Estudio masculino [1841], Antonio María Esquivel, Museo de Málaga. |
Una de las labores
más apasionantes dentro del Departamento de Conservación e Investigación de un
museo es la investigación, documentación y difusión de sus fondos, donde por
cada uno de ellos existe una interrogante que responder, una incógnita que
despejar. Algunas de las entradas en el presente blog han girado en torno a
esas enigmáticas piezas sobre las que se necesitaba una reflexión con base
documental, análisis histórico-artístico o revisión museológica. En estos
momentos, después de más de diez años de ejercicio profesional en distintos
museos andaluces, existen miradas sobre determinados ítems museológicos que me producen
una especial satisfacción por haber cerrado un ciclo durante muchos años
irresoluto. Este es el caso de “Estudio masculino” firmado por Antonio María
Esquivel en 1841, óleo sobre lienzo de apenas dieciocho centímetros de alto por
ancho.
Las escasas
dimensiones del lienzo no son óbice para percibir que nos encontramos ante una
magnífica obra de arte, donde el autor consciente del buen trabajo realizado lo
firma con mal disimulado orgullo en el lateral inferior del lienzo: A. M. Esquivel ft. / 1841 fc,
proponiendo la lectura como A[ntonio] M[aría]
Esquivel f[eci]t. / 1841 f[a]c[iebat]. La doble afirmación de autoría que
creo plantea la firma, con las locuciones latinas ft y fc, quizá pueden hacer
alusión a la mano del fecit,
por un lado, y a su año del faciebat
por otro. Las dimensiones y la rápida ejecución de la cabeza de hombre se
considera un apunte o boceto de estudio fisionómico realizado por Esquivel tal vez sobre su propio rostro, lo que correspondería a un autorretrato tomado
para una composición mayor en un momento crucial en la vida del pintor
sevillano, donde creyó perder definitivamente la visión en una grave crisis de
salud, lo que se dice llevó a ponerlo al borde del suicidio en 1840. Este
episodio quizá responda a esa desmesurada presencia de la firma en la base del
pequeño boceto, donde Esquivel deseó dejar constancia de su evidente recuperación de la que la
pintura sería prueba palpable.
A. M. Esquivel ft. 1841 fc, firma del lienzo © autor. |
Antonio María
Esquivel y Suárez de Urbina nació en la capital hispalense el 8 de marzo del
año 1806, huérfano de un glorioso militar fallecido en la batalla de Bailén y
educado por su madre viuda, quien se afanó en su formación en Letras como
correspondía a su ascendencia nobiliaria, que pronto el joven desvió hacia la
formación pictórica en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla. Los años de formación los compaginó con la asistencia como ayudante
en el taller del dorador Francisco de Ojeda, siempre consciente de los enormes
esfuerzos financieros realizados por su progenitora, y tras una corta estancia donde
probó fortuna en el ejército, volvió a instalarse en Sevilla en torno al año
1827, cuando contrajo matrimonio con Ana Ribas. La búsqueda de una situación
económica estable y gracias a la fama adquirida en los círculos artísticos y literarios
locales le indujeron a aceptar la ayuda del coleccionista y cónsul
británico en Sevilla Mr. Williams para continuar su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en
1831. Se instaló en Madrid a la vez que lo hacía su compañero y amigo, el pintor murillesco José Gutiérrez
de la Vega, donde ambos obtuvieron en 1832 el nombramiento de académicos de mérito de
la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lo que al mismo tiempo fue indicio de su rápida popularidad y de la cimentación del éxito
de las fórmulas plásticas ejercidas tanto por Gutiérrez de la Vega, en una línea más neo-barroquizante, como por Esquivel. Éste último presentaba una evolución de un neoclasicismo de
seca raigambre española, en la línea establecida en el país por el correcto
dibujo y el control de la paleta de Vicente López Portaña, hacia las propuestas
romanticistas alentadas por la plástica de Alenza o Maella, que fueron calando en las altas clases sociales nacionales.
