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jueves, 12 de diciembre de 2019

En elogio de San Telmo


San Telmo [Málaga, 1980] de Luis Bono. Óleo sobre lienzo, 223,00 x 131,00 cm.  © Francisco Gutiérrez, fotógrafo.


La estrecha imbricación entre la institución museística estatal malacitana y la local Real Academia de Bellas Artes de San Telmo se vuelve a reeditar con su reunión en la renovada sede del viejo Palacio de la Aduana, crisol donde puede que germinen nuevas fortalezas como fruto de una benéfica alianza o, por el contrario, una existencia menos que simbiótica en el uso espacial de espaldas a las funciones sociales y culturales del museo donde se cobija. A pocos se les escapa que los académicos de número, de mérito o correspondientes por distintos lugares del mundo pueden ser cantera del profundo conocimiento sobre las colecciones y sus disciplinas científicas relacionadas, colaborando en el incremento de sus bienes culturales, la investigación sobre éstos y la tan necesaria difusión pública de sus contenidos. A ello, desde el entendimiento y experiencia de nuestro Departamento de Conservación e Investigación cercano a los tres lustros, es necesaria la inexcusable puesta en valor de los archivos documental y bibliográfico de una corporación con más de ciento sesenta años de historia, de tal vitalidad a la investigación histórico-artística en torno al patrimonio cultural malagueño como a la misma existencia del Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga, del que se define tutor la magna corporación desde su formación, confundiéndose sus archivos hasta la década de los setenta del pasado siglo. No obstante, si no comprendemos la labor de sus integrantes como un sacerdocio desinteresado, sino como una prebenda con tintes de patente de corso para integrarse en una cofradía de notables, encapsulados en una obsoleta corporación decimonónica, puede que no solo evolucione hacia la indolente supervivencia sino hacia una razonable extinción. En esta reflexión se encierra a mi entender la percepción de una encrucijada en la relación venidera entre la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y el Museo de Málaga, en esa deseable simbiosis de supervivencia o en el indeseable servilismo de la institución museística que, bajo mi modesto punto de vista y tras mis experiencias en Cádiz y Córdoba, pronosticaría su inevitable extinción, sujeta a una insignificante función social de unos secuestrados fondos documentales y bibliográficos y a una desconexión de tintes áulicos del patrimonio cultural e instituciones que prosaicamente lo tutelan, conservan y difunden. Refinado objeto inútil a una sociedad que evoluciona por otros derroteros. Es por ello que conminamos mediante este elogio al patronazgo de San Telmo, para que ilumine la senda que a partir de este año nos conduzca a puerto salvo. 


Casas Consistoriales de Málaga, dibujo y litografía de Francisco Pérez. El Guadalhorce, Málaga 1839-1840.  
 © Archivo Narciso Díaz de Escobar, Fundación UNICAJA.


El Real Decreto de 31 de octubre de 1849 aportó una nueva organización a las provinciales Academias de Bellas Artes españolas, en cuyo primer capítulo y artículo sobre su número incluyó una de estas corporaciones en Málaga, excluyendo en su artículo tercero a la malacitana de las consideradas de primera clase e integrándola entre aquéllas de inferior categoría. La organización de la corporación ocupó algunos meses, quedando definitivamente establecida en torno a la primera quincena del mes de mayo del siguiente año, en que el pintor Juan Trigueros y Romero, propuesto como Secretario General, diligencia su primer Libro de Actas de juntas generales y públicas, principal fuente de conocimiento de su historia. Un punto importante fue la obtención de locales donde albergar a la corporación y la Escuela de Bella Artes que se comprometía organizar, según traslado del Gobernador Provincial de una Real Orden de 20 de mayo por la que se instó a la formación de un presupuesto ajustado a estos fines, comisionando las gestiones con la Alcaldía a los académicos consiliario Salvador López y arquitectos Cirilo Salinas y José Trigueros para la cesión de uso del suprimido Colegio de San Telmo, ocupado hasta el momento por la próxima corporación municipal en su antigua ubicación. Se solicitaba disponer de espacio suficiente al empleo de una Sala de Reuniones, despacho para el secretario, un cuarto para el conserje y cinco aulas para impartir estudios menores a unos doscientos cincuenta alumnos.

