“La fundación
de Buenos Aires” [1924], placa fotográfica sobre cristal. Museo de Málaga
|
En el año 2014 redacté un breve texto
para responder a la consulta sobre una investigación que documentaba un repostero textil propiedad del Instituto de Historia y Cultura Militar con representación de una escena que se pensó formaba parte de las colecciones del Museo de Málaga, inspirada
en “La fundación de Buenos Aires” del pintor malagueño José Moreno Carbonero
(Málaga, 1858 – Madrid, 1942), realizado por J. León Jordán. A parte de
confirmar que la obra era propiedad del Ayuntamiento de Málaga, concluí que
la composición más próxima al repostero es la versión que el pintor realizó en Madrid en 1910,
actualmente reproducida en un lienzo del Museo de Bellas Artes de la capital Argentina.
Ese texto es base de la presente
entrada, donde desentrañamos las razones en la selección del maestro malagueño para enfrentar
esta gran composición histórica en torno a la segunda fundación de la ciudad de
la Santísima Trinidad y Puerto de Santa
María del Buen Ayre, hoy Buenos Aires, el sábado 11 de junio de 1580 por la
expedición encabezada por Juan de Garay en nombre de su soberano, Felipe II. La
obra estuvo destinada a la presidencia del Salón de Honor del
Palacio Municipal bonaerense durante los actos conmemorativos del centenario de
la revolución del 15 de mayo de 1810, origen de la independencia de la
República Argentina. Para la celebración de tan destacado evento, el gobierno
español envió una comisión en representación del país bajo
la presidencia de la infanta Dª Isabel de Borbón, tía paterna de Alfonso XIII,
en cuya comitiva la obra llegó a Argentina el día 11 de junio de 1910, lo que
ha creado la confusión -difundida en algunos textos consultables en la red- de
que se trató de un regalo del monarca español al pueblo argentino, cuando está
perfectamente documentado el encargo al pintor por la municipalidad de Buenos
Aires del cuadro, que le abonó treinta mil pesetas de la época.
El
encargo de dicha obra a un artista español se le encomendó al historiador
argentino Juan Peña, quien se había desplazado a España en 1909 para realizar una
exhaustiva investigación sobre la figura de Juan de Garay en los archivos
históricos españoles, especialmente en el Archivo General de Indias en Sevilla.
Tras informarse sobre los más afamados pintores españoles en composiciones de
historia, decidió que el contrato de ejecución debería formalizarse con José
Moreno Carbonero por indicación de Vicente G. Quesada, ministro
plenipotenciario en España de Argentina. Ambos personajes coincidieron en que
la necesaria meticulosidad en la representación de los acontecimientos
históricos de 1580 aconsejaban el encargo a Moreno Carbonero, obsesivo en la inspiración sobre relatos y crónicas coetáneos a los hechos históricos y en la reunión
de aquellos objetos de anticuario que dotasen de veracidad fidedigna a la
ambientación de la obra. Moreno Carbonero inició en su residencia madrileña su composición y ejecución. Por su estudio desfilaron numerosos modelos
con la indumentaria de época e incluso se pintaron en los jardines del madrileño
hotelito para reproducir con fidelidad al aire libre los efectos lumínicos de
la escena.
“La fundación
de Buenos Aires” [Madrid, 1910], Museo de Bellas Artes de Buenos Aires
|
Numerosas armas
y cruces de las empleadas para composiciones de historia
en la
residencia de Moreno Carbonero. ABC de
Sevilla, 18 de febrero de 1934
(foto Duque). © Hemeroteca de ABC
|
No obstante, la premura con que el consistorio bonaerense reclamó la obra no permitió la meticulosidad histórica que Moreno Carbonero acostumbraba. La llegada a Buenos Aires de la primera composición firmada en 1910 fue de gran éxito público y numerosas las enhorabuenas recibidas por el pintor, siendo los primeros parabienes los de Alfonso XIII y su tía paterna, Dª Isabel de Borbón, que visitaron el estudio del artista para contemplar el cuadro antes de su salida hacia Argentina, visita que fue determinante para la difusión masiva en prensa de la composición original entre abril de 1909 y junio de 1910. Rodrigo Gutiérrez y Elisa Radovanovic nos informan de que la fascinación del rey por la obra fue tal que en su dormitorio colgó uno de los bocetos ejecutados por Moreno Carbonero como modelo del retrato con reluciente yelmo de Juan de Garay, un estudio preparatorio para la composición de su primera versión, pues en la posterior desaparece el aspecto militar de Garay por una imagen más cortesana. Ya en Buenos Aires, formó parte de su Exposición Internacional de Bellas Artes antes de su presentación en el Salón de Sesiones del Banco Municipal, donde se suscitó una agria polémica que determinó el cambio de composición y representación de personajes por Moreno Carbonero.
