Tras el primer artículo publicado en la
revista editada por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de
Málaga, al año siguiente un nuevo polo de atracción reclamó mi atención, hasta
el momento centrado en mis investigaciones sobre la personalidad museológica de
la provincia malagueña.
En este caso, la espita que detonó el
nuevo rumbo fue mi asistencia al seminario La prevención del patrimonio cultural en
Museos españoles y latinoamericanos, celebrado entre los días 3 y 7 de
julio de 1996 en el Palacio de La Magdalena (Santander, Cantabria), integrado
en los Cursos de Verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, bajo la
dirección de Dª Nieves Valentín del madrileño Instituto de Conservación y
Restauración de Bienes Culturales (ICRBC), hoy Instituto del Patrimonio Cultura
de España (IPCE).
En la presentación de algún proyecto de
intervención sobre patrimonio cultural inmueble en Latinoamerica, cuya
rehabilitación tenía implícita su futura función como museo, sus responsables expusieron
la dificultad de contar con técnicos en sistemas de seguridad en Museos, un
capítulo prácticamente inexistente en la bibliografía disponible en lengua
castellana y escaso en otros idiomas en aquellos años.
La base sustancial del artículo se
encontraba en el Informe Schroëder,
documento encargado por el Comité Internacional para la Seguridad en los Museos
(ICMS), uno de los comités específicos creado en 1974 en torno al Consejo
Internacional de Museos (ICOM), en el que se analizaba el estado de la seguridad en los
museos a lo largo de todo el mundo. Los resultados fueron difundidos en una
publicación del ICMS por sus editores Robert G. Tillosot y Diana Menkes, cuya versión
castellana publicó el Ministerio de Cultura: La seguridad en los Museos (Madrid, 1980). No obstante, en mis pesquisas sobre tema tan
técnico y árido se deslizaba persistentemente su deseada neutralidad o necesaria
discreción a los ojos del público, es decir que los sistemas de seguridad no alcancen
a obstaculizar o incomodar a los visitantes durante su experiencia museística.
No podemos entender su seguridad en antagonismo con su función pública, lo que
podríamos plantear para una cámara acorazada, pues por un lado el público del museo
requiere percibir que existe seguridad sobre sus bienes culturales y sus personas -recogida en los actuales Planes de Protección y Evacuación de Colecciones y de Autoprotección del Museo- y, por otro
lado, algunas de las medidas adoptadas por los museos poseen un primer impacto
disuasorio sobre determinados comportamientos en sus salas, a los que no podemos
renunciar.
La ficha bibliográfica
"Los Museos: su seguridad y su público, ¿dos antagonismos?" /
José Ángel Palomares Samper. - en Boletín
de Arte, nº 17. - Málaga; Departamento de Historia del Arte, Universidad de
Málaga, 1996. - Págs. 153-176; 24 cm
D.L. MA-490/1981, I.S.S.N. 0211-8483
U.N.E.S.C.O. 620 300