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domingo, 23 de febrero de 2020

Un servicio angelical a Jesús y a su madre en el Museo de Málaga.



Cristo servido por los ángeles. Anónimo andaluz, siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 200,00 x 400,00 cm
Museo de Málaga



Los fondos con los que un Museo cuenta son el resultado de la combinación entre la disponibilidad de bienes culturales muebles existentes en su entorno a lo largo de la vida de la institución y la diligencia adoptada por sus responsables en su ingreso. Así, contamos con periodos temporales de intensa actividad en el incremento de colecciones, frente a otros en los que apenas existe actividad en ese sentido, no siendo menor aquellos bienes muebles de los que constatamos su existencia sin poder precisar en base a registros documentales su procedencia y fecha de ingreso exactas. Suelen ser piezas que al personal técnico nos interpelan con misteriosa fuerza, retándonos a descifrar los secretos arcanos conjurados en su ingreso en nuestras colecciones y los ocultos motivos de esa ausencia documental, manteniéndonos continuamente acechantes sobre insospechados descubrimientos en los registros que nos orienten y, finalmente, confirmen o descarten nuestras iniciales suposiciones. Este podría ser el caso de la obra Cristo servido por los ángeles, un óleo sobre lienzo de unos dos metros de alto por cuatro metros de ancho, atribuido en la década de los ochenta por el profesor Agustín Clavijo García a escuela andaluza del siglo XVII.

La tradición iconológica cristiana ha circunscrito este episodio a la conocida como vida privada de Cristo, integrada por todos aquellos acontecimientos biográficos previos a su Pasión y Muerte. En los relatos evangélicos de San Mateo (Mt 4, 1-11) y San Lucas (Lc 4, 1-13)  se sustenta la narración del episodio del intenso ayuno que durante cuarenta días con sus correspondientes noches enfrentó Jesucristo como prueba de fortaleza de ánimo ante las tentaciones del mundo, durante su retiro en la soledad eremita de las desérticas áreas próximas a Judea, hacia donde se supone fue conducido por el Espíritu Santo desde su bautismo en el Jordán. Sorteadas con éxito las tentadoras pruebas, Jesús fue reconfortado de su prolongada abstinencia por un nutrido grupo de arcángeles y ángeles que le sirvieron de comer y beber entre plantas aromáticas y los pétalos de las más exquisitas fragancias. Para numerosos teólogos, San Marcos (Mc 4, 12-13) incluyó en su relato una síntesis de los textos del resto de evangelistas sobre la cuarentena con la que Satanás tentó al Redentor en el desierto, tras cuyo triunfo fue servido por los ángeles de Dios, entendiendo el desierto más como un espacio teológico que geográfico, continuando con la alusión constante del Antiguo Testamento a la conducción del pueblo hebreo a través del yermo páramo como prueba irrefutable de Fe. El desierto es el escenario idóneo lejos del bullicio y las seducciones mundanas donde el hombre puede experimentar la presencia de Yahvé. Como justa recompensa, el Salvador fue servido de un abundante ágape por una corte angelical, mientras otros le amenizaban con piezas musicales con que distraerle y atenuar los sollozos de las pecaminosas tentaciones, que huían aterrorizadas de la escena entre alaridos expulsadas por un grupo de arcángeles guerreros. Esta escena de la vida privada de Cristo se entendió como una prefiguración de la Eucaristía en un sentido más amable que su última cena, dentro ya de los pasajes de pasión y muerte. 

En 1937, Enrique Lafuente Ferrari atribuyó a la Compañía de Jesús la inclusión de este episodio en los refectorios conventuales masculinos españoles, tras el encargo hacia 1600 al pintor Pablo de Céspedes (1538-1608) de un gran lienzo para sustituir la Sagrada Cena del refectorio de su Casa Profesa de Sevilla, hoy identificada por Benito Navarrete y Pedro Manuel Martínez con el Cristo servido por los ángeles del Palacio Real de Madrid. Para Lafuente Ferrari, la elección del asunto vino determinado por la vía meditativa recogida por San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios espirituales sobre el significado alegórico del servicio angelical al Redentor como recompensa tras su ayuno y victoria sobre las tentaciones terrenales, un tema mucho menos dramático para decorar los refectorios y más afecto al estilo de cotidiano realismo de la primera escuela naturalista sevillana. Así, el episodio fue conceptuado como uno de los más adecuados para la ornamentación de la cabecera de los refectorios conventuales masculinos en sustitución de la Sagrada Cena, en composiciones amables que inspirasen las frugales comidas y prescriptivos ayunos seguidos por las comunidades religiosas, pues inspiraba un modelo de conducta ante la promesa de una beatífica recompensa celestial tras abjurar de los pecados mundanos de la carne. Los grandes formatos alcanzados en este tipo de obras vinieron facilitados por su destino en estos amplios espacios arquitectónicos, con numerosos metros lineales donde exhibir los lienzos. Existen más precedentes en composiciones sesentistas como el más conocido Cristo servido por los ángeles de Francisco Pacheco (1564-1644), realizado en 1616 para el refectorio del sevillano convento de San Clemente el Real, así como numerosísimos consecuentes en refectorios conventuales nacionales y latinoamericanos en los siglos sucesivos.


Cristo servido por los ángeles (c. 1600). Pablo de Céspedes, óleo sobre lienzo, 290,00 x 320,00, Patrimonio Nacional, Palacio Real de Madrid
Cristo servido por los ángeles en el desierto (1616). Francisco Pacheco, óleo sobre lienzo, 268,00 x 418,00 cm. Museo Goya (Castres, Francia)

En la tradición europea y concretamente en la italiana, que inspiró directamente a Pablo de Céspedes, existen numerosos ejemplos de escenas en que no se dispone de servicio en mesa, sino que Cristo aparece en pie o sentado directamente sobre las rocas rodeado por los ángeles, aportando Manuel López-Villaseñor una apreciación que me resulta interesante sobre aquellos autores que tradujeron a San Marcos directamente del griego, donde el verbo diakonein es servir en la mesa, de donde se deducirían las fuentes de interpretación hispanas aquí mencionadas. Así, tanto la composición frontal de Pablo de Céspedes para los jesuitas sevillanos, como la perpendicular de Francisco Pacheco emplearían la descripción evangélica de San Marcos, más explícito en su narración que los escuetos relatos de San Mateo o San Lucas.  
 

Cristo en el desierto servido por los ángeles (c. 1616). Giovanni Lanfranco, óleo sobre lienzo, 116,00 x 147,00 cm
@ Colección Farnesio, Museo de Capodimonte (Italia)

En el ámbito malagueño también encontramos este tipo de grandes composiciones destinadas a los refectorios conventuales, siendo la más conocida El convite de Jesús en la casa de Simón el Fariseo, obra de Miguel Manrique (1602-1647), que fue encargada en 1642 por el conde de Mollina para decorar el refectorio del convento de frailes franciscanos mínimos de La Victoria, hoy en la catedral malagueña tras su desamortización. Este episodio de la vida de Jesucristo y sus apóstoles en torno al convite en la casa de Simón, conocido como el fariseo, incluye la irrupción de una mujer arrepentida en la celebración del festín, quien lava con sus lágrimas los pies de Cristo, los seca con sus largos cabellos y termina por perfumarlos con ricos ungüentos. Su fortuna iconográfica no debió tener el amplio recorrido de los episodios anteriormente mencionados, pues frente a la amabilidad del primero y el cruento desenlace que preludia el segundo, el convite en la casa del fariseo introducía cierta connotación lasciva capaz de distraer de sus reflexiones a los religiosos durante sus frugales comidas. No obstante, los elementos culinarios centrales de composición comparten las coordenadas generales entre los tres episodios de la biografía privada y pública de Jesucristo que interesa exhibir en los refectorios.
 

El convite de Jesús en la casa del Fariseo (1642), Miguel Manrique o Miguel de Amberes, óleo sobre lienzo,
Capilla de San Julián, Catedral de Málaga


Los fondos documentales y bibliográficos del Museo de Málaga no presentan mención de la obra conservada, hasta la certificación de su director Rafael Puertas Tricas el 27 de mayo de 1984 sobre la realización por el profesor de la Universidad de Málaga Agustín Clavijo García del trabajo: La pintura de los siglos XVI, XVII y XVIII en el Museo de Bellas Artes de Málaga, resultado de los trabajos de catalogación general que se realizaba sobre los fondos de la sección de Bellas Artes del Museo de Málaga durante aquel lustro. Cristo servido por los ángeles, anónimo andaluz del siglo XVII en lienzo de 183,00 x 430,00 cm, recibió el número 50 en la publicación que se anunciaba editaría en breve el Servicio de Publicaciones del Ministerio de Cultura, única inédita de las enfrentadas en estos años sobre la catalogación de fondos arqueológicos y artísticos del Museo de Málaga. Más enigmática resulta la inclusión de la obra en la reproducción fotográfica sobre las restauraciones en el museo malagueño del catálogo Bellas Artes’83 (Madrid, 1983), exposición ministerial que en Málaga tuvo lugar del 18 de noviembre al 30 de diciembre de ese mismo año, bajo el comisariado de Isidoro Coloma Martín. Dicha perplejidad aumenta por la existencia de dos memorias de la Dirección solicitando en junio de ese año al Ministerio de Cultura primero y, más tarde, a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en octubre la intervención de treinta y ocho obras por Amor Álvarez, Estrella Arcos, Carmen Molina y José Palacín con destino a su reinstalación museográfica tras las obras en el edifico. En la ilustración mencionada se aprecian algunas de las obras a exhibirse en la exposición temporal de 1983 y otras destinadas a la exposición permanente tras su reapertura, inclusas en distintos documentos tutelados en el museo, a excepción de Cristo servido por los ángeles, que no se consigna en ninguno de ellos.
 

Trabajos de restauración en el Museo de Málaga
© Bellas Artes’83 (Madrid, 1983, 19)

En consecuencia, su presencia en el Museo de Málaga creo no debe establecerse en torno a los procesos desamortizadores de los gobiernos burgueses ochocentistas, ni en las desastrosas secuelas del anticlericalismo en torno a 1931 o a la salvaguarda del tesoro artístico nacional enfrentado durante la contienda civil, sino de los intensos estados de ruina de algunas congregaciones religiosas provinciales durante los años setenta y ochenta del siglo pasado. Hipótesis que les presento con reservas, en la esperanza de que puedan aportarse nuevos datos documentales a la procedencia e ingreso de la obra entre las colecciones del Museo de Málaga. No obstante, creo puede afirmarse sin lugar a dudas por los motivos expuestos que debe proceder del exorno del refectorio de una congregación religiosa femenina provincial.  

Cristo servido por los ángeles durante su embalaje por Alcoarte para su traslado a almacén externo para el inicio de las 
obras de rehabilitación en la Aduana
© Del autor, 2008
 

Cristo servido por los ángeles almacenado antes de su exhibición en el almacén visitable del Museo de Málaga en la Aduana
© Del autor, 2015

A pesar de la evidente falta de pericia del autor o autores por el resultado ingenuo en la representación de las figuras, con una evidente desproporción de miembros en algunos de sus personajes o la fría solución geométrica adoptada para perspectivas que hubiesen requerido de mayor naturalismo, es de subrayar la complejidad iconográfica de su narración compositiva, combinando toda una serie de referencias generales junto a elementos particulares que nos actualice la escena en clave local, sin perder nunca la referencia universal del episodio evangélico. La primera impresión que el lienzo causa es sobre su inusual descentralización compositiva, donde el motivo principal se desplaza hacia su izquierda para dejar espacio a una escena secundaria a su diestra, que ocupa una mesa auxiliar donde el cuerpo seráfico sirve también a la madre del Redentor, una evidente exégesis no referida de sus fuentes evangélicas. La invitación a participar en el ágape celestial a María no creo responda a una intención menor en la concepción del lienzo, pues nos puede aportar una de las claves de lectura de la obra como realizada para el refectorio de una comunidad religiosa femenina, donde  la presencia aunque secundaria de la madre del Salvador, quien recibe en concentrada oración la bendición que sobre los alimentos a ingerir imparte su hijo, acerca la escena a las religiosas en su refectorio.

