Rueda de
Prensa:
Fabulaciones
sobre la mujer. La imagen femenina en las colecciones del Museo de Málaga. Palacio de la
Aduana-Sala de las Columnas. Museo de Málaga.
Consejería de Cultura de la Junta de
Andalucía.
7 de diciembre de 2007.
Delegado Provincial de Cultura
Francisco López.
Directora del Museo de Málaga María
Morente.
Comisario Científico José Ángel
Palomares.
Diseño expositivo Diego Santos.
Primero agradecer al Sr. Delegado Provincial de la Consejería de Cultura y a la Directora del Museo de Málaga, como responsables del buen gobierno de esta institución, la posibilidad que me han brindado de reflexionar sobre los estereotipos de feminidad que la sociedad andrógina y patriarcal ha ofrecido a través de su cultura material, principalmente centrada en las poéticas de finales del siglo XIX y primera mitad del XX, donde estos estereotipos eran más rígidos pero que, sin embargo, en este momento histórico coexistían con un movimiento feminista que luchaba denodadamente por romper esas imágenes de pasividad social femenina y por lograr un lugar paritario con el varón. La imagen femenina, recluida en los estrechos márgenes de la vida familiar, mientras el varón se reservaba en exclusiva el ejercicio de un activo papel social, fue injustamente impuesta y asumida por más de la mitad de la población mundial: la mujer.
"Fabulaciones sobre la mujer" es un título del que podemos ofrecer dos lecturas distintas: fabulación con procedencia etimológica en el verbo hablar, como propuesta de hacer visible la imagen de feminidad tradicional y someterla al juicio público, sabiendo que se trata de una imagen fabulada por soñada e irreal; o bien como procedente del género literario de la fábula, como las realizadas por Iriarte o Samaniego, historia de la que se extrae una moraleja, conseja o pequeño mensaje moralizante que, en este caso, daría como resultado una extensa y necesaria reflexión social.
La muestra se inicia
en la realidad biológica que cimentó un papel femenino distinto al masculino,
la maternidad. Mujer y madre nos
invita a reflexionar sobre el estereotipo femenino que recluye a la mujer en el
ámbito de lo privado, no sólo por cuanto requería ese espacio para la
manutención, cuidado y educación de los hijos, sino por cuanto el varón se
asegura con esta reclusión física, moral y cultural la exclusividad de su
parentesco genético con sus hijos, de la que la mujer será siempre segura madre
pero el varón será supuesto padre.
Así se alcanza la
unidad expositiva siguiente, en la que se presenta una selección de retratos
femeninos donde apreciamos que desde la más tierna infancia a la mujer se la
educa para constituir el pilar básico de la familia, célula sobre la que se
garantiza la estabilidad y paz social, así la mujer se conceptualiza como Abnegada esposa y disciplinada ciudadana que,
sin siquiera poseer derecho a la participación política, económica y social, es
garante del modelo social por la asunción de su papel secundario ante el varón,
asumiendo los estereotipos de castidad, honestidad, emotividad, delicadeza
física, etc., como valores constitutivos de su complexión física y de su
carácter.
Sin embargo, el varón
forjó otro tipo de imagen bien distinta, que exhibimos en la unidad Mujer y deseo, donde se construyó la
imagen femenina como oscuro objeto de deseo masculino, en muchas ocasiones
disfrazando su valor erótico bajo las socialmente aceptadas imágenes del mito
clásico, la leyenda nacional o los episodios históricos más oscuros.
Dos espacios más
subrayan estas ideas: una unidad dedicada a la Mujer y adorno, donde se insiste en que la belleza es el atributo
más característico y potenciado en esa imagen de mujer como objeto social
decorativo, y el dominio femenino que la mujer ejerce, Mujer y hogar: soberana en una cárcel de oro. Esta unidad es una
recreación de un pequeño saloncito burgués decimonónico, escenario donde la
mujer domina casi en solitario.
La última unidad
expositiva presenta una selección de obras donde la mujer se ofrece a la visión
del espectador en un variado abanico de tareas, ya que la mujer desde el inicio
de la historia ha vivido el mismo
espacio y tiempo que el hombre, sufriendo las mismas necesidades, obligaciones
de buscar su sustento y de trabajar. La mayoría de las veces este trabajo ha
sido el doble que el masculino, pues al duro trabajo rural o fabril que
desarrollaba fuera de su hogar, se unía
el de dentro. ¡No somos diosas!,
expresión de la última unidad, pretende ser un eslogán en la línea de las
políticas de igualdad y solidaridad entre géneros actuales, donde debemos
reconocer desde el principio que la gran mayoría de las mujeres que han vivido
a lo largo y ancho de la historia nunca han sido tratadas como diosas, sino como
parte social más débil y explotada.
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