Rincón veneciano en la unidad expositiva del paisaje
decimonónico en el Museo de Málaga
© Del autor, 2019
|
Recordemos unas palabras de Rafael Caffarena Robles de un
martes 25 de octubre de 1968, deambulando por las salas del Museo Provincial de
Bellas Artes de Málaga de la calle San Agustín y seducido por el rincón
veneciano donde se exhibían las obras de Antonio Reyna Manescau (Coín, Málaga,
1859 - Roma, 1937), unidad expositiva que en aquellos años presidía su
autorretrato. En torno a la intensa experiencia vivida, Caffarena reflexionó: Es indudable que Málaga no
ha agradecido aún al pintor Reyna su labor en forma pública y ostensible. Pero
es de esperar que, con el nombre a una calle y algo más, se le tribute el
homenaje que merece su personalidad artística y su devoción a la tierra natal,
que fue bien acreditada ante los que tuvimos la suerte de conocerle
personalmente. Era don Antonio Reyna un ejemplo de malagueñismo y de bondad, un
caballero y un artista de los pinceles que honraba a su patria chica.
Autorretrato
[Roma, 1918]. Óleo sobre lienzo, 46,50 x 37,00 cm. Museo de Málaga
© Del autor, 2019.
|
La actual valoración de tan singular pintor es más
halagüeña, donde no ha sido menor la labor desarrollada desde su localidad
natal por la Fundación García Agüera y la proyección, junto a su municipal
Concejalía de Cultura, del Centro Antonio Reyna Manescau. Así, la decidida
apuesta local y la presentación de un nuevo rincón veneciano que retorna a
presidir su autorretrato en el Museo de Málaga, en su sede remozada del Palacio
de la Aduana, actualizan las palabras de Rafael Caffarena tanto en el
reconocimiento de don Antonio como pintor dotado de una especial maestría en el
tratamiento de la luz y del color a través de una pincelada ajustada y diestra, como en el ejercicio de un malacitanismo en tierras italianas que subrayan todos aquellos
testimonios de quienes lo trataron.
Suele afirmarse que nadie es profeta en su tierra, pero a
la postre Antonio Reyna Manescau lo es en su próximo CLX aniversario de su nacimiento
en la calle Santa María de Coín el 5 de diciembre de 1859. Hijo de Francisco
Reyna Zayas y de Matilde Manescau Ostman, el joven artista comenzó su formación
en la Escuela de Bellas Artes de la capital provincial como alumno primero de
Bernardo Ferrándiz, de quien aprende una técnica minuciosa y el empleo de una iluminación
brillante de corte fortuniana, y de Joaquín Martínez de la Vega después, de
quien llama la atención la pericia en deshacer la pincelada en rápidos apuntes
que dotan a sus personajes de la verosimilitud de los mejores modelos de los Madrazo.
No pasó desapercibido en el activo ambiente artístico malagueño de la segunda mitad del siglo,
donde tan efervescente fue el mecenazgo de su enriquecida alta
burguesía como la nómina de jóvenes promesas artísticas locales que la nutría, lo que
le granjeó el apoyo de la Diputación Provincial con la concesión de una
pensión romana en 1882.
Instalado en la Ciudad Eterna, el joven compartió animadas
tertulias en cafés con los pensionados estatales José Moreno Carbonero, Antonio
Muñoz Degrain o Hermenegildo Estevan y Fernando, como con otros artistas
españoles que se daban cita en el concurrido estudio del sevillano José
Villegas Cordero, lo que amplió su formación personal y profesional en el
sentido de un elegante cosmopolitismo. De estas fechas son los dos primeros
envíos de pensionado, hoy propiedad de la corporación provincial: Disputa del Santísimo Sacramento [Roma,
mayo 1883], una reinterpretación de las decoraciones al fresco de la Stanza della Signatura realizadas por
Rafael en los palacios vaticanos; y la original composición José
en la cisterna [Roma,1884]. Los siguientes cuatro envíos de pensionado a
Málaga no se conservan, al terminar paradójicamente calcinados en el incendio
del Palacio de la Aduana en el año 1922, espacio donde hoy volvemos a ver exhibidas obras del maestro. A finales del segundo lustro de la década de los
ochenta, Reyna comenzó a realizar viajes por Italia, descubriendo el atractivo
plástico de la ciudad de los canales, cuyo fruto más acabado fue la acuarela veneciana que incluyó en el
álbum colectivo que la Escuela de Bellas Artes de San Telmo envió en 1888 a la
Exposición Vaticana conmemorativa del jubileo sacerdotal del Papa León XIII,
con la que la corporación obtuvo una memorable Medalla de Oro.
Seducido por la belleza urbana y la luz venecianas, Reyna
Manescau comenzó a frecuentarla con asiduidad en escapadas estivales y a integrarse
en la colonia formada por pintores españoles en la ciudad, caso de Martín Rico
y Ortega, Rafael Senet Pérez o José Jiménez Aranda. Al fallecimiento
de Mariano Fortuny, Jiménez Aranda se convirtió en uno de los pintores más
cotizados en este género de gran predicamento comercial, lo que quizás instó al
pintor malagueño a dedicarse con pasión a este tipo de obras en pequeño y
mediano formato como fácil salida al mercado artístico de su producción, lo que
no disminuye un ápice la calidad y capacidad del artista en su confección, de la que a la postre es uno de sus más reconocidos y cotizados pintores, como ya manifesté en mi colaboración con Raquel Sigüenza en un reportaje para la revista de subastas Siglo XXI de julio de 2009 sobre el vedutismo veneciano de la escuela española decimonónica, muy presente en los circuitos comerciales del arte.
Aunque no fue
asiduo a las españolas Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, si obtuvo una
elogiada medalla de Tercera Clase en la celebrada en el año 1887 con la obra de
ambientación pompeyana Floralia, que
no solo adquirió el Estado con destino en el Museo Nacional de Arte Moderno, depositado en Barcelona y en paradero desconocido desde la Guerra Civil, sino que convenció a la corporación provincial en la pertinente prórroga
de su pensión durante dos años más. Fue a finales de dicha década cuando
Antonio Reyna se enraizó en su nuevo país de acogida, al contraer matrimonio
con la cantante de ópera Beatriz Mililotti Desantis y de forma definitiva con el nacimiento de su
única hija, María Matilde Reyna Mililotti el 4 de agosto de 1889.
Firma de ‘A, Reyna
/ 1918’ de su Autorretrato en el
Museo de Málaga
© Del autor, 2019
|
La década de los
noventa consolida su prestigio nacional, principalmente por el encargo que le
realizó el Ateneo madrileño en 1895 de participar en la decoración de las sobrepuertas de algunas de sus salas, que
le valió por Real Decreto de 5 de octubre de ese año el nombramiento de
Caballero de la Real Orden de Carlos III, otorgado en nombre de Alfonso XIII por la reina regente María
Cristina. No obstante, el reconocimiento español no tuvo parangón con el
predicamento artístico que fue adquiriendo paulatinamente en Italia durante el
primer cuarto del siglo XX cuando, tras el regreso a España de José Villegas,
fue Antonio Reyna el beneficiado entre los pintores españoles que más buscaron
los marchantes y coleccionistas italianos. Continuaron siendo constantes sus
estancias venecianas, donde acudía a las tertulias organizadas por Cecilia
de Madrazo, viuda de Fortuny, en su palacio Martinegno
della Palle y la compulsiva realización de numerosas vistas, algunas de las que hoy forman parte de las conservadas en el Museo de
Málaga.
Según información de José Luis Estrada Segalerva, su
triunfo fue incuestionable cuando el cardenal Vannutelli le encargó el retrato
del pontífice Benedicto XV en el año 1915. El éxito fue tan notorio que realizó
dos retratos más con destino en los palacios vaticanos, así como la ejecución
del retrato del cardenal Isidro Gomá, Primado de España y Arzobispo de Toledo
entre 1933 y 1940, para su instalación en la iglesia romana de San Pietro in Montorio, de la que era
cardenal presbítero. Una de sus últimas estancias en Málaga se fecha en torno
al año 1928, cuando recibió el nombramiento de académico correspondiente por
Roma de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, antes de su
fallecimiento en la capital italiana el día 3 de febrero de 1937.
Conjunto de una
selección de las vistas venecianas adquiridas por el Estado en 1960, Museo de
Málaga
© Del autor, 2019
|
La historiografía
artística española ha destacado a Antonio Reyna, junto a sus compañeros Rafael
Senet y Martín Rico, como el representante más característico del preciosismo
luminista que dominó la producción de paisajes venecianos en el rico mercado
burgués del arte a finales del siglo XIX y principios de la siguiente centuria, cuya clientela se veía
ampliamente complacida con estas decorativas vistas o panorámicas en mediano y pequeño
formato, para la que se emplearon las más variadas técnicas y los materiales plásticos más diversos. Por otra parte, la producción realizada durante el primer cuarto del novecientos se
caracteriza por un gran virtuosismo técnico, sin
aventurarse en experimentaciones plásticas o en dejarse seducir por
liberalidades artísticas que no asegurarían su comercialización, manteniendo
así ese paisajismo preciosista como valor seguro de mercantilización. Precisamente,
la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Educación y Ciencia
decidió la adquisición por Orden Ministerial de 30 de diciembre de 1960 con destino en el Museo de Bellas Artes de Málaga de un
nutrido conjunto de pequeños apuntes venecianos de Antonio Reyna Manescau, de
los que María Matilde Reyna Mililotti tenía depositados en el
anticuario de los herederos
de J. Cano, con comercio en la popular calle de la Carrera de San Jerónimo, 39 de Madrid.
Este excepcional conjunto de pequeños cartones al óleo, pintados en
torno a 1911, fueron los principales integrantes del rincón veneciano admirado por
Cafferena y de los que dio cuenta María Teresa Pérez Aguilera, en el mismo año, desde el Servicio de Información Artística, Arqueológica y Etnográfica tras su
ingreso en el Museo a principios del año 1962.
Seis vistas de los canales
venecianos en formato alargado de 28,50 x 17,80 cm.
© Del autor, 2019.
|
Estos pequeños retazos
de los rincones más característicos de la ciudad de la laguna, algunos
reconocibles a simple vista de entre sus panorámicas urbanas más populares y otros
menos transitados de entre los recónditos espacios de una ciudad viva, responden
a rápidos apuntes de intensa iluminación en formatos que rondan una escasa veintena de
centímetros, ya sean alargados o apaisados. Son pequeñas postales de encuadre
muy cuidado, que mediante pinceladas cortas y precisas van construyendo ante
nuestros ojos los reflejos de sus canales, las pétreas fachadas fínamente labradas y un
paisanaje que, ajenos a la pose, acuden a la cita de don Antonio, todo ello bajo
la limpia atmósfera luminiscente que presta a las composiciones su aspecto más
preciosista.
Canal de la Giudeca, La Laguna y La iglesia de San Pablo en Venecia,
apaisados 16,80 x 27,20 cm
© Del autor, 2019
|
Iglesia de San Marcos y dos vistas de canales venecianos, apaisados 17,00 x 27,20 cm
© Del autor, 2019
|
Este nutrido conjunto integró la espina dorsal de la
exposición que entre los días 6 y 15 de octubre de 1969 se le dedicó en el malagueño Museo Provincial de Bellas Artes, patrocinada por la Obra Cultural de la Caja
de Ahorros Provincial de Málaga en torno al primer centenario de su nacimiento. Las
cincuenta y ocho obras que reunió la muestra tuvieron su máxima concentración
en las procedentes de administraciones e instituciones públicas malagueñas,
acpmpañadas por el generoso préstamo de familiares del pintor y coleccionistas malagueños, destacando la presentación de un interesante boceto de su desaparecida Floralia (óleo sobre lienzo, 73,50 x 34,00 cm), en colección
particular.
Ficha para la confección de la cartela del boceto Floralia en la exposición de 1969 en el
Museo de Bellas Artes de Málaga
© Del autor, 2012
|
Canal de Sant’Angelo, Santa María de Giglio y Canal
veneciano, apaisados 35,00 x 75,00 cm
© Del autor, 2019
|
Similar empeño
demuestra en otras tres obras de mayor formato que se han sumado en distintos
momentos a los fondos del Museo de Málaga, caso del Canal de Sant’Angelo y la vista de Santa María de Giglio, sendas obras apaisadas de mediano formato
que fueron directamente adquiridas a la hija del pintor por Orden Ministerial
de 14 de mayo de 1957, pocos años antes del conjunto ya presentado; y la
donación en el año 2010 de una Vista de
Venecia a la Junta de Andalucía con destino en el Museo de Málaga, hasta
entonces propiedad de sus sobrinas Dolores y Matilde Jiménez Reyna en Málaga.
Las tres panorámicas presentan una composición apaisada, dominada por una línea
de cota marina que organiza las masas de color entre los reflejos sobre las
cristalinas superficies líquidas de las construcciones dispuestas en ordenadas
masas sobre ella, animando las tranquilas aguas de los canales con
embarcaciones que llamean con sus cálidos velámenes las mediterráneas aguas del norte
italiano. El virtuosismo plástico de las dos primeras composiciones en pendant se sustenta en torno a una
ligera brisa que encrespa las superficies de los canales, provocando la ligera
distorsión de sus reflejos en cortas pinceladas a veces construidas a modo de pequeñas escamas. Frente a éstas, la vista recién incorporada a la colección presenta una
composición más valiente en el empleo de un estricto punto de fuga que presentan las construcciones domésticas de
su lateral izquierdo hasta perderse en preñado caserío a lontananza, abruptamente contrapuestas a una masa vegetal difusa y
casi abstractiva, bajo la que se recorta en diestro escorzo una barca sólidamente varada en las
remansadas aguas con la inmovilidad propia de un embalsado estanque, donde ni la más
ligera corriente empaña el perfecto efecto de sus reflejos.
Canal de Sant’Angelo. Museo
de Málaga, colección estable
© Del autor, 2019
|
Canal
veneciano, Museo de Málaga, colección Junta de Andalucía
© Del autor, 2019
|
La nueva presentación museológica en la sede del Palacio de la Aduana nos evoca las palabras cincuentenarias de Rafael Caffarena, invitación al tránsito pausado por rincones expositivos donde perderse en el remanso de sus vistas, dejándonos seducir por el stendhaliano encanto de sus distintos géneros pictóricos, la percia técnica y la sensibilidad artística de sus autores, que reúne a la perfección el elegante vedutismo veneciano de don Antonio, quien seguramente nos observa complacido desde su autorretrato, al que deseamos ofrecer un discreto y venerable saludo.
In
memoriam … al compañero y
amigo Pancho.
Bibliografía.
CAFFARENA, ROBLES, Rafael, “De Arte y Turismo. Venecia y el
pintor Reyna”, Diario Sur, Málaga martes 15 de octubre de 1968.
CÁNOVAS, Antonio, Apuntes para un
diccionario de pintores malagueños del siglo XIX, Madrid, 1908.
CASAMAR PÉREZ, Manuel, Catálogo de la
exposición antológica: Antonio de Reyna, pintor de Venecia, Málaga, Caja de
Ahorros Provincial de Málaga, 1969.
ESTRADA Y SEGALERVA, José Luis, Efemérides malagueñas,
Málaga, 1970, I, p. 107 y 305.
GALÁN, Eva V. Pintores del
Romanticismo Andaluz. Granada, Universidad de Granada, 1994, pp. 386.
GARCÍA AGÜERA, José Manuel, Crónicas de Coín.
Memoria fotográfica [1900-1962], Coín, G.A. Ediciones Coincidentes
(Colección Temas Coineños), 2000.
GARCÍA FERNÁNDEZ, José Manuel y MARMOLEJO CANTOS, Francisco, Apuntes
sobre Antonio Reyna Manescau. Maestro de la pintura malagueña del siglo XIX,
Coín (Málaga), Fundación García Agüera, 2009.
OLALLA GAJETE, Luis F., Museo de Málaga. La
pintura del siglo XIX, Madrid, Ministerio de Cultura, 1980.
PÉREZ AGUILERA, María Teresa, Adquisiciones del
Ministerio de Educación y Ciencia a través de la Dirección General de Bellas
Artes (1961-1963), Madrid, Servicio de Información Artística, Arqueológica
y Etnográfica, 1968, pp. 74-77.
REYERO, Carlos y FREIXA, Mireia, Pintura y escultura
en España, 1800-1910, Madrid, 1995, p. 221.
SAURET GUERRERO, Teresa. Tradición e
innovación en el Museo de Málaga (1850-1949). [Palacio Episcopal de Málaga,
febrero – mayo 2004]. Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía,
2004.
SIGÜENZA, Raquel, "Vistas venecianas del siglo XIX, un
tópico que no pasa de moda. Reportaje", Siglo XXI, Subastas, Julio
2009, pp. 46-49.