Museo de Éfeso (Viena, Austria),
08 de agosto de 2012. Panel trasero muy
deteriorado. Foto José Ángel Palomares Samper. |
Los conservadores de museos estamos muy habituados a demandar
de los distintos profesionales que nos asisten a garantizar la permanencia de
los materiales que empleamos con respecto a los fondos de nuestras colecciones.
Las cartas internacionales referidas a la restauración y conservación
preventiva del patrimonio cultural mueble e inmueble, auténticos códigos
deontológicos de los profesionales de los bienes culturales, inciden en el
hecho de que los materiales empleados posean una testada eficacia en su empleo,
no produzcan daño a los materiales originales constitutivos de la integridad
física de los bienes, se puedan remozar y eliminar en caso de necesidad y no
distorsionen la lectura patrimonial de dichos bienes, presentando un aspecto
diferenciado con las partes originales conservadas.
Si la inocuidad y controlado envejecimiento de estos
materiales ha sido testado por las empresas que los facturan, que nos
garantizan hoy su eficacia, inalterabilidad y posibilidad de remoción, porqué
no solemos encontrar los mismos estándares en aquellos materiales que se
emplean en las instalaciones museográficas de muchos de nuestros museos.
Actualmente, las empresas dedicadas a actividades
museográficas han ido desarrollando productos cada vez más perfeccionados en su
fabricación, donde mobiliario de almacenaje de bienes culturales, materiales
tapón para su conservación, vitrinas de exposición, sistema de embalaje y
transporte, etc., participan de una dinámica de profesionalización y
tecnificación altas en materiales empleados, diseños y acabados. No obstante, es
frecuente que los materiales expo-técnicos procedan del mundo comercial, donde
la fungibilidad de los materiales comercializados, la continua remoción de las
instalaciones y la rápida respuesta a
requerimientos mercadotécnicos y económicos nuevos han propiciado la
incorporación de materiales, diseños y acabados de no testada permanencia.
Aunque pueda parecer un reproche, no resulta más que la
reflexión museológica de un profesional que ha visitado numerosos museos
europeos, detectando algunos aspectos que pueden pasar aparentemente desapercibidos
para los neófitos, pero que subconscientemente les procura una sensación de
demérito hacia las colecciones presentadas y la institución que las tutela.
Todos nos sentimos eufóricos en entornos comerciales donde
los expositores, espacio comercial y limpieza de los locales está cuidado en
sus más mínimos detalles, mostrándonos incómodos e irritados en caso contrario.
Para los museos se puede aplicar la misma regla, a la que debemos sumar que la
permanencia de las instalaciones se convierte en un factor a tener en cuenta a
la hora de seleccionar materiales, diseños y acabados, pues lo más habitual es
que no podamos remozarlas en mucho tiempo.
Así, como elementos de reflexión, podemos aportar a los
diseñadores y fabricantes de materiales expositivos para ámbitos de
presentación de patrimonio cultural algunas líneas de actuación, sin entrar en
aspectos de atractivo perceptivo, diseño estético o su idoneidad de diseño
respecto a los mensajes museológicos a transmitir.
Museográficamente, nos parece importante la mejora de los
siguientes aspectos:
1.
Comprobada
perdurabilidad de los materiales. Aportar a los materiales y
acabados expositivos de una probada eficiencia en el envejecimiento de los
materiales, procurando que su remoción sea limpia, rápida e inerte con los
bienes culturales con los que se relaciona, en directo contacto o cercano en su
presentación.
2.
Inocuidad
para la adecuada conservación preventiva de los bienes culturales. En
esta línea, la investigación y trabajo conjunto con empresas especializadas en
bienes culturales puede ser muy fructífera para ambos, ampliando las primeras
su campo de negocio y una probada experiencia en la materia para los segundos.
La inocua composición de materiales es garantía de conservación preventiva de
las piezas museísticas, principal razón por la que los profesionales de los
museos rechazamos o aprobamos diseños expositivos donde: la emisión de gases
orgánicos, inadecuado ph, materiales excesivamente acidificados, acabados
granulados duros y altamente rugosos, etc., inducen a su reprobación en el uso
museográfico.
3.
Materiales
y diseños de fácil limpieza. En ocasiones asistimos a salas
museísticas donde parece que se ha diseñado una compleja pista americana para
los técnicos y trabajadores de estas instituciones. Suelos excesivamente
porosos, paramentos acabados en texturas delicadas, materiales de elevada
fragilidad y porosidad imposibles de remozar, vitrinas de apertura
complicadísima y ubicación espacial surrealista, elementos de sujeción en
materiales no inocuos y mal envejecimiento, etc., son habitualmente utilizados
en los museos según la moda del momento, personalizando a la institución en el
preciso momento de las tendencias museográficas más populares y extendidas, lo
que aporta un aspecto más evidente de su envejecimiento.
Presentamos algunos ejemplos, que no pretenden ser los casos más habituales en la mayoría de los museos actuales, donde se han realizado
importantes esfuerzos por mejorar la calidad y excelencia de sus presentaciones
museográficas, en muchos casos aún
demasiado jóvenes.
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