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domingo, 8 de marzo de 2015

María Revenga Sancho (Madrid, 1901 – 1988): la piel del paisaje.


© "Paisaje de costa".  Museo de Málaga

En el Día de la Mujer queremos rescatar la memoria de la pintora María Revenga Sancho, una paisajista olvidada en la vorágine de los convulsos tiempos que le tocó vivir, desde las ansias libertarias femeninas durante los años de la II República Española, la dramática experiencia de una bárbara guerra civil, los oscuros años de una dictadura y los primeros vientos de la democracia española. Nacida en el mes de diciembre de 1901 en Madrid, en el seno de una familia de rígida disciplina militar, su infancia estuvo marcada por los distintos destinos de su padre en acuartelamientos nacionales, consolidando desde su más tierna infancia un especial interés por los viajes como medio de conocimiento y la apreciación del paisaje como la más genuina identidad de los lugares donde bien se transita o se reside.

La pintora no reconocería el Madrid de su infancia, pues entre los años 1903 y 1905 sus primeros recuerdos infantiles fueron los de la tierra natal de su madre, Las Palmas de Gran Canaria, aunque sus mejores y más permanentes recuerdos de infancia y adolescencia los tuvo de Málaga, ciudad a la que se trasladó con su familia hasta el año 1913. María encontró en esta ciudad abierta y cosmopolita un ambiente cálido para personas desarraigadas como ella, con la que pronto se vinculó mediante estrechos lazos sentimentales que conservó durante toda su vida, ya que en ella fraguó sus mejores amistades y de aquí fue su marido: Christian Froemke. 

Hasta 1920 la familia residió de nuevo en Madrid, donde María Revenga cursó sus estudios de secundaria en el Colegio Alemán y acudió a clases con la pintora Pilar de la Riva, más como complemento en la educación de una señorita de buena familia burguesa que como formación artística, dominando el difícil arte de la acuarela y soltando su destreza en composiciones florales. Tras tres años en Mérida, donde su padre estuvo vinculado al Regimiento de Artillería, regresó de nuevo a la capital española donde tomó la firme decisión de dedicarse a la pintura profesionalmente, con una especial inclinación por el paisaje en constantes excursiones, donde se dejó seducir por los encrespados riscos del Guadarrama.

En 1926 regresó a Málaga para contraer matrimonio e, independizada de la tutela paterna, se dedicó con su marido a realizar un largo viaje por Europa central, donde la sedujeron los paisajes agrestes suizos, de la Selva Negra alemana y del Tirol. Al final de la Guerra Civil, María Revenga se consideró pintora con el desarrollo de una intensa actividad entre su estudio madrileño de la calle Fortuny y el que dispuso en la localidad abulense de Piedralaves. Su extensa actividad expositiva nacional e internacional se inició en 1943 con sendas exposiciones madrileña y barcelonesa en las salas Macarrón y Pallarés. Así mismo, fue asidua a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en los años cincuenta y sesenta, en las que nunca renunció al magisterio de Pilar de la Riva por vincularse a maestros de más renombre nacional, y concurrió a numerosos certámenes locales y nacionales donde sí obtuvo importantes galardones.

La década de los años sesenta fue intensa en la programación de exposiciones por todo el mundo, iniciándose con las exhibiciones latinoamericanas en Venezuela y Cuba y continuando con las organizadas por embajadas y Centros Culturales Hispanos de Extremo Oriente, con importantes exposiciones en Alejandría, El Cairo o Beirut, además de las antiguas colonias españolas de Guinea Ecuatorial y Fernando Poo. Estas primeras exhibiciones tuteladas por las autoridades españolas fueron seguidas, gracias al éxito comercial de la pintora, por la invitación para exponer en galerías comerciales de Hamburgo, Roma y la canadiense Vancouver, donde logró vender toda su producción.

En 1974, tras el fallecimiento de su marido, María Revenga decidió realizar un crucero por el mundo donde dedicarse con auténtica pasión al reflejo de los paisajes de aquellos lugares por los que transitaba, tras cuya finalización desarrolló una intensa labor expositiva desde Santiago de Chile a la sudafricana Johannesburgo. El inicial realismo de las obras de María Revenga se fue resolviendo en una pincelada cargada de pasta y con un gesto más dinámico y suelto, lo que aporta a los paisajes de la pintora una vibración intensa del color y un dinamismo extremo de su huella que anima la composición en una línea más expresiva y personal.

Antes de fallecer a edad avanzada el 19 de diciembre de 1988, realizó dos grandes exposiciones de su obra en Málaga: la primera en el Museo de Málaga en1970 y, nueve años después, en el Museo Diocesano de Málaga. De la primera resta como postrer afecto a la ciudad de su adolescencia, a la que reiteradamente volvió a lo largo de su vida, dos obras donadas por la autora al Museo de Málaga: “Cumbres”, un óleo sobre lienzo de grandes dimensiones que debemos relacionar con su gran afición por los paisajes agrestes de alta montaña, donde se confunden espacios nevados con intensas nieblas en jirones desgarrados entre las exaltadas cumbres; y “Paisaje de costa”, óleo sobre tabla, donde la pintora se acerca con su habitual intensidad de expresión a la costa malagueña tan frecuentada durante sus años de estancia en nuestra ciudad.

© Diario SUR, sábado 11 de abril de 1970. 


María Revenga tuvo una voluntad artística férrea que la elevó por encima de las convenciones de género de su tiempo y la transmutaron en una impenitente viajera dedicada, como los primeros cartógrafos, a dejar constancia de la epidermis de nuestro mundo en sus más contrastadas fisonomías.   

Bibliografía:
AA VV, María Revenga [Catálogo exposición, Sala de Exposiciones del Museo Diocesano de Arte Sacro de Málaga, 16 al 30 de abril], Málaga, 1979.
CHAVARRI, Raúl, La pintura española actual, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1973, p. 163.
M.A., “Arte. María Revenga expone sus pinturas en el Museo Provincial”, La Tarde, viernes 10 de abril de 1970.