mesa redonda con la mejor de las disposiciones. Les confieso que he disfrutado con cada una de las ponencias, tanto por llegar a entender mejor la depurada técnica empleada por el escultor barroco, cuyos materiales seleccionados y procedimientos técnicos empleados son los mejores garantes para su conservación, como por conocer de sus fuentes directas cuáles han sido las actuaciones y el alcance de las decisiones adoptadas durante las intervenciones, gracias a las cuales se han podido revertir malas praxis restauradoras precedentes, cuando ha sido posible, o atenuarlas y encubrirlas a favor de una apreciación más ajustada a lo que hoy conocemos o deducimos de su apariencia original. Además, deseo manifestar que siempre me han parecido, durante el conocimiento de sus proyectos de conservación preliminares, solventes y experimentados profesionales en la conservación y restauración de bienes culturales. 

Esta puesta en escena de los contenidos de una memoria final de intervención, donde evito comentar deliberadamente algunos aspectos de las ponencias que personalmente me parecen sujetos a controversia profesional -en cualquier caso de menor tenor, por los resultados finales observados-, tiene no obstante un sucinto comentario por mi parte. Los criterios de intervención sobre bienes culturales si bien pueden ser observados bajo diferentes perspectivas por titulares, promotores o técnicos con legítimos intereses sobre ellos, están sometidos a una correcta praxis consensuada entre distintos Institutos de Conservación y Restauración internacionales, la doctrina bibliográfica existente y los principios básicos reunidos en códigos deontológicos, normativas profesionales y ordenamientos jurídicos de aplicación por todo el mundo. Así, cuando un Proyecto de Conservación se sujeta a autorización por los poderes públicos a los que encargamos su protección y tutela, los técnicos facultativos somos meros transmisores en aplicación de todos esos principios consensuados y de probada eficacia en su mejor conservación, tanto para garantizar el adecuado usufructo público al que tenemos derecho como para su legación a generaciones futuras, de la que tenemos el firme deber de garantizar. Por ello, los informes no suponen caprichos aleatorios de los facultativos públicos, sino el cumplimiento estricto de sus obligaciones laborales y deontológicas. 

Finalmente, hacer notar que las restauraciones museológicas no guardan quizá los mismos criterios que cuando entran en juego condicionantes devocionales o cultuales, donde la Iglesia o titulares particulares pueden tener criterios mucho más estrictos en torno a la obligada restitución de pérdidas o la búsqueda de resultados óptimos a sus fines o a sus percepciones de lo óptimo. No obstante, e incluyendo la capacidad de llegar a consensos, existen criterios que no serán objeto de debate y sobre ellos se sustenta la capacidad de la Administración Pública en el visado previo de estas intervenciones, el poder designar coordinadores durante el proceso y reclamar una inspección y memoria final para asegurar que se han ajustado a las prescripciones dadas, con el único y razonable fin de tutela, protección y legación en las mejores condiciones de conservación los bienes culturales de interés general y valor universal. 


Bibliografía.

BLANCA LÓPEZ, M.D. y OTALECU GUERRERO, G. (coord.), Pedro de Mena, Granatensis [Catálogo exposición Curia Metropolitana de Granada, 29 de marzo a 29 de junio de 2019], Málaga, Palacio Episcopal, Obispado de Málaga, 2019.

MORALES FOLGUERA, J.M. (coord.), Simposio Nacional Pedro de Mena y su época [Granada-Málaga, 5 al 7 de abril de 1989], Málaga, Junta de Andalucía, 1990.

ORUETA y DUARTE, R., Pedro de Mena [edición facsímil del libro publicado en Madrid el año 1914 por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas del Centro de Estudios Históricos], Málaga, Colegio de Arquitectos y Universidad de Málaga, 1988.
PÉREZ DEL CAMPO, L. y ROMERO TORRES, J.L. (coord.), Pedro de Mena. 1628-1688 [Catálogo exposición Catedral de Málaga, abril 1989], Cádiz, Consejería de Cultura, Junta de Andalucía, 1989.
ROMERO TORRES, J. L. y OTALECU GUERRERO, G. (coord.. científica), Pedro de Mena. Granatensis Malacae [Catálogo exposición Palacio Episcopal de Málaga, 16 de marzo a 14 de julio de 2019], Málaga. Palacio Episcopal, Obispado de Málaga, 2019. 