La corporación municipal no presentó objeción a que se estableciese en su segundo piso infraestructura tan necesaria al ennoblecimiento de la ciudad, continuándose las gestiones hasta que en sesión de 13 de febrero de 1851 los señores académicos tramitan invitación al Gobernador Provincial para la inauguración de los locales destinados a la Escuela de Bellas Artes local, una vez seleccionado el plantel de profesores. Dos años más tarde, el Gobierno autorizó a la Real Academia de Bellas Artes elevar a documento público un contrato de arrendamiento sobre el edificio de San Telmo en dos mil reales anuales, hasta bien no se determinase la titularidad final del edificio expropiado, y al año siguiente su Obispo concedió a los académicos, profesores y alumnos de su Escuela el uso durante los oficios religiosos de las tribunas sobre la nave central de la Iglesia de San Telmo, hoy del Santo Cristo de la Salud.
 

Cúpula de la Iglesia del Santo Cristo de Málaga. @ Foto del autor, 2015.


Prolijo sería narrar las circunstancias vividas por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, la Escuela de Bellas Artes y con posterioridad el Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga en la ocupación del edificio de San Telmo desde su subasta pública en el segundo lustro de los años cincuenta del siglo XIX, hasta su traslado al Palacio de Buenavista en la década de los años sesenta de la siguiente centuria, interesándonos el inmueble exclusivamente en su indudable relación con el patronímico de nuestra corporación. Desde la constitución de las Reales Academias por los gobiernos ilustrados de la segunda mitad del siglo XVIII, éstas han contado con la advocación protectora de algún santa o santo patronos, sin que el dominio de la razón humana desterrase el profundo sentimiento católico nacional, seleccionados por una vinculación bastante circunstancial, como en los casos de la madrileña de San Fernando, la barcelonesa de San Jorge, la valenciana de San Carlos, la zaragozana de San Luis o la sevillana de Santa Isabel de Hungría. En el caso de la malacitana, la elección del santificado dominico Pedro González, más conocido como San Telmo, se vincula con su patronazgo sobre la navegación y sus marineros, quienes lo adoptaron por patrono del Real Colegio Náutico local y del edificio donde se instaló su escuela, tras la desamortización de los bienes jesuitas decretada con su expulsión durante el reinado de Carlos III. 



D. Luis Bono Hernández de Santaolalla.
En este sentido, los académicos comisionados en sucesivos encargos y acuerdos adoptados en otras tantas juntas cumplieron con el homenaje a sus benefactores terrenales y no con su patronazgo celestial, pasando a formar parte del exorno de sus locales todos aquellos retratos pictóricos o escultóricos de protagonistas de reinados, gobiernos y presidencias en la vida de la corporación académica, olvidando sistemáticamente a aquél que les procuraba su intercesión divina. Este proceder fue enmendado por Luis Bono Hernández de Santaolalla (Málaga, 1907-1997), recibido como académico de número por su sección de Pintura en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo en diciembre de 1950, de tal proyección profesional y docente que compartió esta distinción con su incorporación en las Academias madrileña de San Fernando, como correspondiente por Málaga, y sevillana de Santa Isabel de Hungría. No es el momento de presentar una narración biográfica sobre el pintor malagueño, al que la academia dedicó un discreto homenaje en el Primer Centenario de su nacimiento, destacando el recuerdo de su compañero de corporación Julián Sesmero Ruiz en el año 2007, y que nosotros dejamos pendiente para mejor ocasión, sino el destacar el generoso gesto del pintor en justo desagravio para con su patrono San Telmo. 

