“En la cocina” [La Viñuela, Málaga, c. 1900 - 1920], óleo sobre lienzo, 88,40 x 55,40 cm.
Museo de Málaga.
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La presentación de
la colección permanente del Museo de Málaga en su nueva sede del Palacio de la
Aduana ofrece una amplia panorámica sobre los fondos pictóricos malagueños de
la segunda mitad del siglo XIX. En su ordenación expositiva subyace una secuencia
cronológica de autores y obras, en la que es difícil deducir por el público en
general las relaciones de magisterio entre los pintores representados: aquella
mayoría de autores que tuvieron como maestros y referentes a Bernardo Ferrándiz
y Badenes y Antonio Muñoz Degrain —éste tanto en Málaga como en Madrid—; los
que fueron discípulos malagueños de José Denis Belgrano y Joaquín Martínez de
la Vega; y aquéllos que recibieron en Madrid el magisterio de José Moreno
Carbonero y de José Nogales Sevilla en Málaga.
En esa telúrica
relación de pupilaje, hoy queremos presentar el magisterio ejercido por José
Moreno Carbonero entre alumnos malagueños, unos que rechazaron de plano su
autoridad y modelo artístico académico como Pablo Ruiz Picasso y otros que lo tuvieron
como indiscutible referente de éxito profesional, como Enrique Jaraba Jiménez. Sus obras se exponen conjuntamente en un mismo espacio del museo malagueño
con estéticas estrictamente sincrónicas, que no permiten preludiar los
resultados finales del camino hacia la genialidad del primero y la correcta
profesionalidad del segundo en la vía de una figuración de estirpe
decimonónica.
Menos longevo que
Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 1881 - Mougins, Francia, 1973), Enrique Jaraba Jiménez nació en Málaga el 7 de julio de
1871, donde cursó sus estudios artísticos en la Escuela Superior de Bellas
Artes de San Telmo como alumno de Emilio Ocón y Rivas, Joaquín Martínez de la
Vega y el joven José Moreno Carbonero. Su carrera profesional no circuló por
los cauces tradicionales de los pintores españoles decimonónicos, pues no
obtuvo brillantes resultados en los certámenes artísticos nacionales que
facultaban para la obtención de la ansiada beca romana, lo que no fue obstáculo
para poder desarrollar una intensa labor docente en la Escuela de Artes Aplicadas
y Oficios Artísticos de Málaga desde 1895, primero como profesor auxiliar
interino en dibujo lineal y artístico y desde 1907 como ayudante numerario,
hasta su traslado como profesor de término a Sevilla en 1920. Por permuta de
plaza con el pintor Manuel González Santos, Jaraba pudo retornar a Málaga pocos
años después, manteniendo su plaza hasta su prematuro fallecimiento el 5 de
febrero de 1926.
El pintor destacó
principalmente por sus composiciones de género o de costumbres, que superó las
poéticas decimonónicas ya periclitadas a finales de siglo gracias a la sabia combinación del
imperante realismo academicista heredado de la segunda mitad de la centuria con
el fresco aire luminista levantino y unas tímidas propuestas en la línea modernista de la
pintura catalana. La brillante paleta de Enrique Jaraba, la intensa iluminación
de sus composiciones y su jugosa y deshecha pincelada aportaron a su producción un
especial predicamento entre el mercado artístico burgués, afecto a este tipo de
temática bien de carácter amable, como en Las
faeneras de la naranja (c. 1915), o de cierta denuncia social como: En la puerta del cuartel (Cuartel de Caballería, c. 1895). Parte de la dicción plástica de Enrique Jaraba se aprecia
en los trabajos costumbristas y literarios quijotescos de José Moreno Carbonero
(Málaga, 1858 – Madrid, 1942), debido al enorme predicamento de su autoridad
como gran figura nacional. Éste siempre se sintió orgulloso del magisterio y
amistad con que Moreno Carbonero le distinguió, y se aprestó a la ejecución en
1924 del título de Hijo predilecto de
Málaga, ofrecido en homenaje al insigne pintor por el Ayuntamiento de la
ciudad.