 


Entre dos exposiciones: Málaga, 1989 y Málaga-Granada, 2019
© Autor, 2019

martes, 4 de junio de 2019

EL MUSEO COMO DISPOSITIVO CULTURAL: TRADICIÓN Y MODERNIDAD. Antequera, 16 de mayo de 2019.




Dentro del Semanario permanente de Prácticas Artísticas y Cultura Contemporánea de la Real Academia de Nobles Artes de Antequera, recibí la invitación para participar en su IV Mesas de Museos junto a la comisaria y gestora cultural, la doctora en Historia del Arte Lourdes Jiménez Fernández, gran profesional y buena amiga, el pasado jueves 16 de mayo.

La actividad se enmarcó en la celebración del Día Internacional de los Museos de 2019, que el Consejo Internacional de Museos convocó bajo el lema: Los museos como ejes culturales. El futuro de las tradiciones. Así, se recomienda que las actividades que se organicen en torno a su celebración se ciñan en torno a los nuevos papeles que los museos desarrollan hoy como actores activos en sus respectivas comunidades. Su praxis se transforma a velocidad vertiginosa desde las funciones tradicionales asignadas hacia nuevas formas de acercarse y ser útil a las comunidades a las que sirven, asumiendo innovadoras fórmulas de abordar problemas sociales y conflictos contemporáneos. De este modo, el museo es un importante dispositivo cultural de reflexión que debe de actuar hoy de forma proactiva.




Bajo este nuevo rol del museo para el segundo cuarto del siglo XXI, me parece especialmente relevante el papel que se nos asigna a los profesionales de los museos en el ln el planteamiento del nuevo valor que se le atribuye a estas instituciones y los límites éticos que definan la naturaleza misma de nuestro trabajo. Especialmente, por estar amenazado hoy por la escasa formación y difusa implicación de muchos de los gestores políticos que terminan por ser determinantes en la vida de nuestros museos, diluyendo los cuerpos superiores facultativos que desde 1973 los vienen sirviendo de forma específica y continuada en España, y por la ausencia de solventes proyectos en la planificación y gestión de las funciones tradicionales y de las actualmente incorporadas a los museos, que no constituyen requisitos básicos en la selección de sus direcciones y la evaluación de los resultados mediante criterios objetivamente mensurables sobre su gestión.

Así, a la celebración de nuestro día internacional en una nueva convocatoria anual creo no deben de pasar desapercibidas las amenazas de intensa banalización de nuestras instituciones, en un contexto poco propicio a la profesionalización del personal que actualmente trabaja en muchos de nuestros museos, aspecto en torno al que giró una parte importante del debate posterior suscitado.  No obstante, desde el punto de vista ético que el ICOM nos reclama en la presente convocatoria, no me posiciono en una actitud poco optimista o catastrofista sobre nuestro futuro, sino en esa línea proactiva que logre la recuperación de la profesionalización de nuestro trabajo y la dignificación de nuestro papel laboral y facultativo en el marco del Museo. 



Real Academia de Nobles Artes de Antequera, Miguel Ángel Fuentes, Lourdes Jiménez y José Ángel Palomares
© Autor, 2019


En este sentido, la organización de la presente IV Mesas de Museos se encuadra con acierto en los objetivos perseguidos por el Consejo Internacional de Museos con la celebración de esta festividad anual, donde propiciar encuentros y debates fructíferos entre profesionales en torno a la esencia, funciones y proyecciones de futuro para los museos locales, dentro de un contexto global. Así, la planificación de la mesa por Manuel Ángel Fuentes fue modélica en la presentación general de sus objetivos, los participantes en ella y suscitar y moderar las intervenciones posteriores a los iniciales quince minutos destinados a cada uno de los ponentes, iniciada con mi intervención, y seguida de la realizada por Lourdes Jiménez, después.
 

Real Academia de Nobles Artes de Antequera, Miguel Ángel Fuentes, Lourdes Jiménez y José Ángel Palomares
© Autor, 2019

El texto preparado para mi participación en la mesa es el siguiente:


<<En primer lugar, deseo agradecer la generosa invitación de la Real Academia de Nobles Artes de Antequera para participar en la presente IV Mesa de Museos, así como a Miguel Ángel Fuentes y a Lourdes Jiménez que nos acompañan por su organización y extensiva invitación, para terminar agradeciéndole a todos ustedes su más que amable presencia.

Quisiera comenzar esta mi primera intervención, atreviéndome a recitarles un melancólico poema de un paisano de la vega, José María Hinojosa, nacido en la cercana Campillos en el año 1904 y fallecido en los albores de una cruel contienda, en 1936:

He perdido
la memoria de los siglos;
sólo conservo alientos
de papiros añejos.

Y tengo la nostalgia de mi mismo,
de cuando sabios eran mis consejos,
del tiempo en que mi olor
no era el del museo.

¿A qué podía oler el museo que evocó, como su marchito presente, Hinojosa en ese primer cuarto del siglo XX?, posiblemente a mausoleo donde se conservaba el cadáver de una evolución, como manifestó en 1924 José Ortega y Gasset en: “Sobre el punto de vista de las Artes”, publicado en la popular Revista de Occidente. Desde su formulación a finales del siglo XVIII y la consolidación decimonónica de un modelo enciclopedista europeo, donde todo lo coleccionado se encontraba expuesto en abigarrados conjuntos polvorientos, las convulsiones de finales de siglo y el optimismo internacional por un mundo en continua evolución hacia la perfectibilidad civilizada del inicio de la siguiente centuria, que truncó abruptamente la Primera Guerra Mundial y terminó por sepultar la Segunda, habían abonado la idea de una tradición caduca, obsoleta y estéril sobre la que cimentar los nuevos valores de progreso, imponiéndose una necesaria modernidad. A juicio del futurista Filippo Tommaso Marinetti en una metafórica hipérbole expuesta en su primer Manifiesto Futurista, reclamaba en 1910 desde las páginas del parisino Le Figaro un laudatorio saludo a los heroicos jóvenes con los dedos manchados de tizne tras incendiar estos museos mausoleos, en una radical confrontación de modernidad frente al excesivo peso de una cadavérica tradición consolidada en más de cien años de vida museística.

El siglo XX reclamaba desde sus umbrales un nuevo modelo de institución, que acabaría conmocionando tanto la tradición franco-europea como la tradición anglosajona, donde se produjese el equilibrado encuentro entre un excesivo patrimonialismo del primero con la vertiente pública del segundo: conservación versus educación. Aunque la modernización del modelo aceleró rápido en el camino de las propuestas de una joven generación de arquitectos del movimiento moderno, que encontraron en el Museo una magnífica oportunidad de proyección equilibrada entre función y creación, donde contaríamos desde las propuestas museográficas de Mies Van der Rohe, Le Corbusier o Frank Lloyd Wright, hasta alcanzar el White Cube como aséptica caja expositiva donde dar valor a la pieza museística de la post-vanguardia; la oportunidad real la procuró la necesaria salvaguarda y protección del patrimonio cultural tras dos guerras mundiales y la reorganización posterior de sus colecciones entre una ínfima porción de bienes culturales bien seleccionados para su exhibición pública y la organización de amplios almacenes internos en los Museos. A partir de 1945 nace el concepto de museo hoy vigente, una institución cultural de carácter no lucrativo al servicio de la sociedad, internacionalmente dogmatizado a través del Consejo Internacional de Museos y sus Comités nacionales. En otras palabras, el museo no es un producto cultural sino el producto de una cultura que se manifiesta en un concreto momento histórico bajo los requerimientos, funciones y servicios que la sociedad le demande.
 

