Urna de caoba y
apliques metálicos para votaciones, presente en los inventarios del mobiliario
de la
Real Academia de Bellas Artes de 1910. Museo de Málaga
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Este año que se inicia conmemoramos el
170 aniversario de la creación en nuestra provincia de la Real Academia de
Bellas Artes de San Telmo, en virtud del Real Decreto de 31 de octubre de 1849.
Como señalaba el recordado periodista Julián Sesmero, él mismo académico y
bibliotecario de la honorable corporación, en un momento coincidente con la
mayor opulencia económica y social malagueña, culmen de la ascendencia
comercial e industrial de finales de la anterior centuria y previa al inevitable
declive con que finalizó el siglo. Academia y Museo nacieron institucionalmente
de la mano pues, según declaró el artículo 65 de aquel texto legal, a ella
correspondía la creación y tutela de un necesario museo provincial, no nato a
lo largo del más de medio siglo restante por diversas circunstancias que hoy no
vienen al caso, pero que resultan paradójicas si tenemos en cuenta aquel
inmejorable momento sin museo frente al actual de una Málaga, ciudad de los
Museos.
Su constitución se produjo en el
transcurso de su primera sesión el 7 de junio del mismo año, resultando electo
como Presidente José Freüller y Alcalá-Galiano, marqués de la Paniega y
vizconde del Barco, un personaje ennoblecido desde su cuna y elevado por
méritos políticos a la mayor influencia y reputación locales. Bajo su ilustre
presidencia se incorporaron como primeros conciliarios Diego Delicado y
Salvador Anaya, mientras que ingresaron como académicos los pintores afincados
en la ciudad Luis de la Cruz y Ríos —maestro de primeros trazos de Carlos de
Haes— y José García Chicano, así como Antonio Maqueda, Francisco Rojo o Juan
Trigueros, quien además fue su primer secretario. El escultor Rafael León y los
arquitectos José Trigueros y Cirilo Salinas se integraron en este mismo elenco,
junto a los más destacados próceres de la ciudad: Manuel Agustín Heredia, Juan
Giró, Francisco Crooke y Jorge Loring Oyarzábal, entre otros. Como legítimamente
se puede deducir, una asamblea de notables entre el mérito profesional y artístico
y otro económico y social, encajados los primeros entre sus iniciales secciones
técnicas: la Sección Primera de dibujo, pintura y grabado en dulce; la Segunda
de escultura y grabado en hueco y una Tercera de arquitectura, y libres de
filiación los segundos, hasta arbitrar una Sección Cuarta ad hoc de aficionados a las Artes.
José Freüller y Alcalá-Galiano, marqués de la Paniega [Málaga, c. 1870-1871].
Antonio Muñoz Degrain, óleo sobre lienzo. Museo de Málaga
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Así, comenzó a dar sus primeros pasos una
corporación que en sesión de 15 de febrero de 1852 incidió en su voluntad de instituir un Museo. La Ley de Instrucción Pública de 1857, popularizada como
Ley Moyano, hizo posible un germen de museo cuando el Rector de la Universidad
de Granada instó a los académicos en 1864 a crear un Museo de Bellas Artes en
Málaga. Con proyecto expositivo del arquitecto y académico Juan Nepomuceno
Ávila se instaló al año siguiente una pequeña colección museística en el Salón
de Sesiones de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, inicialmente colección
muy vinculada con su función docente. Según las investigaciones de Ángeles
Pazos, las siguientes décadas estuvieron presididas por el interés de
incrementar las colecciones iniciales procedentes de desamortización con
depósitos, donaciones y adquisiciones, cuyo primer y único catálogo se remitió
al Ministerio de Fomento en 1871. Si hoy observamos su contenido quizá debamos
concluir que no existió un proyecto coherente en su inicial formación, no solo
determinada por la obligada incautación eclesiástica o por las oportunidades de
obtención, sino por emplear lo que hoy conceptuamos como una política de
incremento de colecciones en el socorro económico a académicos y familiares.
Abandonamos este rápido repaso por la segunda
mitad del siglo XIX, comandada toda ella bajo el férreo timón del marqués de la
Paniega, para adentrarnos en la primera década de la siguiente centuria,
dominada por una lánguida existencia para la que se requirió casi una
refundación de la corporación, bajo la presidencia en 1910 de Ramón Martín Gil.
A su impulso se debe su reorganización, obteniendo nuevos nombramientos del
Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, caso de sus dos conciliarios
y la incorporación de nuevos académicos, en cuya sesión de 29 de enero del año siguiente
se acordó organizar el anhelado Museo Provincial de Escultura, Pintura y
Arqueología. En este caso, la oportunidad la otorgó el Real Decreto de 24 de
julio de 1913 del Ministerio de Instrucción Pública para la creación o
reorganización de Museos Provinciales y Municipales de Bellas Artes.
Aprovechando este nuevo marco legal, la
Real Academia de Bellas Artes de San Telmo obtuvo la constitución del Museo
Provincial de Bellas Artes de Málaga por Real Decreto de 1915, creado en
régimen de Patronato y declarado de utilidad pública. La intervención de su
entonces Presidente, Ricardo Gross y Orueta, y del pintor académico Rafael
Murillo Carreras fueron tan diligentes que el 3 de febrero de ese mismo año un
nuevo Real Decreto nombró al segundo Director del nuevo museo y al primero
Presidente nato de su Junta de Patronato, junto a la incorporación del Presidente
de la Diputación Provincial y del Alcalde de la ciudad, más un representante
del Cabildo Catedral. Así mismo, cuatro académicos se integraron como vocales,
más el representante de la Comisión Provincial de Monumentos. La primera Junta de
Patronato permitió el tránsito directo de los académicos José Nogales Sevilla,
César Álvarez Dumont, Fernando Guerrero Strachan y Diego García Carreras, más
Narciso Díaz de Escobar por la Comisión Provincial de Monumentos.
La Real Academia de Bellas Artes de San
Telmo, desde un principio confundida en gran parte de sus miembros más activos
con la Junta de Patronato del Museo Provincial, se mostró diligente en la
formación de las colecciones museográficas mediante depósito de sus propios
fondos, como con las donaciones y depósitos de artistas y particulares,
destacando por su importancia las de los pintores Antonio Muñoz Degrain, José
Denis Belgrano, el mismo Rafael Murillo Carreras o la del comerciante Rafael
Echeverría, todas ellas entre 1915 y 1916. As í mismo, se dispuso del
mismo entusiasmo en la búsqueda de sede, incluso instando al marqués de Luna al
arrendamiento de su casa solariega en calle San Agustín, aunque finalmente se
cedió en las mismas condiciones un piso propiedad de la Casa Larios en un
inmueble de la calle Pedro de Toledo, esquina con Císter, donde se inauguró el
Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga el 17 de agosto de 1916.
Primera sede en calle
Pedro de Toledo [1916- c.1920] y en el excolegio jesuita en la actual Plaza de
la Constitución
[c. 1922- c. 1957]
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En 1920 se produjo el primer traslado de
sede del Museo Provincial, a tan solo cuatro años de su inauguración, por la
venta del inmueble por sus propietarios a la Congregación Teresiana para su
fundación en Málaga, lo que la Junta de Patronato participó a la Real Academia
en su sesión de 22 de mayo del mismo año, aceptándose su reinstalación en los
locales que compartía con la Escuela de Bellas Artes en el extinto colegio
jesuita de la actual plaza de la Constitución. Una vez más se explicitaron los
profundos lazos existentes entre la corporación y la institución, cuya
formación siempre había impregnado el ADN de la Real Academia desde sus
primeros pasos, y que desde ese momento siempre compartieron sede, se
imbricaron en los órganos rectores del museo hasta la disolución del Patronato
y confundieron colecciones, biblioteca y archivo documental, no existiendo
hasta al menos la década de los años setenta del siglo XX una clara linde entre
sus fondos museográficos, bibliográficos y documentales y los del museo.
Las gestiones para dotar al Museo
Provincial de nueva sede se iniciaron en 1940, cuando Pedro Luis Alonso, Alcalde
de Málaga, solicitó del Estado la construcción en la ciudad de un Palacio para
Biblioteca, Archivo y Museo, ofreciendo el Consistorio la cesión de terrenos
municipales. El edificio se construyó en la ladera interna de La Alcazaba, con
diseño del arquitecto Luis Moya, proponiendo el Ministerio de
Educación Nacional la instalación del museo en su primera planta. Sin embargo,
una excepcional ocasión permitió recuperar la vieja idea de instalar el Museo
Provincial de Bellas Artes de Málaga en el Palacio de Buenavista, al abandonar
el inmueble la Cruz Roja española en 1944.
Las obras de adaptación arquitectónica
del Palacio de Buenavista como museo se efectuaron durante la década de los
cincuenta, comenzando a ingresar las primeras obras de gran formato en 1957 y
la instalación museográfica definitiva dos años después, bajo diseño y
supervisión de los pintores y académicos Antonio Burgos Oms y Luis Bono de
Santaolalla, designados por la Junta de Patronato. En este momento, la Real
Academia de Bellas Artes de San Telmo obtendría nueva sede de la mano de la
institución museística, anteponiéndose el proyecto museológico a las
necesidades mismas de la corporación académica, a la que renunció con
entusiasmo por contar con la adecuada sede museística que tanto ansió desde sus
inicios y con la que los académicos se implicaron con pasión. Correspondió a
la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo capitalizar los actos de
inauguración el 28 de abril de 1961 bajo la presidencia académica y del
patronato de José Luis Estrada Segalerva, con la presencia del Jefe del Estado
y el Director General de Bellas Artes, Gratiano Nieto Gallo, a quien se le
ofreció al día siguiente un almuerzo homenaje en el Hotel Miramar.
Se realizaron hasta cinco Salones de Invierno en el Museo Provincial de Bellas Artes entre 1965 y 1970, con la única excepción de no celebrarse el correspondiente a 1967, y en convocatoria bianual desde el VII Salón de 1972, VIII de 1974 y IX de 1976, que constituyó una suerte de I, II y III Bienal Nacional de Pintura y Escultura en Málaga. Las convocatorias fueron adquiriendo cada vez un mayor prestigio nacional, por lo que las últimas celebradas superaron la presencia de artistas con el espacio disponible en el Museo de Bellas Artes, además las obras premiadas fueron depositadas por las administraciones e instituciones que las habían galardonado en el Museo Provincial, constituyendo hoy un grupo heterogéneo en procedencias territoriales, técnicas, temáticas y calidades plásticas.
Durante
su larga convivencia en la casa solariega de la calle San Agustín entre 1961 y
1997 muchas fueron las complicidades que, al extinguirse los patronatos de los
museos españoles en la década de los setenta, impulsaron nuevos lazos con la
incorporación de los directores de la institución como académicos, casi como
cargos natos a la corporación. Su expresión más cabal fue la organización desde
1965 de los Salones de Invierno en el Museo Provincial de Bellas Artes que,
como justificaba su presidente Estrada Segalerva durante todos los años de
celebración, se instituyeron anualmente por iniciativa del pintor afincado en
México Juan Eugenio Mingorance Navas (Jaén, 1906 – México D.F., 1979), quien
subvencionó el premio “Álvarez Dumont” como incentivo para jóvenes pintores en
homenaje a su predilecto profesor durante su estancia de formación en nuestra
Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Málaga. A la iniciativa de
la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo se unieron el Ayuntamiento, la
Diputación, la Caja de Ahorros Provincial y la misma Escuela de Artes y Oficios
con la institución de nuevos premios dedicados a “Moreno Carbonero” (galardón municipal),
“Nogales Sevilla” (escuela artística) y “Burgos Oms” (Academia), para refrescar
y perpetuar el recuerdo de tan insignes artistas según se declaró en su primer catálogo. La Academia varió la
designación inicial de su premio para dar entrada a otros ilustres nombres: en
1969 a “Pedro Sáenz” y en el VI Salón de Invierno del año siguiente a “Fernando
Labrada”.
Portadas desde el I
Salón de Invierno al V Salón de Invierno celebrados en el Museo de Málaga en 1965
y 1970 impresos
por la Academia en Gráficas Urania.
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Se realizaron hasta cinco Salones de Invierno en el Museo Provincial de Bellas Artes entre 1965 y 1970, con la única excepción de no celebrarse el correspondiente a 1967, y en convocatoria bianual desde el VII Salón de 1972, VIII de 1974 y IX de 1976, que constituyó una suerte de I, II y III Bienal Nacional de Pintura y Escultura en Málaga. Las convocatorias fueron adquiriendo cada vez un mayor prestigio nacional, por lo que las últimas celebradas superaron la presencia de artistas con el espacio disponible en el Museo de Bellas Artes, además las obras premiadas fueron depositadas por las administraciones e instituciones que las habían galardonado en el Museo Provincial, constituyendo hoy un grupo heterogéneo en procedencias territoriales, técnicas, temáticas y calidades plásticas.
Portadas Segunda y
Tercera Bienal Nacional de Pintura y Escultura (VIII y IX Salón de Invierno)
celebradas
en el Museo de Málaga en 1974 y 1976 impresas por la Academia en Gráficas
Urania.
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En 1997, el desalojo del Palacio de
Buenavista para su incorporación como bien cultural inmueble que la Consejería
de Cultura de la Junta de Andalucía aportaba como sede a la Fundación encargada
de la formación y gestión del Museo Picasso Málaga, tras su adquisición, impuso
una suerte de inevitable separación entre corporación académica e institución, la primera
buscando sede temporal por sus propios medios y la segunda bajo las gestiones
compartidas por las administraciones públicas titular y gestora, hasta su inauguración
en el Palacio de la Aduana el 12 de diciembre de 2016.
Compete a la Real Academia de Bellas
Artes de San Telmo valorar los años de itinerancia entre 1997 y 2016
prácticamente con lo puesto, pues tanto los fondos museográficos, como la
mayoría de los bibliográficos y documentales hasta esa fecha, siempre entraron
en los proyectos de tutela, conservación y traslado de colecciones del Museo de
Málaga, con similar profesionalidad e interés con el que el personal técnico de
la institución ha empleado para el resto de fondos museísticos, bibliográficos y documentales. En este CLXX
aniversario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y una vez que
vuelva a ingresar en sede compartida con el Museo de Málaga en el Palacio de la
Aduana se presentan nuevos retos en la relación de sus miembros y de la
institución museística y su personal adscrito.
Uno de esos retos, a los que la corporación
se enfrenta, es la investigación, organización, conservación y difusión de sus fondos principalmente bibliográficos y documentales, procurando que
este rico acervo patrimonial con más de siglo y medio de acopio y conservación
alcance los anaqueles a disposición de la ciudadanía local, nacional e
internacional que se interese por la investigación y la difusión científica de
muchos de los inestimables datos que estos fondos poseen. Así como, permítanme
la apreciación personal que deslizo, superar el ostracismo de sus académicos en
torno a la figura contingente de su Dirección por una cordial y educada
coexistencia con el personal del Museo de Málaga, recuperando algunas de las naturales relaciones que los más antiguos del lugar recuerdan se vivía en la vieja casa
solariega de la calle San Agustín. Especialmente, en función de una coordinación necesaria a la formulación de políticas conjuntas en el incemento de colecciones, conservación de sus fondos y difusión pública, así como de la colaboración y del fomento de una institución con tan profundos vínculos históricos.
Disculpen una última reflexión muy personal. El siglo XXI nos sitúa a los
profesionales culturales ante nuevas exigencias que justifiquen nuestro papel
en esta sociedad sometida a enorme estrés, donde crecen sin coto las
desigualdades y se producirá una involución social con la extinción de una
clase media asentada en un estado del bienestar periclitado, sustituida por una
masa social desheredada de muchos de sus derechos que se verá obligada a
replantear el valor de sus necesidades y aspiraciones, desde las más básicas. En
este siglo de capitalismo salvaje, mercantilización absoluta y privatización de
lo que hasta ayer consideramos sectores necesariamente públicos, debemos
justificar mediante una decidida implicación social nuestra misma existencia, realizar un
titánico esfuerzo que supere la sensación de una corporación ensimismada,
elitista y superflua, tan equidistante de su marco social como de los nuevos aires
que logren desempolvar lo que hoy para la mayoría de ciudadanos del común puede resultar una herramienta cultural obsoleta, caduca y en la práctica inoperante ante
las condiciones de vida en esta nueva sociedad líquida. Créanme que en esta última reflexión lo que les expongo no pretende ser una crítica, sino el apunte de una oportunidad.
Bibliografía
AA.VV. Anales de la Real
Academia de Bellas Artes de San Telmo 1, Málaga, La Ibérica, abril de 1911.
ESTRADA SEGALERVA, José Luis, Efemérides malagueñas, Málaga, 1979.
PAZOS BERNAL, Mª Ángeles, Historia
del Museo de Málaga: Fondos y Documentación, Málaga, 1982 [texto inédito
mecanografiado].
PAZOS BERNAL, Mª Ángeles, La
Academia de Bellas Artes de Málaga en el siglo XIX, Málaga, Bobastro, 1987.
SESMERO, Julián, “La Academia de Bellas Artes de San Telmo
cumple 138 años”, Diario SUR, Domingo
6 de noviembre de 1988.
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