Esta escena inédita en las representaciones de Cristo en el desierto servido por los ángeles, sin embargo, se vincula más en su presentación con la tradición pictórica europea, donde se abre en perspectiva frente a la concentrada composición cristífera a un amplio paisaje urbano, tras la figura de María. Es una representación de Judea en grandioso lenguaje arquitectónico grecolatino, especialmente explícito en el banco pétreo sobre el que la Virgen se encuentra sentada, con altorrelieve clásico de amplia hojarasca. Ambos espacios con servicio de mesa se encuentran separados por una representación sucinta del Jordán, en cuyo torrente una pareja de palomas se encuentran refrescándose, posible alusión al amor divino que desciende sobre los hombres como representación del Espíritu Santo, presente ya sobre Jesucristo en su bautismo y que lo condujo al episodio de las tentaciones.


La Virgen en sacra conversación con un arcángel y servida por serafines, mientras dos palomas retozan en el torrente 
escueto del Jordán
© Del autor, 2019

Más compacto resulta el grupo centrado por la figura del Redentor, representado con amplio nimbo en torno a la ordenada cabellera que lo identifica, posando sobre el pan la siniestra mientras nos bendice en sereno gesto con la mano diestra en prefiguración eucarística. Frente a él se ordena frontalmente la mesa, que presenta un inusual perfil octogonal, en torno a la cual se organiza el servicio angelical, con tres arcángeles adolescentes que ofrecen directamente de comer y beber a Jesucristo, mientras un grupo de querubines revolotean sobre sus cabezas, perfumando con fragancias florales la escena. Más curioso resulta el grupo de los dos serafines que en primer término extraen de una canasta las rosquillas con que agasajar al Redentor, entre un conjunto floral de rosas y marchitas azucenas. 


Cristo servido por los ángeles
© Del autor, 2019

Es especialmente interesante este grupo por sus curiosos antecedentes, que nos da idea de una superior formación iconográfica del autor o autores en su concepción sobre una ejecución plástica tosca y poco lucida, pues no creemos mera coincidencia el empleo de un motivo que resulta tan anecdótico como singular. En este sentido, en el convento de frailes mínimos de La Santísima Trinidad de Baronissi (Italia) realizaron en 1681 Angelo Solimena (1619-1716) y su hijo Francesco (1657-1747) un fresco en medio punto sobre el ingreso a su refectorio, con la representación de Jesús servido por los Ángeles en el desierto. Sobre la cartela en que se data la pintura mural, se presenta una canastilla de pan con dos putti que participan del coro de servidores celestiales. Aunque la composición malagueña presente menor vínculo con la escena central, que incluye en el modelo italiano la interacción entre las figuras infantiles con el Redentor, el conjunto de ensimismados infantes concentrados en el contenido de la canasta debe ponerse en relación con el conocimiento de otros modelos europeos, como el presente.
 

Cristo servido por los ángeles en el desierto (1681). Angelo y Francesco Solimena, fresco de medio punto
Refectorio del convento de La Santísima Trinidad, Baronissi (Italia)



Los elementos hasta el momento analizados en la composición malagueña responden a los más universales en la representación del episodio evangélico, incluso aquellos que hemos presentado como singulares de tan curiosa obra. Ahora nos dedicaremos a los particulares, es decir a aquellos que componen sus bodegones y que, como en el caso de los ejemplos sevillanos, nos ofrecen numerosos datos sobre lo más genuinamente local en su ejecución. Mejor resueltos y ajustados en su representación, presentan una amplia panoplia de productos vegetales de la huerta malagueña con que se colman las bandejas de servicio de mesa, así como la cerámica que los acompaña, donde el autor o autores del Cristo servido por los ángeles han tomado sus modelos de la realidad circundante, actualizando y acercando la narración del episodio divino al menaje de mesa que en aquellos momentos se produjo o comercializó en Málaga, buscando una mayor empatía con el observador.  


Alcarraza representada y jarra de alcarraza aparecida en 1983 en Plaza de la Merced (Málaga)
© Del autor, 2019

La pieza más destacada quizá sea la jarra de agua fresca que le ofrece desde su izquierda al Salvador un ángel adolescente, una alcarraza de pasta blanquecina de composición calcárea y torneada por el alcarracero con paredes extremadamente finas, según descripción de Alfonso Pleguezuelo, que fueron muy empleadas en ejemplares no vidriados como medio idóneo de refrescar el agua. Su producción se extendió por toda la península hispana, destacando las malagueñas por su extremada elegancia. Como en el caso aquí presentado, una pieza exhumada en 1983 en la malagueña Plaza de la Merced, el Museo de Málaga tutela numerosas piezas con contexto arqueológico de estas alcarrazas de elegante diseño, como la que fue empleada como modelo para el ajuar de mesa en este lienzo, piezas muy de moda en los siglos XVI y XVII. Así mismo, la comercialización de la producción de otros alfares en Málaga, como la cerámica blanca y azul trianera o la granadina de fajalauza, también se emplearon como modelo en la escudilla que otro joven ángel ofrece al Redentor hacia su derecha, o el elegante salero que descansa sobre la mesa. 


Escudilla y salero de cerámica blanca y azul trianeras del siglo XVII representados en la obra
© Del autor, 2019

Estos detalles cerámicos tomados directamente del natural por los autores tenían como principal virtud conectar la narración del lienzo con sus espectadores, pues aunque no podamos atribuirles crípticos mensajes alegóricos, tampoco poseen una banal presencia en estas composiciones. En palabras de Alfonso Pleguezuela: […] formaban un grupo de especial atractivo no solo para la estimulada imaginación simbólica de la época sino para la sensual mirada de los espectadores barrocos, cautivados probablemente por el atractivo festín que tan humildes vasos ofrecían a casi todos los sentidos corporales (PLEGUEZUELA, Alfonso, 2000; 138).

A modo de conclusión, la obra que hoy presentamos posee una extraña singularidad entre los fondos exhibidos en el Museo de Málaga en su nueva museografía en el Palacio de la Aduana, exhibida sin contexto en su almacén visitable de planta baja y sobre la que ofrecemos este texto como propuesta de lectura. A pesar de las incógnitas aún por descifrar en torno a su procedencia e ingreso entre los fondos del museo, creo no ofrece dudas sobre su seguro destino para el exorno de un refectorio conventual de la provincia, muy posiblemente de una congregación femenina por la inclusión nada ortodoxa de la presencia en segundo plano del servicio angelical a María, y cuyo empleo de la cerámica que se produjo o comercializó en Málaga durante los siglos XVI y XVII en sus bodegones lo vincula con la escuela pictórica local de la segunda centuria, como creo puede deducirse del presente relato.  


Varios ejemplares de alcarrazas malagueñas del Museo de Málaga
© Del autor, 2014

Bibliografía:
BELTRÁN LLORIS, Miguel, Bellas Artes 83, Madrid, Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, 1983.
LAFUENTE FERRARI, Enrique, “La vida de un tema iconográfico en la pintura andaluza”, Archivo Español de Arte y Arqueología 39 (1937), pp. 235-298.
LÓPEZ-VILLASEÑOR, Manuel, “El episodio de las tentaciones en San Marcos (1, 12-13)”, Estudios Bíblicos 19 (1960), pp. 49-73. 
NAVARRETE PRIETO, Benito y MARTÍNEZ LARA, Pedro Manuel, “Cristo servido por los ángeles de Pablo de Céspedes y los orígenes del primer naturalismo”, Reales Sitios 202 (2015), pp. 34-51.
PLEGUEZUELO, Alfonso, “Cerámicas para agua en el Barroco español: una primera aproximación desde la literatura y la pintura”, Ars Longa 9-10 (2000), pp. 123-138.



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