Título de hijo
predilecto del ilustre pintor y malagueño José Moreno Carbonero, obra de
Enrique Jaraba Jiménez (1924) y solemne entrega por el Ayuntamiento de Málaga.
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Como ejemplo de la
cercanía entre maestro y discípulo, presentamos al lector una anécdota vivida y
narrada por Salvador González Anaya en el: Homenaje
al glorioso maestro Moreno Carbonero, publicado por la Real Academia de
Bellas Artes de San Telmo (Málaga, 1943). En 1917, siendo alcalde de la ciudad
el señor González Anaya, se decidió encargar algunas pinturas de malagueños
ilustres para decorar el Salón de Fiestas, hoy de los Espejos, de la Casa
Consistorial recién inaugurada en los terrenos anexos al nuevo Parque de
Málaga. Para retratar a José Moreno Carbonero se realizó el encargo por la cantidad de mil doscientas diecinueve pesetas a su
discípulo Enrique Jaraba, que no era el primero que realizaba, aprovechando
una estancia de Moreno Carbonero en Málaga para su ejecución del natural. El
orgulloso pintor decidió ser retratado con el uniforme de gala de la madrileña Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, para lo que el
escultor Mariano Benlliure envió a Málaga su propio uniforme, luciendo su
pechera con todas las condecoraciones nacionales e internacionales recibidas
durante su extensa vida. La sesión terminó con la firma por Jaraba del retrato
cuando, volviéndose al anciano modelo y tendiéndole el pincel, le dijo:
-
Don José, tome y añada y quite lo que quiera:
que lo que usted pinte y enmiende será lo único bueno que haya en la obra.
No se hizo de rogar el requerido y tomando de
manos de su exdiscípulo
[sic] los útiles de la pintura, se
contempló en imagen por largo tiempo, mientras que encomiaba el trabajo.
-
Está muy bien; muy bien, de veras … Si acaso …
permítame … solo una pincelada —. Mezcló colores, mojó el pincel y, así,
jugando, sin dar importancia al propósito … se tiñó el bigote de oscuro.
Cuando Moreno Carbonero se fue a Madrid,
Jaraba —¡claro!— fiel a las enseñanzas de su maestro que le inculcó paleta en
mano, en la cátedra y el estudio, la interpretación exactísima del natural en
la pintura, volvió a encanecer al maestro.
Esta
anécdota sobre el proceder coqueto del maestro creo es ejemplo de la intimidad
y estima con que se trataron hasta la prematura muerte de Jaraba, tanto desde la formal cátedra docente como
en la camaradería de compartir estudio-taller, como expresara González Anaya. En este sentido, queremos
presentar esta proximidad en la obra: En
la cocina.
Esta obra de aspecto abocetado, más
próxima quizás a una composición inconclusa que a una de técnica conscientemente
deshecha, puede tal vez relacionarse con la obra Cocina de campo, que Francisco Cuenca (La Habana, 1923)
presenta como exhibida en la Exposición Provincial de 1920, descrita en
términos muy similares a los empleados en el Catálogo General del Museo de 1933:
llamarada graciosa y mancha valiente. Sería osado afirmar que se trata de la misma
obra, más allá de la coincidencia de título, pero si pensamos en las piezas dadas
por Jaraba por buenas que han alcanzado el Museo de Málaga, la técnica del
pintor se encuentra en la línea de una
composición abocetada con valientes pinceladas que describen sucintamente
figuras que se confunden con el descarnado soporte, sobre todo hacia los
extremos perimetrales de la escena, así como figuras inconclusas bien aún por definir o
bien arrepentimientos por terminar de cubrir, lo que disminuye la osadía de su coincidencia.
Detalle central “En la cocina” [c. 1900-1920 ].
Museo de Málaga.
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Así, la escena de cocina de campo se concentra
sobre dos figuras centrales que proyectan enigmáticas sombras indefinidas en
su corporeidad espectral, más como proyecto inconcluso de un tercer personaje que como la proyección sobre
los paramentos de sus siluetas corpóreas. El modelo
masculino barbado, que distendidamente se apoya sobre el respaldo de una silla,
parece más interpelar a la figura femenina desdibujada a su lado que a la
finalmente resultante, que parece desplomarse con hosca mirada sobre el respaldo de otra
silla. La silueta erguida desechada y la cabizbaja parecen responder a un mismo
modelo femenino, cubierto con mantoncillo alfombrado y flores al pelo, sujetas
por peinas, en una imagen muy folclórica, que subraya la existencia de amplias
pulseras en su muñeca que cubren parte de su rostro. El cambio de pose de la
modelo quizá responda a una transformación en la intención narrativa de la
escena, que el pintor rápidamente corrige de una relación más cotidiana entre dos
figuras erguidas hacia una inquietante interacción entre el modelo masculino de
actitud dominante frente a la modelo femenina, agazapada y de enigmática lectura.
Detalle banco corrido y cantarera de “En la cocina” [c.
1900-1920].
Museo de Málaga.
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Llama poderosamente la atención la
disposición de la estancia rural, de intensa iluminación desde un amplio
ventanal a su derecha que produce intensos destellos en la espalda del
personaje masculino, sentado sobre un amplio banco corrido de obra, que
abruptamente se transforma en una especie de cantarera en la que se mantiene en
inestable equilibrio un gran cántaro de cobre. El extremo contrario lo ocupa un
amplio hogar, cuya chimenea solo la intuimos por la amplia viga que se
emplea como estante para un conjunto de menaje culinario, recortado sobre una
intensa masa vegetal. El bodegón se completa, intentando animar el fondo sobre
los pesados hombros de la figura femenina, de una pequeña balda en la que
esboza con una única pincelada circular con pasta grisácea el contorno de dos
cacharros cerámicos, mientras una sospechosa mancha de color sucio parece haber
cubierto otro arrepentimiento sobre el que se dibuja una alcuza en verde
manganeso escorzada que da la sensación de encontrarse en descuidada caída, para
estrellarse en pedazos sobre el suelo. Cada uno de los grupos descritos con
masas de color puro, en rápidos toques de pincel que dejan al descubierto
amplias zonas del soporte, permitiendo incluso que la propia pintura tome
protagonismo en descuidados chorreones, me permite coincidir con la descripción de mis colegas en los
años treinta, describiéndola como: macha valiente.
Detalle del bodegón en el lateral superior derecho de “En la
cocina” [La Viñuela, Málaga, c. 1900-1920].
Museo de Málaga.
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En
este punto, interesa recuperar la relación de amistad y de autoridad artística
con José Moreno Carbonero antes apuntada, con quien debió de encontrarse durante
cada una de las estancias madrileñas de Jaraba, como indudablemente durante las
residencias malagueñas del maestro. En ese sentido, traemos a colación una obra
de José Moreno Carbonero que fue reproducida en el homenaje que la Real Academia
de Bellas Artes de San Telmo le tributó al año de su fallecimiento (AA.VV.,
1943; 31), y que en aquellos años formaba parte de la colección de su
presidente Salvador González Anaya: Una
cocina campestre en La Viñuela (Málaga).
“Cocina campestre en La Viñuela (Málaga)” de José Moreno
Carbonero y “En la cocina” de Enrique Jaraba Jiménez.
Colección Salvador González Anaya (c. 1943) y Museo de Málaga.