Estos años
madrileños son de éxito en la realización fundamentalmente de retratos, aunque
los alterna con la pintura religiosa y de historia, donde encuentra a su mejor
competidor en Gutiérrez de la Vega, con quien inicia una serie de afortunadas aventuras
culturales, como la fundación en 1837 del Liceo Artístico y Literario de
Madrid. Este decenio se cierra abruptamente en el año 1838, cuando decidió recluirse en
Sevilla, aquejado de una dolorosa enfermedad que se manifestó en una ceguera
momentánea de la que el pintor no creyó salir, lo que le supuso casi un intento
de suicidio ante la imposibilidad de poder continuar ejerciendo su arte. En
1841, al fin superada su dolencia, regresó de nuevo a Madrid donde recibió el
nombramiento de Pintor de Cámara de Isabel II, dos años después, y académico de
número de San Fernando seis años más tarde, así como su ingreso como profesor de
Anatomía en su Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado, para cuya asignatura editó en Madrid en 1848 su: Tratado de anatomía pictórica.
Nunca llegó a ser
un pintor de conciencia rígidamente académica, aunque en sus composiciones tan sólo mostró
una especial libertad expresiva muy romántica en sus desnudos femeninos, y desde las páginas
de El Panorama lanzó diatribas contra
el férreo sistema de enseñanza académico, siempre reivindicando la libertad de
expresión necesaria a todo artista. No obstante, su vida se mantuvo en estos
últimos años vinculado no sólo a la docencia en la academia madrileña, sino a
todos los proyectos que se enfrentaron para la consolidación de sus preceptos
artísticos, como su participación respaldando la primera Exposición Nacional de Bellas Artes
en Madrid organizada en 1856 por el gobierno de Isabel II para consolidar
mediante sus premios y recompensas la línea artística oficial, aunque no fue
testigo directo de sus logros, pues falleció en la capital el día 9 de abril de
1857.
Hoy se considera
uno de los principales pintores españoles del Romanticismo más castizo,
especialmente dedicado al retrato mediante una técnica que resulta fría debido a su
inicial formación neoclásica. Sus producciones en este género son correctas en
el empleo del dibujo y sencillas en la aplicación de unas gamas cromáticas nada
estridentes, muy adaptadas a la moda de aquel tiempo que le correspondió vivir.
Ello no fue obstáculo para que se afanase por encontrar la más cercana
fisonomía del personaje, aunque preocupado siempre por cierta idealización
mediante la dulcificación de los rostros para agrado del comitente y la
sujeción a las convenciones sociales de representación que le permitieron mantenerse en el mercado. De ellos son buena
muestra los restantes tres retratos de Esquivel que hoy se tutelan en el Museo
de Málaga.
Conjunto de "Estudio masculino" de Esquivel, Museo de Málaga © autor. |
El pequeño estudio
de rostro masculino, a parte de apuntarse la posibilidad de que se trate de un
pequeño autorretrato, es un auténtico manifiesto de la plástica desarrollada
por Antonio María Esquivel en el arte de su tiempo. El personaje se presenta
desnudo ante la línea de caracterización social que mostraba habitualmente el
atuendo, lo que nos permite focalizar toda nuestra atención sobre el rostro
perfectamente caracterizado del hombre de larga melena y poblada barba, modelo
de férrea voluntad sobre su concentrado rostro. Este modo de presentación es quizás el aspecto más romántico de la obra, en la línea de valoración del individuo desprovisto de entorno, pompas sociales y definiciones de estado o profesión, siendo el yo lo que impregna por completo la composición. La mirada se desvía
hacia uno de sus laterales, cuyos ojos se encuentran en perfecta
proporcionalidad con los amplios pómulos rosáceos, la prominente nariz y la
despejada frente en una perfecta descripción anatómica y fisionómica, donde
adquiere especial protagonismo el texto que resuelve la firma y fecha
de la obra, de tan rotunda presencia como el objeto mismo de la composición, entrando a formar parte sustancial de ella. En este sentido, cobra valor el hipotético autorretrato como lectura del conjunto integrado por la imagen del varón, el nombre del pintor subrayado con el fecit y el año de ejecución con su faciebat, lo que incide y apunta sobre esa sobrevaloración del ego del individuo romántico, en el caso de Esquivel un ave fénix renacido tras la experiencia mutilante de la ceguera.