Luis Bono se dedicó durante los sórdidos años de la posguerra a una renovadora práctica del arte religioso nacional tanto en su producción muralista, como el ejecutado para la Iglesia de San José de la barriada malagueña de Carranque en 1958, como en una dilatada faceta como diseñador gráfico de innovadores carteles para festividades y acontecimientos religiosos por todo el territorio nacional, y con cuyas producciones obtuvo numerosos galardones. De hecho, según expresó en 1980 el mismo artista en el catálogo de una exposición individual celebrada en la Galería Malacke de la capital malagueña:

Dentro de mi modestia, creé un estilo moderno y personalísimo que formó parte de ese movimiento artístico que iba unido a la idea de lo nuevo en publicidad y que supuso la entrada de nuevas concepciones, nuevas técnicas y nuevas expresiones. El afán por lo nuevo en el cartel (y en general con todo aquello relacionado con el arte publicitario) me impulsó a romper con la tradición y constituyó un estimulante incentivo para mis diseños y creaciones.

En este contexto de los nuevos lenguajes compositivos y de la asunción de tendencias plásticas de renovación trasladadas a su obra pictórica, que las nuevas propuestas permitían al soporte publicitario, es donde debemos encuadrar la ejecución del gran óleo sobre lienzo dedicado a San Telmo. Debemos sumar a este nuevo lenguaje moderno, en expresión del mismo Luis Bono, un personalísimo espíritu de acercamiento a los personajes y sus manifestaciones religiosas en la línea de una humanización de sus modelos y actitudes, una expresividad castiza y tremendamente terrenal como quizá manifiesta en su sencilla gestualidad una pequeña acuarela de mi colección, relacionada con su faceta de consumado miniaturista de fama nacional e internacional, de lo que puede ser expresivo su integración en la londinense Royal Society of Miniature Painters.


Personaje religioso. Acuarela sobre papel verjurado, 10,50 x 9,00. FirmadoLuis Bono", áng. inf. izdo. 

© Foto del autor, 2019. 
 


A San Telmo, personaje histórico español que acompañó en sus conquistas a Fernando III antes de su fallecimiento en el año 1242, tradicionalmente se le ha representado con el hábito blanco y negro de la orden dominica de la que formó parte, siendo sus atributos habituales una luminaria encendida, los conocidos como fuegos de San Telmo, así como una pequeña nave que porta en una de sus manos como señal de patronazgo sobre los navegantes. En algunas composiciones se representa al santo en primer plano recortado sobre un paisaje fluvial, donde destaca la presencia de un puente cuya construcción sobre el río Miño la tradición le atribuye en la localidad de Ribadavia, así como algunos peces en alusión a uno de los acontecimientos milagrosos imputables al santo en socorro de sus constructores, famélicos al no encontrar qué comer. Luis Bono adoptó una composición simplificada de San Telmo, menos estricta en los cánones tradicionales de su representación en beneficio de subrayar su patronazgo sobre la malacitana Real Academia de Bellas Artes, cuya monumentalidad la aporta el formato y tamaño del lienzo seleccionados en una mayestática simplicidad formal. La economía en los medios de composición, su severa frontalidad y el sincretismo en los medios plásticos empleados aportan a la imagen la inmediatez comprensiva de los mensajes publicitarios, de los que son expresivos sus carteles.

 

San Telmo de Luis Bono en el Museo de Málaga y San Mateo en la Iglesia del Santo Cristo de Málaga. 
© Fotos y composición del autor, 2019.

La figura del santo, con su característico hábito dominico, es representado por Bono ocupando el centro de una sencilla y escasamente profunda hornacina cerrada en su extremo superior por un austero arco de medio punto, de la que San Telmo cobrando vida inicia un lento descenso en dirección al espectador con gesto concentrado y ausente. Quizá la inspiración la encontrase en los sencillos espacios con hornacinas superpuestas en la nave central de la Iglesia del Santo Cristo, tan bien conocida por el autor, donde se recortan majestuosas en bulto redondo las figuras religiosas de ampulosos ropajes, que anima el empleo de la tradicional pose de indicar la flexión de una de sus piernas, necesaria al inicio de un paso. Como en las representaciones del Santo Cristo, Bono cree necesario identificar indudablemente al santo mediante el empleo de una alusión textual, consciente del abandono de los atributos más característicos al santo en su representación, por lo que aprovecha las jambas incisas en torno al arco superior para disponer su nombre. Es en este efectivo detalle donde mejor apreciamos la inspiración genial del diseño publicitario de Bono, empleando una tipografía que se adapta perfectamente al espacio triangular con base semiesférica en la moldura que recorre la curvatura del arco, destacando el encabalgamiento final de las letras en las palabras Santo y Telmo, para alcanzar una perfecta simetría entre dos palabras de cinco sílabas compactadas en cuatro, como magistralmente ha apuntado Rosario Camacho Martínez. 


Tipografía Santo y Telmo con encabalgado final en  San Telmo de Luis Bono, Museo de Málaga.
 © José Luis Gutiérrez.


 La rotunda corporeidad de San Pedro González del que, según testimonio de Alfonso Canales, Luis Bono fue un acérrimo defensor como San Telmo frente al postulante Obispo San Erasmo, martirizado en tiempos del emperador Diocleciano, produce duros efectos de sombras al recibir intensa iluminación desde el lateral derecho de la obra, subrayado por el fulgor de la llama de San Telmo que sostiene entre los dedos pulgar e índice de su diestra, una llama cercana a la representación náutica de una rosa de los vientos en alusión más dogmática con la iconografía habitual del santo, mientras que a modo de rosario lleva enganchada de la misma mano y muñeca una medalla de las usadas por los académicos, de grueso cordón en seda azul. En su siniestra sostiene un papel semienrollado, del que Bono deja entrever el extremo de la filigrana decorativa que enmarca los diplomas que se expiden en los nuevos nombramientos. Quizá se trate de una de las más bellas representaciones del santo patrono, que desciende de su hornacina hacia los presentes en la sala de sesiones a la que estuvo destinado para traerles la luz de la Sabiduría, el emblema del cuerpo social de la academia y sus documentos constitucionales. 

Sabemos, por acta de la sesión en junta ordinaria de 28 de noviembre de 1980 de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, que la obra fue donada generosamente por Luis Bono a la corporación, firmada por el autor ese mismo año y presentada públicamente en la exposición individual celebrada en esa fecha en la malagueña Galería Malacke, destinándose finalmente a presidir su salón de sesiones en el Palacio de Buenavista. Baltasar Peña Hinojosa agradeció tan honorable gesto en los siguientes términos:

Por último, la presidencia tiene palabras de agradecimiento y felicitación hacia el compañero don Luis Bono y Hernández de Santaolalla que ha donado a la Academia un cuadro de su mano del patrón San Telmo, que ocupará lugar destacado en el salón de sesiones. El numerario Sr. Atencia se recoja en una placa los detalles de título, autor, etc., y se opina que celebrándose el 14 de abril la festividad de San Telmo, es fecha propia para reunirse todos los académicos en lo sucesivo. Asimismo, se felicita al señor don Luis Bono y Hernández de Santaolalla por el éxito de su reciente exposición.

 

Acto de toma de posesión como académico de Ramón Areces el 16 de abril de 1986 en el Palacio de Buenavista, Museo de Málaga. 
© Diario Sur, 1986.  
 

Con tan excepcional donación, muy superior en empeño y calidad de ejecución a otros encargos realizados por la corporación a los pinceles de Luis Bono, el pintor saldó una deuda con su santo patrono por más de un siglo olvidada. En justa correspondencia con su gesto, el plantel de académicos se empeñó en consolidar una práctica que resultase habitual a la celebración de la festividad de su santo patrono, anunciando en sesión de 27 de marzo del siguiente año la celebración en la Iglesia del Santo Cristo de la Salud, tan afecta a la corporación por sus numerosos años de permanencia en el viejo edificio de San Telmo, de un oficio religioso en su nombre el 14 de abril próximo, al que estaban invitados todos sus integrantes. Creo que el empeño declarado en la década de los ochenta del pasado siglo por su presidencia en homenaje a su santo patrono no ha sido tan constante como se pretendiera, siendo uno de los objetos de esta entrada rendir un elogio de reconocimiento al patronazgo de San Telmo, que espero vuelva a presidir con su inspiradora luz su salón de sesiones, y gratitud por el gesto y el empeño cumplidos por Luis Bono en la corrección con su obra de una deuda contraída con su celestial patrono, que merece un vivo reconocimiento por sus actuales compañeros de corporación. 