El origen de la polémica pivotó en torno a la renovación
de una antigua historia que suponía la existencia de un retrato auténtico de
Juan de Garay, obra que en 1877 había adquirido el coronel Luis Jorge Fontana, cuya
autentificación se encargó a los pintores Bernardo Troncoso y Antonio Contrucci
y a un comité de expertos historiadores quienes tras meticulosos análisis
concluyeron sobre la autenticidad de la obra y su datación en el siglo XVI,
acusando al pintor malagueño de inventar un rostro más propio de un “honrado
peón del arsenal de Madrid” que del héroe nacional. En este punto, son
coincidentes los relatos de Gutiérrez y Radavanovic con las investigaciones de
la profesora Teresa Sauret Guerrero, quienes atribuyen el aumento de la
virulencia en la polémica a la participación del investigador Martiniano
Leguizamón, quien vertió serias dudas sobre la interpretación de Moreno
Carbonero en torno a la figura de Juan de Garay, precipitándose a la hora de
emplear modelos más propios del Duque de Alba o del militar Antonio de Leiva. A
esta polémica sobre la verdadera representación del personaje principal de la
narración plástica se sumaron serias dudas sobre la iluminación de la obra, ya que al realizarse en España no tuvo en
cuenta las diferencias entre ambos hemisferios, así como errores en la
representación vegetal y en la indumentaria del único indio aborigen pintado.
En cualquier caso, todos estos aspectos
quedaron en suspenso hasta octubre de 1921, cuando la obra se expuso en el
Museo de Bellas Artes de Buenos Aires. En ese año, José Moreno Carbonero
solicitó por carta de 8 de agosto de 1922 a su director, el Dr. Juan A.
Echayde, la devolución de la obra por la municipalidad bonaerense para su
reelaboración, enviando un apunte donde pudiese valorarse la notable reforma
que pretendía sobre la composición. En diciembre de este año se tomó el acuerdo municipal de
remitir el lienzo a España, saliendo de Argentina el 2 de julio de 1923 junto a
una serie de anotaciones y apuntes del Dr. Echayde para el pintor sobre la correcta
iluminación de la escena según la hora del día en que se produjo la fundación
en ese hemisferio, el exacto color que el río de La Plata y la línea de costa
debían ofrecer y sobre el número y atuendo de los indios que era necesario
incorporar a la composición en aras de la fidelidad histórica de la escena. La entrega en
Madrid le correspondió en un gesto muy protocolario a don Carlos Estrada, embajador
plenipotenciario de la Argentina en España, poniéndose rápidamente al trabajo
Moreno Carbonero, quien terminó la reforma en pocos meses. En marzo del año
1924 se dio a conocer la nueva versión en Argentina, gracias a un artículo de José
María Salaverria en la revista Plus Ultra.
“La fundación
de Buenos Aires” [Madrid, 1924]. Salón Blanco del Palacio Municipal de Buenos
Aires
|
La obra fue recrecida por el pintor y se
modificó sustancialmente la figura central de Juan de Garay y la disposición de
todo su primer término, donde desaparecieron los pocos expresivos enseres y
pertrechos entre perros para incorporar un nutrido grupo de indios, situados de espaldas al espectador.
Además, es interesante señalar un apunte significativo a lecturas de género
sobre la obra: la inclusión de Ana Díaz. La composición original no contó con
ningún personaje femenino, cuando las crónicas mencionaban la presencia de una
mujer entre el grupo de personajes fundadores, afirmándose además que Ana
Díaz recibió por ello en repartimiento un importante lote de tierras. Así,
Moreno Carbonero la incluyó entre don Alonso Martel de Guzmán y el padre
Rivadeneyra, que quedan más prietos por el recrecimiento del grosor de la picota que centra la composición del original de 1910.
Antes de su devolución a Argentina, la
composición se expuso en el Salón de Fiestas del Ayuntamiento de Málaga en el
mes de junio de 1924, durante los actos en honor de José Moreno Carbonero electo como
Hijo Predilecto de la ciudad, para cuyo agradecimiento realizó una réplica de
la obra y la donó a la corporación municipal, de lo que es expresiva su firma: “J.