Real Academia de Nobles Artes de Antequera, José Ángel Palomares
© Autor, 2019

No cabe duda que la modernidad dura lo que la tradición tarda en imponerse, y el modelo del museo de la post-vanguardia terminó por consolidar una nueva tradición, que los movimientos sociales del mayo francés de 1968 volvieron a poner en solfa. La sociedad se convulsionaba por temas que no estaban representados en el Museo burgués, colonialista y misógino de esos años, y sus aspiraciones y necesidades no tenían respuesta en esa institución que necesitaba de nueva redefinición, lo que procuró la antropología y la etnografía museológicas encabezada por Georges-Henri Riviere y su grupo de jóvenes museólogos en torno al parisino Museo del Hombre del Trocadero, donde se formularon los postulados de la Nueva Museología. Esta corriente museológica escindida de su tronco general, pronto pasó del área francófona a la floreciente museología latinoamericana gracias a la Mesa de los Museos de Santiago de Chile en el año 1972, de las que fue deudora la importante Declaración de Quebec de 1984 donde se dio carta de naturaleza a la Nueva Museología en el sentido de consolidar el papel social del Museo y el carácter global de sus intervenciones. Así, surgen nuevas propuestas sobre la base sólida de la democratización social, como son: el ecomuseo, museo comunitario o museo de vecindad.  El modelo de museo demandado por este nuevo movimiento museológico no debe de ser un dispositivo cultural, por emplear el término del título que sustenta los contenidos de la presente mesa, puesto a disposición pública a través de un diseño en orden descendente, sino que debe de asumir las aspiraciones, necesidades y demandas formativas y sociales y procurar que su diseño se proyecte en orden ascendente, desde su base social hacia la élite política y socio-cultural. 

Esta vertiente que transformaba la Museología en una ciencia menos histórica y más social, donde su práctica museográfica coloca al público en el núcleo de sus intervenciones, con numerosas propuestas para el conocimiento de nuestro público objetivo mediante su estudio y caracterización, nos llevó a la formulación desde finales de los setenta de un modelo excesivamente escolarizado en sus prácticas de difusión, lo que se ha definido como una escolarización del Museo, tendencia virada en torno a los noventa hacia la atención inclusiva del público en general, prestando atención al: familiar, turístico, clases y colectivos marginales o aquél con necesidades especiales y específicas, alcanzando también su propia tradición. Así, inauguramos el siglo XXI con una nueva revisión del canon a través de la Museología Crítica, aquella que comienza a ejercerse fuera de la institución, donde la investigación museológica se traslada de las salas del museo y sus técnicos a las aulas universitarias y sus teóricos, en las que se han venido desarrollando líneas docentes, de investigación y de publicación museológicas desde finales de la anterior centuria. Debo confesarles que soy entusiasta partidario de esta descolonización de los contenidos museológicos de los museos mismos, aunque en numerosas ocasiones adolezcan de una difícil aplicación museográfica.  

El planteamiento museológico de esta corriente exógena al museo tiene su base medular en la pedagogía crítica y en la Historia del Arte, donde se pretende formar a una ciudadanía menos consumista y más abierta a la expresión de sus opiniones, inicialmente en torno al Arte Contemporáneo y más tarde al resto de colecciones museológicas. Así, hoy se requiere modernizar el museo como el espacio idóneo de educación no formal donde se conforma una comunidad de aprendizaje mediante la negociación y el diálogo con el público en torno a sus exposiciones y a través de sus actividades de difusión y comunicación.

Desde la publicación en 2003 por Jesús Pedro Lorente y David Almazán de una recopilación de artículos de numerosos autores que reflexionaron sobre esta nueva línea, que titulan “Museología Crítica y arte contemporáneo”, hoy es habitual encontrar una línea de reflexión museológica bajo este nuevo epígrafe que cuestione todos los fundamentos de la museología y su praxis museográfica, siendo el primer cadáver exquisito que se exhibe en sus honras fúnebres la imposibilidad de contar hoy con una tradición, si me permiten la expresión. Actualmente, vivimos instalados en una modernidad permanente, donde fluyen continuamente las propuestas innovadoras, las técnicas renovadas casi a diario y los planteamientos heterodoxos, que huyen de una asfixiante ortodoxia que nos adocene en un puñado de instituciones parecidas y pronto igualmente obsoletas. En esta nueva perspectiva, no tiene menor influencia la competencia por la captación del visitante, hoy usuario o cliente en el lenguaje economicista en que hemos terminado por situar al museo en una sociedad hipermercantilizada.

Me figuro que en este sentido podemos extendernos en torno al Museo como dispositivo cultural a lo largo del debate, donde creo la tradición constituye una foto ya fija sobre la visión museológica de los dos primeros completos siglos de formulación, frente a la modernidad como mantra de una museología y praxis museográfica contemporánea que nos sitúe al menos de forma sostenible entre las nuevas industrias del ocio cultural sin ceder demasiado en nuestra misma esencia, para lo que incluso hoy se propone una nueva definición del Museo>>. 

 Bibliografía: