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lunes, 10 de noviembre de 2014

Una historia interminable, hasta bien no se inaugure el Museo de Málaga.


Hoy nos hemos desayunado con la noticia de que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (desde ahora MNCARS) se instalará próximamente en Santander, gracias al legado del industrial José María Lafuente, quien ultima el depósito de sus colecciones en la institución madrileña por un período de diez años, transcurridos los cuales el Estado tendrá la opción de su adquisición. El Archivo Lafuente se compone de más de ciento veinte mil documentos y una colección de unas tres mil piezas entre pintura, escultura y obra gráfica. La ubicación no es baladí, pues el propietario de la colección ha manifestado su deseo de que el conjunto se mantenga reunido en una institución pública santanderina. Por ello, podemos considerar como parte de las cláusulas de depósito la instalación en Santander de dichos fondos artísticos y documentales, a lo que el también santanderino Secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle, ha sido proclive en su participación en las negociaciones entre el Museo Nacional, el Gobierno de Cantabria, Ayuntamiento y depositante.

Con ello no queremos establecer ninguna sombra de duda sobre dichas gestiones, y menos desde el Museo de Málaga, que en los años de la II República Española disfrutó de una situación proclive al depósito de numerosas obras de los Museos Nacional del Prado y de Arte Moderno por el malagueño Ricardo de Orueta y Duarte, entonces Director General de Bellas Artes y Archivos. Gracias a su intermediación se depositaron en el Museo de Málaga obras de: Moreno Carbonero, Simonet Lombardo, Gartner de la Peña, Sala Francés, Viniegra y Lasso de la Vega; además de importantes obras antiguas de Correa de Vivar, Morales, Murillo, Castillo Saavedra, Giordano, Carducho, etc.

La operación cuenta además con un edificio, que la comunidad cántabra anunció como sede del Museo de Prehistoria y Arqueología (MUPAC), el antiguo Banco de España en Santander cuya instalación y mantenimiento corren a cuenta del gobierno autonómico, mientras que la dirección técnica y su personal estarán a cargo del MNCARS. En este caso, fue el museo quien se interesó por el Archivo del editor, coleccionista e industrial Sr. Lafuente, sobre todo por sus cientos de documentos sobre arte contemporáneo de difícil reunión ex nihilo, cuya obtención pasa por atender las expectativas del titular de la colección sobre la instalación en su ciudad. No en vano, la obtención del archivo sitúa al MNCARS como centro de referencia en documentación varia en torno al arte de la vanguardia histórica y de la producción artística española y latinoamericana de los años sesenta, los dos núcleos en los que se articula el archivo reunido por Lafuente desde el año 2002.

El 21 de octubre de 2014, el Patronato del MNCARS dio luz verde a su director para entablar negociaciones por el depósito del Archivo Lafuente, con la condición de que se estableciese un acuerdo con la comunidad cántabra para la cesión del edificio y recursos suficientes para su instalación. No obstante, ¿se trata de una sucursal o subsede del MNCARS?, por declaraciones del museo no se trataría de una sucursal stricto senso ya que se trata de un depósito en una infraestructura de titularidad autonómica con la que el MNCARS trabajará en red, garantizando la adecuada investigación y difusión del Archivo Lafuente con su dirección técnica y su personal, y liderando exposiciones temporales que contextualicen adecuadamente los fondos permanentes de la nueva infraestructura cultural o sean producción de la pinacoteca madrileña. El término sucursal, subsede o franquicia es cuño de los responsables políticos y medios de comunicación social, cuyo principal interés parece centrarse en el rótulo que presida su fachada con la leyenda Reina Sofía. Para los museólogos no puede ser más que una etiqueta de falsa entidad, pues cada museo es una realidad individual, única y escasamente extrapolable a otras realidades culturales, geográficas o sociales; mientras que para los juristas es un complicado contrato administrativo que suele imponer condiciones draconianas a los lugares donde se instalan, pues no suelen responder a proyectos culturales sólidos —que ya desarrollan en sus sedes—, sino a ampliación de mercados y obtención de nuevas fuentes de financiación. A esta personal afirmación tan sólo podría oponer la honrosa excepción del Museo Guggenheim de Bilbao, que ha minimizado en el ideario colectivo nacional a su original neoyorquino.

En sentido museológico, no es el centro santanderino una sucursal del MNCARS sino el medio más útil y eficaz de poner en valor un archivo privado bajo la supervisión museológica y técnica de una institución que vela por la tutela, conservación, investigación y difusión de un legado de frágil pervivencia.

No obstante, la noticia nacional, sin base alguna en mi modesta opinión, vuelve a sacar a la palestra la hipotética definición del Museo de Málaga en su apertura en la Aduana de Málaga como subsede del Museo Nacional del Prado (desde ahora MNP). Quizá lo deseable en la aplicación de la fórmula santanderina sea que la dirección técnica y el personal procedan del MNP, lo que demuestra el desconocimiento y menosprecio del trabajo de la dirección, cuerpo técnico facultativo y personal del Museo de Málaga durante tantos años.



Por otra parte, qué importante prócer malagueño posee una colección tan apreciable para el MNP como para inducir a su Patronato a aceptar un depósito o donación que incluya como cláusula la apertura de una sede en Málaga para su tutela, investigación y difusión. En cualquier caso, quizá corresponda al activo gobierno municipal ofrecerle otro espacio en tabacalera y los fondos para su instalación y mantenimiento, según la fórmula santanderina. No mencionamos deliberadamente que incluya la posibilidad de formar parte del circuito de exposiciones temporales del MNP, pues difícilmente podría contar: con la capacidad y equipamiento de las salas de exposiciones temporales del nuevo Museo de Málaga en el Palacio de la Aduana; una mejor relación técnica con la pinacoteca nacional; y mayor profesionalidad en conservación preventiva, gestión de préstamos y formación museográfica que los profesionales que hasta el momento venimos sirviendo, desde el Cuerpo Facultativo de Conservadores de Museos, a la institución decana de Málaga.

¿Falta de colecciones? Este tema creo contestado en los numerosos post de este blog, así como de las exposiciones temporales que se han venido exhibiendo en la capital, al menos desde el cierre de las sedes de la Alcazaba y Palacio de los Condes de Buenavista, cuya numeración sería demasiado prolija. Algunas obras puntuales del MNP podrían verse en Málaga, pero ese puñado de piezas no constituyen una subsede, sino la relación normalizada entre iguales de dos instituciones de primera línea.




No entraremos en el estéril enredo de las “marcas”, ya que no compete a los técnicos en museología y museografía de una institución con tan dilatada trayectoria como el Museo de Málaga, que transitó desde la monarquía de Alfonso XIII, al advenimiento de la II República, el estallido a sus puertas de la Guerra Civil española, el nuevo régimen del General Franco, la monarquía constitucional y el estado de las autonomías, con la transferencia de su gestión desde 1984. Dejemos el debate a los políticos y a los medios de comunicación.

Bibliografía:
BALBOA, Guillermo, “El Reina Sofía desembarca en Santander con el Archivo Lafuente como fondo permanente”, El Diario montañés, 21 de octubre de 2014.
LÓPEZ, Antonio Javier, “Cultura y Sociedad. La llegada del Reina Sofía a Santander reabre la puerta a la subsede del Prado en la Aduana”, Diario Sur, Málaga, lunes 1 de noviembre de 2014, p. 34.

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