Bibliografía: 

BONO Y HERNÁNDEZ DE SANTAOLALLA, Luis, Luis Bono [Catálogo exposición Galería Malacke, Málaga del 17 al 31 de octubre], Málaga, Galería Malacke, Paseo de Reding 29, 1980.

CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario … [et. al.], Luis Bono (1907/1998) [Catálogo exposición, Sala de Exposiciones de Cajamar, Málaga del 7 al 18 de febrero de 2005], Málaga, Cajamar, Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, 2005.
FERNANDO ROIG, Juan, Iconografía de los santos, Barcelona, Ediciones Omega, 1950, p. 254, s.v. “Telmo”. 
PAZOS BERNAL, Mª Ángeles, Historia del Museo de Málaga: Fondos y Documentación, Málaga, 1982 [texto inédito mecanografiado]. 
PAZOS BERNAL, Mª Ángeles, La Academia de Bellas Artes de Málaga en el siglo XIX, Málaga, Bobastro, 1987.
PEÑA HINOJOSA, Baltasar, 20 pintores malagueños de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga, (Artistas Plásticos 19), Granada, 1987, pp. 30-31.
SÁNCHEZ LÓPEZ, Juan Antonio, “Luis Bono Hernández de Santaolalla” en PÉREZ DEL CAMPO, Lorenzo (coord.), Semana Santa en Málaga, Tomo V, Patrimonio artístico de las Cofradías, Málaga, Arguval, 1990.
SESMERO RUIZ, Julián, “Primer centenario de Luis Bono“, Anuario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo 7, Málaga, 2007, pp. 24-27.
SESMERO RUIZ, Julián, Diccionario de pintores, escultores y grabadores en Málaga, siglo XX. Málaga, Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, 2009, pp. 84-87.
VV.AA., Artistas plásticos de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo [Catálogo exposición, Sala de Exposiciones de Cajamar, Málaga, 1 al 30 de diciembre de 2011], Málaga, Cajamar, Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, 2011, pp. 16-17.
 

BO


domingo, 29 de septiembre de 2019

Crónica de una imagen. Panorámicas malagueñas de la Casa Laurent por Juan Antonio Fernández Rivero en el Museo de Málaga.



Acceso al Museo de Málaga
© Del autor, 2016



El pasado miércoles 25 de septiembre se ha retomado el ciclo la Obra del Mes con la inestimable colaboración de nuestra Asociación de Amigos del Museo de Málaga, contando en esta ocasión con los conocimientos historiográficos sobre la fotografía de Juan Antonio Fernández Rivero, quien junto a su esposa María Teresa García Ballesteros han sido para el Museo de Málaga pieza angular en la documentación sobre la crónica fotográfica decimonónica malagueña y filántropos desinteresados con el aporte de los fondos de su extensa colección para nutrir el audiovisual que se le dedicada en nuestra exhibición permanente. Cuando redactamos los textos de esta unidad didáctica, bajo el genérico epígrafe del pincel al objetivo fotográfico como coordenadas que ayudasen a entender al público la rápida sucesión de estilos en poco más de un siglo por los que transitó el género paisajístico, desde las composiciones cargadas de idealismo subjetivo en el estudio romántico, el realismo y naturalismo que persiguió la pintura saliendo al aire libre, la representación de impresiones y finalmente la abstracción alcanzada por los geómetras cubistas y los cromáticos expresionismos fauves en el umbral de las vanguardias, pusimos el énfasis en que fue posible en gran medida gracias a la irrupción de la técnica fotográfica en torno a 1839 como la aproximación mecánica más fiable en su veraz representación. Así, el texto sobre el triunfo de la fotografía fue corregido, depurado y afinado por este generoso matrimonio hasta mejorar la información pública suministrada, una labor por la que nos sentimos profundamente agradecidos. 


Presentación de la ponencia por la Dirección del Museo de Málaga y la Presidencia de la Asociación de Amigos del Museo de 
Málaga, junto a Juan Antonio Fernández Rivero
© Del autor, 25 septiembre 2019

Esta colaboración, que seguro iremos estrechando a museo abierto, la garantiza que ambos formen parte desde sus inicios de la multitud de asociados que conforma nuestra Asociación de Amigos, un extenso conjunto de maravillosas individualidades a las que siempre es grato recibir en las actividades que con coherencia se relacionen con las funciones de nuestra institución y el conocimiento de sus colecciones, que como en esta ponencia de Fernández Rivero contó con un aforo completo de nuestro salón de actos. En esta ocasión, la obra no forma parte de los bienes culturales exhibidos de forma permanente o los ofrecidos al público en el almacén visitable de nuestra planta baja, sino de una fotografía de la Aduana del Mar enseñoreando junto a la catedral la fachada marítima de Málaga a principios de la segunda mitad del siglo XIX. Este recurso museográfico posee un profundo sentido museológico, pues bajo el soporte de una lona retroiluminada en un marco semiesférico recibe al visitante en su ingreso al museo como un cálido abrazo del principal de nuestros bienes culturales exhibidos, una suerte de pórtico temporal que nos retrae al edificio asomado a las tranquilas aguas de la bahía y coronado por su original cubierta antes del incendio de 1922, perfil que ha recuperado el proyecto arquitectónico de nuestro Museo. 


Instalación del panel entre septiembre de 2015 y mayo de 2016
© Del autor, 2015 y 2016

Muchas son las consultas públicas que solicitan aclaraciones sobre autor y fecha de la imagen, siempre respondidas como panorámica de la Casa Laurent y compañía hacia la segunda mitad de la centuria decimonónica, por lo que nos parece enormemente pertinente la ponencia de Juan Antonio Fernández Rivero en la atribución de la amplia vista y la precisa datación de la imagen, perfectamente documentada por tan perspicaz investigador, así como la curiosa circunstancia de presentarse cercenada en ausencia de una cuarta placa fotográfica que cerrase hacia la zona portuaria de levante la panorámica original, finalmente no incluida en la cesión que el madrileño Instituto del Patrimonio Cultural de España realizó sobre el fondo de la Casa Laurent que tutela en su fototeca, y de cuyas circunstancias Fernández Rivero aventura una hipótesis tremendamente razonable. 
  

Texto de bloque “Del pincel a la cámara fotográfica”, audiovisual sobre la fotografía en Málaga en el siglo XIX, y texto de unidad “El triunfo de 
la fotografía”
© Autor, 2016

Las panorámicas urbanas constituyen uno de los fondos preferidos por los Fernández Rivero para su colección, una constante que los geógrafos y periegetas han representado desde que el ser humano ha pretendido obtener un preciso conocimiento del espacio que habita. Así, las amplias panorámicas que reproducen la fisonomía urbana de Málaga se han multiplicado, siendo los ejemplos seleccionados por el ponente la extensa vista malagueña realizada por Anton van den Wyngaerde en 1564 por encargo de Felipe II, el castellanizado Antonio de las Viñas cuyo dibujo se ha empleado como extensa decoración del espacio destinado en planta baja a cafetería, ilustrando los restos de las originales murallas que defendían Málaga aquí presentadas al público, así como la vista de la ciudad que dibujó Joris Hoëfnagel entre 1563 y 1567 para su inclusión, grabada por Franz Hogenberg, en Civitatis Orbis Terrarum, obra editada en Colonia en 1572 por George Braun, vista que también barajamos para su instalación en el espacio de cafetería, finalmente decididos por la vista de las Viñas.   


Lona con panorámica de Antonio de las Viñas (1564) en la cafetería del Museo de Málaga, sobre la solería 
acristalada que permite ver la muralla en este espacio de la planta baja
© Del autor, mayo 2016

Como afirma Fernández Rivero, los pioneros de la fotografía buscaron sus referentes compositivos en formatos y corrientes artísticas procedentes de la pintura, el dibujo y el grabado hasta llegar a formular un lenguaje propio al registro fotográfico, e indudablemente para las vistas panorámicas seguramente serían los referentes presentados. Las primeras fotografías de las décadas de los años cuarenta y cincuenta del siglo XIX, consideradas por Fernández Rivero como auténticos incunables previos a la explosión comercial de la fotografía durante la década de los sesenta, define dos tipos de panorámicas: aquéllas que dan cuenta de una amplia vista, mediante el empleo de una cámara fija estratégicamente situada para obtener el ángulo más amplio posible en una única placa; y la que mediante el mismo procedimiento, realiza varias fotos consecutivas girando la cámara sobre el trípode con ciertos hitos solapados que permitieran posteriormente su composición, reunidas en una amplia vista adheridas sobre cartón y fortalecidas a través del entelado de su dorso. 


Juan Antonio Fernández Rivero con la imagen de Charles Clifford sobre Málaga de  1859
© Del autor, septiembre 2019

De las primeras es expresivo ejemplo la vista de Málaga que realizó Charles Clifford (1819-1863) en el año 1859, mientras que de las segundas existen numerosos ejemplares, como el que nos ocupa. Esta técnica ya la empleó el daguerrotipo, con escasas piezas de enorme atractivo plástico y ávida búsqueda por los coleccionistas, al ser piezas con una única impresión en soporte metálico enmarcadas de forma conjunta. Las panorámicas en planchas de cristal sobre las que se obtenían manualmente copias sobre papel por directo contacto son la base técnica del destacable desarrollo comercial de la década de los sesenta, con un desarrollo que interrumpe abruptamente a principios del siglo XX la comercialización de la cámara de barrido, que permite la impresión de una única imagen panorámica por desplazamiento interno del objetivo, impresionando un negativo. 


Juan Antonio Fernández Rivero con proyección de algunos ejemplos de daguerrotipos de paisajes panorámicos
© Del autor, septiembre 2019

La imagen reproducida en el acceso al Museo de Málaga, obtenida por la suma de cuatro panorámicas consecutivas, ha sido atribuida por Fernández Rivero al fotógrafo valenciano José Martínez Sánchez (1807-1874), quien había instalado un profesional estudio fotográfico en la madrileña Puerta del Sol en torno al año 1857, un año después de la instalación del suyo por Jean Laurent y Minier (1816-1886). La asociación de ambos fotógrafos se produjo en 1867, cuando el Ministerio de Fomento contrató los servicios de Laurent para la rápida edición de un álbum fotográfico dedicado a las obras públicas españolas para presentarse en la Exposición Universal de París de ese año. La labor era ingente, pues el Estado pretendía presentar al mundo los avances que la corona española realizaba en la modernización del país, con la ejecución de vistas a lo largo y ancho de la nación en un tiempo record, para lo que se distribuyeron geográficamente España entre Laurent Minier y Martínez Sánchez, a quien correspondió en suerte Málaga. 

José Martínez Sánchez para la Casa Laurent & Cía, 1867
© Autor, 2019

Así, la panorámica ofrecida por el IPCE para su instalación en el Museo de Málaga fue tomada por José Martínez Sánchez, su auténtico autor, en 1867 desde la terraza alta de La Farola en una única sesión de impresión sobre cuatro planchas. La obra hoy es atribuible a la Casa Laurent ya que todo el material fotográfico de Martínez Sánchez fue vendido a la fima comercial antes de que el valenciano regresase a su pueblo natal, formando parte de los fondos de la Sociedad J. Laurent & cía, constituida desde 1875. Por tanto, la respuesta a todas las consultas públicas realizadas nos la ofrece a la postre Juan Antonio Fernández Rivero con su atribución al fotógrafo José Martínez Sánchez y su datación precisa en 1867. 

Visión central de la panorámica de José Martínez Sánchez para la Casa Laurent & Cía, 1867
© Archivo Ruiz Vernacci, Fototeca IPCE (MECD)

Como curiosidad, Fernández Rivero nos ofrece otra amplia panorámica de Málaga de la Casa Laurent de hacia 1880, unos trece años posterior a la anterior, cuyo autor tampoco parece que fuese el mismo Jean Laurent, fallecido seis años después y por tanto poco proclive al desplazamiento por toda España para actualizar e incrementar su extenso catálogo comercial, sino que hasta confirmación documental a un concreto fotógrafo, muy posiblemente local, queda atribuida a la casa comercial de referencia. Ambas vistas malagueñas son las únicas existentes de la Casa Laurent. 

Más curioso resulta el empleo de tres únicas planchas en la reproducción museográfica malagueña, relacionada con el mismo procedimiento técnico de obtención de los positivos en papel. Las planchas de vidrio sufrían tremendamente por la continua manipulación del fotógrafo en la obtención por contacto del positivo, lo que solía desgastar sus bordes y procurar accidentales descuidos que procurasen la pérdida de calidad de las posteriores reproducciones, siendo el más grave la fractura misma de la plancha de vidrio. Por esta circunstancia los fotógrafos solían realizar varias planchas sobre una misma vista, siendo las más numerosas aquellas más características o monumentales de la panorámica, pues en su comercialización también se vendían por separado, siendo éstas las más cotizadas. En nuestro caso, Martínez Sánchez realizó varias planchas de las dos primeras vistas del poniente malagueño, así como un número mayor de la tercera donde se representaba Aduana y Catedral, sin embargo solo se conserva una plancha fracturada de la cuarta plancha sobre el muelle de Levante, por lo que quizá se decidiese no reproducirla en la vista panorámica, junto a una razón puramente plástica según el formato empleado en la zona de acceso al Museo de Málaga. Probablemente, hubiese restado a la composición su actual atractivo por la forzada distorsión que impone su semiesférico enmarcado, extremo que confieso me ha resultado especialmente esclarecedor. 



Tercera y cuarta planchas de la panorámica de Málaga de la Casa Laurent, la enmarcada en rojo no se ha reproducido, siendo el único ejemplar 
conservado en el que se observa la rotura del soporte de cristal.
© Archivo Ruiz Vernacci, Fototeca IPCE (MECD)
 
Cuarta plancha no reproducida con las roturas del soporte en todo su lateral izquierdo
© Archivo Ruiz Vernacci, Fototeca IPCE (MECD)


Los fondos de la Casa Laurent fueron finalmente adquiridos por Joaquín Ruiz Vernacci (1892-1975), quien se hizo con unos 40.000 negativos datables entre 1858 y 1960, fondo que adquirió el Estado tras su fallecimiento. La fototeca del IPCE (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) conserva hoy el archivo Ruiz Vernacci, del que procede su cesión de esta panorámica para su instalación en el Museo de Málaga en torno al año 2015. Espero que la crónica de esta presentación en la reanudada actividad de la Obra del Mes sea de su interés, y haya aclarado dudas sobre autor y fecha de tan sugerente imagen. 

Para saber más: https://cfrivero.blog/about/
 

Charles Clifford, Panorámica de Málaga, 1859, panorámica obtenida con una única plancha fotográfica

Bibliografía:
FERNÁNDEZ RIVERO, Juan Antonio (1994), Historia de la fotografía en Málaga durante el siglo XIX, Málaga, Universidad de Málaga – Editorial Miramar.
FERNÁNDEZ RIVERO, Juan Antonio (2004). Tres dimensiones en la historia de la fotografía: La imagen estereoscópica, Málaga, Editorial Miramar.
FERNÁNDEZ RIVERO, Juan Antonio (2008), Málaga, fotografías desde la Farola (1852-1900), Málaga, Ámbito Cultural, Corte Inglés.
FERNÁNDEZ RIVERO, Juan Antonio (2008), Mirando a la cámara, Málaga, Claroscuro Ediciones.
FERNÁNDEZ RIVERO, Juan Antonio y GARCÍA BALLESTEROS, Mª Teresa (2017), Málaga desde sus atalayas 1854-1925, Málaga, Diputación Provincial.