Moreno Carbonero / Al municipio de Málaga, 1924”. Las dimensiones de la obra
malagueña son muy inferiores a la bonaerense, ya que la primera mide 69,00 x
105,00 centímetros frente a los 240,00 x 400,00 centímetros de la segunda, una
vez recrecida, aunque es fiel reproducción de la reforma de la obra realizada
entre 1923 y 1924. La original fue presentada en el Museo de Bellas Artes de
Buenos Aires como deferencia al Dr. Echayde el 4 de septiembre de 1924, pasando
de nuevo al Salón de Honor del Palacio Municipal el año 1942, coincidente con el
fallecimiento del pintor en Madrid.
“La fundación
de Buenos Aires” [Madrid, 1924]. Salón Blanco del Palacio Municipal de Buenos
Aires
|
Por otra parte, en el año 1936 ingresó en el
Museo Histórico Municipal, hoy Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, el boceto
de la obra que guarda actualmente memoria de la primera composición de 1910, aunque creo
que no posee firma, ni atribución directa a José Moreno Carbonero.
En el Homenaje
al glorioso maestro, publicado por la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo en 1943, se reprodujeron ambas versiones en sus láminas cuarenta y seis y cuarenta y ocho, donde Rafael Murillo Carreras, primer director del Museo Provincial de Bellas Artes de Málaga, explicó que: la primera fue el encargo original de
1910, sobre la que posteriormente el autor introdujo grandes reformas; y la
corregida por Moreno Carbonero a sus expensas en 1924, la segunda, y cuyo
boceto –creo que empleada la palabra en su acepción de rápida composición o cuadro de gabinete, no como obra
preparatoria- fue el que se regaló al Ayuntamiento de Málaga.
“La fundación
de Buenos Aires” [Madrid, 1924]. Ayuntamiento de Málaga
Museo del
Patrimonio Municipal de Málaga (MuPAM)
|
Murillo Carreras evitó en su texto dar
pábulo a las polémicas suscitadas entre los eruditos argentinos sobre la
invención en la representación de la escena, sino que atribuye a Moreno Carbonero
el prurito de desear mejorar la obra a sus expensas tras revolver archivos y
bibliotecas durante un año, realizar gran cantidad de apuntes sobre retratos
antiguos, telas y armaduras de época e indagar en la existencia de los indios
guaraníes. También acude a palabras del pintor para describir la composición:
“El sitio donde se desarrolla la escena es la Plaza de Mayo actual; por el efecto de la luz solar se puede calcular las nueve o diez de la mañana; el espectador mira al Norte, que corresponde al centro del cuadro. En este sitio está elevado el símbolo de la ciudad representado por el rollo público como árbol de la Justicia o picota, que así se denominaba. En muchos pueblos de España aún existen esas grandes columnas de piedra con sus graderías, en la plaza pública. De la misma forma se ven dibujadas en antiguos planos de ciudades de América. Se ordenó, entonces, que donde no hubiera piedras para su construcción se hicieran de madera, para lo cual emplearían el tronco de un árbol grande que recordara por su forma el tradicional emblema; y así se hizo en Buenos Aires. Clavado en el madero hay un pergamino con el bando que Garay mandó publicar, que decía así Ninguna persona sea osado a le quitar, batir ni mudar so pena de muerte natural y así lo proveyó y mandó ante testigos el capitán general Juan de Garay, —Pedro de Xerez, escribano público del Cabildo y Gobernación. En la línea de la costa que va hacia el Norte se ven las barrancas que dan frente al río; el recodo que forma el final corresponde al sitio llamado hoy el Retiro; viéndose, a lo lejos, anclada en las turbias aguas, la carabela San Cristóbal, de Buenaventura, en cuya bandera blanca vese la Cruz de San Andrés. Este fue el primer barco que se construyó en Paraguay, y que condujo desde la Asunción a la mayor parte de los expedicionarios, pues, por tierra, vinieron al mando del capitán Vera y Aragón, sobrino del Adelantado, los conductores de gran cantidad de ganados, así como de carros, pertrechos, alimentos, ropas e indios servidores, pues, por privilegio real, los pobladores de las provincias del Plata eran encomenderos. Estos indios pertenecían a la casta guaraní, pues los pobladores del territorio los querandíes, eran enemigos acérrimos de todo dominio extranjero. A la izquierda se