El lienzo presenta
el característico lino en tafetán, lo que no podemos observar en la trasera de
la obra al haber sido entelado con refuerzo de nuevo lienzo en una
restauración posterior. El marco presenta un moldurado simple con pan de oro de
calidad, aunque no parece ser original.
Superficie de la obra en el Museo de Málaga © autor. |
La obra
ha sido tradicionalmente adscrita a los fondos en depósito del Museo Nacional
del Prado, al menos desde las revisiones que sobre estas colecciones venía realizando su personal técnico desde el año 1990, al que se le asignó el
número de Catálogo del Prado: P07567. No obstante, la obra siempre ha formado
parte de la colección estable del Museo de Málaga desde su ingreso el 29 de
agosto de 1974. El Ministerio de Educación y Ciencias aprobó la adquisición de
dos obras propiedad de Federico y Teodoro Michel en Sevilla y su adscripción al
Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga mediante Orden Ministerial de 15 de
junio de 1961. Este lote lo conformó una “Cabeza de hombre” de Antonio María
Esquivel, de 18,00 x 18,00 centímetros y marco de madera, y una “Batalla naval” de
autor anónimo del siglo XVIII, óleo sobre lienzo de 82,00 x 61,00 centímetros.
Las obras fueron trasladadas por ferrocarril desde Sevilla el 22 de julio del año
1974, expedidas por la empresa de Transportes Internacionales Federico
Michel International Shipping Agents (Sevilla, Spain), propiedad del vendedor, alcanzando el museo y certificando al Estado su registro en el mes
de agosto del año ya mencionado, una de las primeras intervenciones como director del Museo de Málaga de D. Rafael Puertas Tricas tras su nombramiento de 20 de junio de 1974, integrante del Cuerpo Superior Facultativo de Conservadores de Museos procedente del Museo de Logroño. Desde entonces, las piezas se han custodiado en los almacenes internos del Museo de Málaga, donde permanecen. Así, toda esta documentación ha sido presentada al
Museo Nacional del Prado en el curso de la confección del Catálogo General de
pinturas del siglo XIX dirigido por José Luis Díez, donde hoy se incluye la obra
como baja definitiva entre sus colecciones.
"Batalla naval", anónimo español del siglo XVIII, Museo de Málaga. |
En este sentido es
sobre el que les adelantaba que se ha cerrado el ciclo, donde existía una
evidente confusión sobre un “Retrato de caballero” propiedad del Museo Nacional del Prado, obra del mismo pintor romántico
sevillano, que hoy se ha demostrado documentalmente que no coincide con el
tutelado en el Museo de Málaga, integrante definitivamente de la colección estable de entre los fondos adscritos estatalmente a la institución antes de su transferencia de gestión a la
comunidad autónoma andaluza.
Bibliografía:
DÍEZ, José Luis, Pintura
del siglo XIX en el Museo del Prado. Catálogo General. Madrid, Museo
Nacional del Prado, 2015, p. 613 [Bajas].
PAZOS BERNAL, Mª A., PÉREZ MUÑOZ SANZ, Mº del P., y ROMERO
TORRES, J. L., “Museo de Málaga. Sección de Bellas Artes (1974-1980)”, Museo 1, Madrid, junio 1982, pp. 105-106
[reproducción en fig. 1, p. 106].
OLALLA GAJETE, L. F., Museo
de Málaga. La pintura del siglo XIX, Madrid, 1980, p. 19 [cat. nº 62, p. 46].
ROMERO TORRES, José Luis, Museo de Bellas Artes de Málaga, León, Everest, 1989, pp. 40
[reproducción en fig. 32, p. 40].
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