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Con
ligeras variaciones de perspectiva y decoración, creo no cabe duda que la
estructura del espacio doméstico es idéntico y podría responder a sesiones
donde ambos artistas tomaron apuntes del natural con similares efectos de luz
respecto al espacio arquitectónico, donde poder componer distintas escenas a
posteriori. En el Museo de Málaga hemos aceptado como una datación razonable el
amplio rango de los primeros veinte años del siglo pasado, en pleno período de
madurez de ambos artistas, donde se incluye mucha de su mejor producción. Ninguna
de las dos obras poseen data cronológica y localización: aunque suponemos
que pueden haberse realizado entre 1900 y 1920 para la primera, durante algunas
estancias en las que Moreno Carbonero estuvo por Sevilla y Málaga pintando su Romería del Rocío a principios de la
centuria —obra
publicada a doble página en La
Ilustración Española y Americana en 1905 (Madrid, año XLIX, núm. VI)— y los homenajes recibidos en su ciudad natal
en las fechas ya mencionadas en torno a su primer cuarto; y, para el segundo, damos
la localización para ambas en la localidad axárquica de La Viñuela, según título publicado de la primera.
Tan
sólo resta informar que la obra fue donada al Museo Provincial de Bellas Artes
de Málaga por la hija del pintor en el año 1927, tras el fallecimiento del artista, con el expreso deseo de que estuviese representado entre los autores que
se exponían en la sede que ocupó en el antiguo colegio jesuita, pudiendo ser admirado
en su galería de entrada. El actual conjunto en la exposición permanente del
área de Arte de la primera planta del Palacio de la Aduana muestra el incremento
posterior de fondos de este artista malagueño, que confieso enfrenta las composiciones
de parejas en humildes ambientes de cocina de Jaraba y Picasso por una sugestiva
insinuación ofrecida en un artículo por el profesor Francisco Palomo Díaz
(PALOMO DÍAZ, 1988; 268).
Enrique Jaraba
Jiménez, “En la cocina” (La Viñuela, Málaga, c. 1900-1920), óleo sobre lienzo,
y Pablo Ruiz Picasso, “Pareja de ancianos” / “Evocaciones” (La Coruña, 1895),
óleo sobre tabla.
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Bibliografía:
AA VV, Moreno
Carbonero. Homenaje al glorioso maestro, Málaga, Publicaciones de la Real
Academia de Bellas Artes de San Telmo, de Málaga, 1943.
ÁLVAREZ RUBIERA, Amor y TENORIO VERA, Ricardo, Primeras Donaciones: 1916-1930. Museo de
Málaga, Madrid, 2000, p. 46 [reproducción nº cat. 48].
CÁNOVAS VALLEJO, Antonio, Apuntes para un diccionario de pintores malagueños del siglo XIX,
Madrid, 1908, pp. 31.
CUENCA, Francisco, Museo
de pintores y escultores andaluces contemporáneos, La Habana, 1923
[facsímil Málaga, 1996], pp. 203-205.
DIRECCIÓN GENERAL DE BELLAS ARTES, Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga, Málaga, 1961, p. 21
(sala XI) [Mencionada como ‘Cocina campestre].
FABRA ESCAMILLA, Eduardo, Enrique Jaraba Jiménez. Un pintor empresario en la Málaga de principios
del siglo XX, Málaga, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Málaga
(SPICUM), 2002.
MURILLO CARRERAS, Rafael, Catálogo del Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga, Málaga,
1933, pp. 99-100 [reproducción en fotograbado nº 85, p. 99].
OLALLA GAJETE, L. F., Museo
de Málaga. La pintura del siglo XIX, Madrid, 1980, pp. 147-148 (cat. nº 106,
p. 56) [Reproducción lám. XXXVII].
PALOMO DÍAZ, Francisco, Historia
social de los pintores del siglo XIX en Málaga, Málaga, 1985, pp. 77-78.
PALOMO DÍAZ, Francisco, “ La pintura costumbrista del siglo
XIX en Málaga”, Boletín de Arte 9,
Málaga, Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Málaga, 1988,
pp. 259-277.
SAURET GUERRERO, Teresa, “Panorámica de la pintura
malagueña en el nacimiento de un genio”, en Centenario
Picasso Málaga I. Una sociedad a fines del siglo XIX, Madrid, Ministerio de
Cultura, 1981.
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