extiende la llanura cubierta de pastos y las tolderías de los indios. En la actitud de Garay había que dar idea del retrato moral que nos han legado sus contemporáneos del gran conquistador, capitán valeroso y esforzado (así decían de él sus soldados) insigne gobernante, leal vasallo del Rey, hombre sencillo y desprendido con los necesitados, y terror de los indios enemigos. Esta figura, creo, expresa mejor que la anterior de este personaje, que tendría entonces cincuenta años. Su actitud en la ceremonia de la fundación es: cuando ante el estandarte real y la Cruz alzada, tendida por el franciscano padre Rivadeneyra, y según dice el acta levantada por el escribano público Pedro de Xerez … echó mano a su espada y cortó yerba y tiró cuchilladas y dixo que si había alguno que se lo contradiga y parezcan presente…; no pareció nayde que contradixere…, tomó posesión, entonces, en nombre del Rey Felipe II, el sábado 11 de junio de 1580. Viste Garay sayo de armas y capotillo vizcaíno de paño pardo, por el cuello entreabierto se ve el gorjal y la coraza de hierro con la banda carmesí de capitán general. Las mangas son de malla, y las calzas atacadas, de piel, cubriendo su cabeza el bonete con plumas. Tiene Pedro de Quirós el estandarte real como regidor más antiguo, viste coleto de terciopelo carmesí, con mangas y trusa azules, bohemio con mangas, echado sobre el hombro, calzas atacadas de cuero y sombrero de rizo. A la izquierda, cerca del rollo, Don Álvaro Martel de Guzmán, segundo alcalde ordinario, natural de Sevilla, viste coleto acuchillado de ante, traje negro y capa de paño verde, lleva en la derecha el alto bastón de su cargo; a su lado, Ana Díaz, madre de uno de los pobladores, única mujer que entró en el repartimiento; cerca del padre Rivadeneyra, se ve algo de su compañero el padre Picón, y aparece también la cabeza de un mestizo. Detrás de Pedro de Quirós hay un arcabucero; cubre la cabeza con copete de hierro y plumas; viste coleto de cuero y cruzado con la bandolera de los cartuchos y polvoreros, gregüescos amarillos y armado de arcabuz y espada; a su izquierda, está Pedro Fernández, uno de los supervivientes de la expedición de Mendoza, fundador en 1535 de la primera Buenos Aires, destruida por los indios; era escribano público y acompañó a Garay para indicarle el sitio donde se fundó, y que Garay desechó por el actual. A su izquierda, Rodrigo Ortiz de Zarate, primer alcalde ordinario con su atributo; éstos, por sus apellidos, eran señores de noble origen, y para ese acto llevarían sus trajes de fiesta, aunque muy deteriorados. En primer término, uno de los soldados paleros, y detrás regidores, arcabuceros y toda clase de colonos. A la derecha del cuadro, Pedro de Xerez, levantando el acta; viste la garnacha propia de su cargo, y en la cabeza, el capelete negro; a su lado, Juan Fernández de Enciso, procurador. Un indio tiene de la brida el caballo andaluz de Juan de Garay, y detrás, sobre un alazán, Alonso de Vera y Aragón (por mote Cara de Perro), capitán de la caballería. Entre estos grupos, y a lo lejos, se ven los obreros que hacen las zanjas para las nuevas edificaciones. Esparcidos y rastreando por el suelo, casi como fieras, algunos indios presencian la escena con curiosidad: son de rostros feroces, tienen armada una tienda de cuero de caballo y una india amamanta a su crío. Se envuelven en mantas con cuero de guanacos, vicuñas y otros animales. De las vinchas que les sostienen los lacios cabellos arrancan las vistosas plumas; sus armas son arcos y flechas y algunos llevan las boleadoras arrolladas sus cuerdas a la cintura sobre el chiripá, arma terrible en sus manos. Algunas caras aparecen embadurnadas con pinturas y tatuajes y adornadas con medias lunas y orejeras de metal. En primer término he colocado los utensilios de trabajo y la maroma con que elevaron el grueso madero. He procurado que al primer golpe de vista se destaquen, sobre todo, los símbolos de la colonización, o sean la Religión, la Justicia y la Conquista, representadas por la cruz, el rollo y la espada de Garay ante el estandarte real de España”.
No me resisto a que conozcan la íntegra descripción de la obra en palabras de Moreno Carbonero, trascritas por su coetáneo Murillo Carreas en 1943.
“El sitio donde se desarrolla la escena es la Plaza de Mayo actual; por el efecto de la luz solar se puede calcular las nueve o diez de la mañana; el espectador mira al Norte, que corresponde al centro del cuadro. En este sitio está elevado el símbolo de la ciudad representado por el rollo público como árbol de la Justicia o picota, que así se denominaba. En muchos pueblos de España aún existen esas grandes columnas de piedra con sus graderías, en la plaza pública. De la misma forma se ven dibujadas en antiguos planos de ciudades de América. Se ordenó, entonces, que donde no hubiera piedras para su construcción se hicieran de madera, para lo cual emplearían el tronco de un árbol grande que recordara por su forma el tradicional emblema; y así se hizo en Buenos Aires. Clavado en el madero hay un pergamino con el bando que Garay mandó publicar, que decía así Ninguna persona sea osado a le quitar, batir ni mudar so pena de muerte natural y así lo proveyó y mandó ante testigos el capitán general Juan de Garay, —Pedro de Xerez, escribano público del Cabildo y Gobernación. En la línea de la costa que va hacia el Norte se ven las barrancas que dan frente al río; el recodo que forma el final corresponde al sitio llamado hoy el Retiro; viéndose, a lo lejos, anclada en las turbias aguas, la carabela San Cristóbal, de Buenaventura, en cuya bandera blanca vese la Cruz de San Andrés. Este fue el primer barco que se construyó en Paraguay, y que condujo desde la Asunción a la mayor parte de los expedicionarios, pues, por tierra, vinieron al mando del capitán Vera y Aragón, sobrino del Adelantado, los conductores de gran cantidad de ganados, así como de carros, pertrechos, alimentos, ropas e indios servidores, pues, por privilegio real, los pobladores de las provincias del Plata eran encomenderos. Estos indios pertenecían a la casta guaraní, pues los pobladores del territorio los querandíes, eran enemigos acérrimos de todo dominio extranjero. A la izquierda se extiende la llanura cubierta de pastos y las tolderías de los indios. En la actitud de Garay había que dar idea del retrato moral que nos han legado sus contemporáneos del gran conquistador, capitán valeroso y esforzado (así decían de él sus soldados) insigne gobernante, leal vasallo del Rey, hombre sencillo y desprendido con los necesitados, y terror de los indios enemigos. Esta figura, creo, expresa mejor que la anterior de este personaje, que tendría entonces cincuenta años. Su actitud en la ceremonia de la fundación es: cuando ante el estandarte real y la Cruz alzada, tendida por el franciscano padre Rivadeneyra, y según dice el acta levantada por el escribano público Pedro de Xerez … echó mano a su espada y cortó yerba y tiró cuchilladas y dixo que si había alguno que se lo contradiga y parezcan presente…; no pareció nayde que contradixere…, tomó posesión, entonces, en nombre del Rey Felipe II, el sábado 11 de junio de 1580. Viste Garay sayo de armas y capotillo vizcaíno de paño pardo, por el cuello entreabierto se ve el gorjal y la coraza de hierro con la banda carmesí de capitán general. Las mangas son de malla, y las calzas atacadas, de piel, cubriendo su cabeza el bonete con plumas. Tiene Pedro de Quirós el estandarte real como regidor más antiguo, viste coleto de terciopelo carmesí, con mangas y trusa azules, bohemio con mangas, echado sobre el hombro, calzas atacadas de cuero y sombrero de rizo. A la izquierda, cerca del rollo, Don Álvaro Martel de Guzmán, segundo alcalde ordinario, natural de Sevilla, viste coleto acuchillado de ante, traje negro y capa de paño verde, lleva en la derecha el alto bastón de su cargo; a su lado, Ana Díaz, madre de uno de los pobladores, única mujer que entró en el repartimiento; cerca del padre Rivadeneyra, se ve algo de su compañero el padre Picón, y aparece también la cabeza de un mestizo. Detrás de Pedro de Quirós hay un arcabucero; cubre la cabeza con copete de hierro y plumas; viste coleto de cuero y cruzado con la bandolera de los cartuchos y polvoreros, gregüescos amarillos y armado de arcabuz y espada; a su izquierda, está Pedro Fernández, uno de los supervivientes de la expedición de Mendoza, fundador en 1535 de la primera Buenos Aires, destruida por los indios; era escribano público y acompañó a Garay para indicarle el sitio donde se fundó, y que Garay desechó por el actual. A su izquierda, Rodrigo Ortiz de Zarate, primer alcalde ordinario con su atributo; éstos, por sus apellidos, eran señores de noble origen, y para ese acto llevarían sus trajes de fiesta, aunque muy deteriorados. En primer término, uno de los soldados paleros, y detrás regidores, arcabuceros y toda clase de colonos. A la derecha del cuadro, Pedro de Xerez, levantando el acta; viste la garnacha propia de su cargo, y en la cabeza, el capelete negro; a su lado, Juan Fernández de Enciso, procurador. Un indio tiene de la brida el caballo andaluz de Juan de Garay, y detrás, sobre un alazán, Alonso de Vera y Aragón (por mote Cara de Perro), capitán de la caballería. Entre estos grupos, y a lo lejos, se ven los obreros que hacen las zanjas para las nuevas edificaciones. Esparcidos y rastreando por el suelo, casi como fieras, algunos indios presencian la escena con curiosidad: son de rostros feroces, tienen armada una tienda de cuero de caballo y una india amamanta a su crío. Se envuelven en mantas con cuero de guanacos, vicuñas y otros animales. De las vinchas que les sostienen los lacios cabellos arrancan las vistosas plumas; sus armas son arcos y flechas y algunos llevan las boleadoras arrolladas sus cuerdas a la cintura sobre el chiripá, arma terrible en sus manos. Algunas caras aparecen embadurnadas con pinturas y tatuajes y adornadas con medias lunas y orejeras de metal. En primer término he colocado los utensilios de trabajo y la maroma con que elevaron el grueso madero. He procurado que al primer golpe de vista se destaquen, sobre todo, los símbolos de la colonización, o sean la Religión, la Justicia y la Conquista, representadas por la cruz, el rollo y la espada de Garay ante el estandarte real de España”.
No me resisto a que conozcan la íntegra descripción de la obra en palabras de Moreno Carbonero, trascritas por su coetáneo Murillo Carreas en 1943.
Para la ilustración de esta publicación en homenaje al pintor
se reunieron hasta 170 fotograbados en el año 1942 de sus obras, conservados en
planchas fotográficas sobre cristal en el Museo de Málaga y restauradas a
principios de 2005, cuando se incorporaron a los fondos museográficos de la
institución desde el archivo documental donde no se encontraban inventariadas, entre las que destaca
el legado fotográfico de Rafael Murillo Carreras, primer director del Museo,
pintor y fotógrafo.
“La fundación
de Buenos Aires” [Madrid, 1910], plancha fotográfica sobre cristal
Inventario
2115, Museo de Málaga
|
“La fundación
de Buenos Aires” [Madrid, 1924], plancha fotográfica sobre cristal
Inventario 2117,
Museo de Málaga
|
Bibliografía:
BALMACEDA, Daniel (2011), Biografía no autorizada de Sudamérica. 1910, Buenos Aires,
Editorial Sudamericana.
GUTIÉRREZ VIÑUALES, Rodrigo y RADOVANOVIC, Elisa (1995),
“Moreno Carbonero, pintor de la historia fundacional de Buenos Aires”, Boletín de Arte, 16, Málaga, Universidad
de Málaga, Departamento de Historia del Arte, pp.
MORALES FOLGUERA, José Miguel y SAURET GUERRERO, Teresa
(1990), Patrimonio artístico y monumental
[V Aniversario de la constitución del Ayuntamiento de Málaga, 1489-1989],
Málaga, Ayuntamiento de Málaga, Catálogo nº 30, pp. 293-294.
PUBLICACIONES DE LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES DE SAN
TELMO DE MÁLAGA (1943), Moreno Carbonero.
Homenaje al glorioso maestro. Originales literarios de S. González Anaya,
M. Prados y López, R. Murillo Carreras, A. Pons y R. de Verger, A. de Burgos
Oms, L. Cambronero Antigüedad, J. Temboury y Álvarez, J. Prados López. Marqués
de Lozoya, F. Bermúdez Gil, F. Bejarano Robles, J. Díaz Serrano, A. Ramírez
Tomé y M. Tercero, con ciento setenta reproducciones en fotograbado. Fotografía
de Laurent, Lacoste, Roig, Moreno, Ruiz Vernacci, Murillo Carreras, Zubillaga,
Ruiz del Portal y otros. Fotograbados de Espasa Calpe s.a. y Furnells. Málaga,
Imprenta Ibérica.
SAURET GUERRERO, Teresa (2008), José Moreno Carbonero. Homenaje en el 150 aniversario de su nacimiento
1858-1942 [Catálogo Exposición Museo del Patrimonio Municipal de Málaga, 16
de octubre de 2008 al 18 de enero de 2009], Málaga, Ayuntamiento de Málaga,
Área de Cultura.