Translate

miércoles, 8 de octubre de 2014

Los laureles de las Musas.


A quien las Musas encuentren trabajando es más probable que le otorguen el don de su sagrada inspiración que a aquel a quien sorprendan sesteando sobre vagas ideas. Los museos, como espacios sagrados donde habitan habitualmente las Musas, no suelen estar servidos por durmientes que esperan cruzarse con las hijas de la Memoria para que, arrebatados de inspiración, puedan ofrecer sus fondos culturales al público para quien estas instituciones existen.

© José Ángel Palomares, Ermitage 2011.
Suele tratarse de personas muy comprometidas con su profesión y su vocación socio-cultural, atentas a su ambiente patrimonial circundante para que el Museo pueda tutelar en un futuro aquellos bienes culturales que forman parte de él. Se desvelan por su estado de conservación y sus posibilidades de pervivencia, y procuran adoptar todas las medidas medioambientales, de seguridad y de cuidado en su trato para evitar su deterioro, hasta alcanzar complejas intervenciones que puedan recuperar la buena conservación material y conceptual de los valores que los capitalizan. Desentrañan los crípticos arcanos de su naturaleza arqueológica, histórica, artística o científica mediante la constante investigación, documentación y custodia de los datos reunidos en medios
Génesis de una colección, Museo de Málaga. 
estables de tutela, como son registros, inventarios, catálogos y publicaciones de sus fondos. Tejen y destejen discursos museológicos que den sentido a la pública presentación de sus colecciones, en mensajes coherentes para la reunión de un conjunto expositivo dado en las salas del Museo. Interpretan ante su público los aspectos más intrincados de las exposiciones, adaptando contenidos y lenguaje a los niveles cronológicos, educativos o sociales de su auditorio.



Museo Bellas Artes de Córdoba, Navidad 2005.

Fabulaciones sobre la mujer: la imagen femenina en las colecciones del Museo de Málaga 2008

Todas estas misiones se realizan gracias al concurso de cuatro elementos básicos: un espacio donde desarrollar su labor, el edificio museístico; un destinatario, su público; unos bienes culturales a custodiar, proteger y difundir, su colección; y una infraestructura técnica y humana, su personal. El concurso de estos componentes esenciales, en cuyo centro vector se encuentra el público para el que existen hoy el resto de constituyentes, es el campo de acción de los conservadores de museos. Actualmente, estos profesionales poseen herramientas básicas para su formación técnica y práctica profesional como la ciencia museológica y la praxis museográfica, que en muchos casos se añaden sobre una formación humanística o científica previa, que antaño fue la básica para el acceso a estas tareas museísticas.

© José Ángel Palomares Samper. Rijksmuseum 2013.
Se asume, por tanto, en los foros nacionales e internacionales que el perfil actual del conservador de museos, como museólogo y museógrafo en servicio, posee un perfil profesional a caballo entre el humanismo de disciplinas histórico-artísticas, etnológicas o arqueológicas y los conocimientos científicos procedentes de los conocimientos físico-químicos, biológicos o expo-técnicos que la labor museográfica requiere para la correcta valoración de los procesos de biodeterioro, fotodeterioro o aquellos de raíz físico-química que afectan la integridad de los bienes culturales, así como su correcta presentación en espacios museísticos bajo especiales condiciones lumínicas, medio-ambientales y físicas, favorables a su percepción pública y correcta conservación.

Museo Bellas Artes de Córdoba, 2005.

Sin embargo, hoy las Musas están confusas cuando este momento de especialización máxima que la profesión ha alcanzado, tras siglos de embrionario y lento desarrollo, coincide con laxos procesos de ingreso en instituciones museísticas. Los museos, mal entendidos como simples instituciones culturales por sus gestores públicos y privados, son realidades patrimoniales complejas y altamente sensibles que no deben consumir recursos sin las necesarias garantías de servicio público respecto a la tutela y conservación de sus bienes culturales, que también pertenecen a nuestras generaciones futuras, y a la difusión de sus contenidos culturales entre sus potenciales usuarios. Así, uno de esos pilares fundamentales, el personal que los atiende, debe ser garante gracias a una demostrada capacidad y un reconocido mérito de estos elevados fines que el museo representa y para los que concurren las Musas, cada vez menos a diario.

El prisma social óptimo desde el que deben observarse es aquel que garantice el indiscutible derecho  a expresar las opiniones que cada cual tenga sobre estos templos de las Musas, como podemos ejercerlo sobre nuestras escuelas, hospitales, cortes de justicia o garajes mecánicos, pero a los que no renunciamos a que sean atendidos por docentes, médicos, jueces y mecánicos de probada solvencia. Las públicas Musas se deshacen de sus coronas de laurel, con desdén abandonan las salas museísticas y con airada expresión las arrojan a los puercos, esperando mejores tiempos para sus sagradas mansiones. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario